04/05/24

De Rucci al Cura Mugica: Ceferino Reato, el periodista que desarma la narrativa K de los ’70

Con Ceferino Reato compartimos la «Selección» de redacciones de medios gráficos (incluye a diarios y revistas) que fue Revista Noticias entre 1995 y 2000. Y la primera imagen que se me aparece es la de un Ceferino siempre rebelde y discutidor en las interminables reuniones de sumario a la que nos sometía Jorge Fontevecchia. Afirmado en sus convicciones religiosas, lo corría «por derecha» al director de Perfil. Sus posturas, siempre contrarias al dueño de la editorial, lo convertían en una especie de «rebelde con causa».


25 años después me toca entrevistarlo para Visión Liberal a propósito de la aparición de su nuevo libro setentista, una reseña biográfica de la vida y muerte violenta del carismático cura villero Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe. Y como dos polos que se atraen y se repelen al mismo tiempo, el autor y el protagonista del libro revelan detalles de la personalidad que los unen: profundamente católicos (el cura por izquierda, Ceferino por derecha) audaces, discutidores, y muchas veces intrépidos con la palabra.
Y el otro rasgo común que salta a la vista es la honestidad intelectual de ambos. Personaje y escritor. Mugica murió en su ley: se sentía un verdadero soldado de Perón y se los escupió en la cara a la plana mayor de Montoneros que desafiaba al anciano líder. Reato comparte con sus lectores una duda existencial: no tiene (como si tuvo en «Operación Traviata») fuentes ni testigos que le permitan asegurar cien por ciento que fue Montoneros los que cosieron a balazos al cura en la puerta de la iglesia de Villa Luro, y lo dice sin titubear. Lo que si dice Ceferino es que no cree en la narrativa kirchnerista, avalada por el juez Oyarbide, que culpó a la nefasta Triple A.

Sobre el final de la charla, emerge la figura de Jorge Rafael Videla. Reato tiene en su haber profesional no sólo el haber entrevistado al símbolo del Proceso de Reorganización Nacional en la cárcel, muy cerca de su muerte, sino que éste se hiciera cargo de sus crímenes; aun contra la negativa de sus abogados y familia. Un logro periodista que deja «tranquilo» intelectualmente a Reato. A continuación, la entrevista exclusiva para este medio.


Visión Liberal:La figura del cura Mugica fue una de las primeras, junto con la de Rodolfo Galimberti, que inauguró el tiempo del «setentismo» editorial. Es decir, la traducción en libros de interés general para analizar -a través de personajes muy populares- el revisionismo de un tiempo convulsionado en la Argentina. Sospecho que vos no tuviste esa mirada romántica y épica.

Ceferino Reato: – A mi me parece un personaje extraordinario. Por él y por su historia, por su procedencia social. Cómo él cambia y se hace peronista y se va a trabajar a la villa de Retiro (era párroco de la capilla del Cristo Obrero). A ver, en realidad fue al revés: primero él va a trabajar con los pobres y después se fue haciendo cada vez más peronista. Y claro, en ese tránsito se aleja de su familia, porque ésta era antiperonista y formaban parte de la elite porteña. Otro dato, su familia y los pobres de la villa de Retiro estaban muy cerca. La familia Mugica vivía en la calle Arroyo al 800 y estaban a menos de un kilómetro y medio de la villa de Retiro. 

VL: – Es posible que si tomamos la medida lineal ambos mundos estaban a menos de un kilómetro y sólo separados por la Avenida del Libertador.

CR: – Exacto. O sea, eran dos mundo absolutamente distintos. Y ese tiempo (finales de los años ´60 y principios de los ´70) más aún. Primero porque la villa era más pequeña, pero la gente vivía en condiciones mucho peores que hoy en día a poco más de cincuenta años de los hechos. Otro dato muy interesante, es que él no corta los vínculos con su familia, sino que sigue durmiendo en el departamento de la calle Arroyo de sus padres. Es decir que él sigue frecuentando a su familia, come y duerme con ellos. Tampoco rompe con sus amigos, al contrario, muchos de ellos cuentan que no sólo era muy respetuoso y recuerdan que Mugica siguió jugando en el equipo de fútbol que junto a sus amigos participaban de una liga amateur. Recordemos que él jugaba muy bien al fútbol y en ese equipo había apellidos de la alta alcurnia porteña.

VL: – ¿Por ejemplo?

CR: – Anzorregui, Beccar Varela, Tezanos Pinto, Acevedo… y él se mostraba muy respetuoso, no metía ahí la religión y la política, dos temas que podrían haber sido -seguramente – factores de discordia. Ese es un rasgo muy sorprendente, porque Mugica era un personaje no sólo muy mediático sino también muy apasionado. Digo esto, porque en esos años muchos jóvenes, como él, de clase alta o media muy acomodada, se volcaron a la política militante y luego a las armas. Y él, que por un lado era muy respetuoso, se fue transformando en un impulsor de esos jóvenes que luego pasaron a la lucha armada.

VL: – Sin dudas Mugica tenía una personalidad polifacética.

CR: – Por ejemplo, él era asesor de la Acción Católica y ahí fue donde el cura los fue llevando a lo que se conoció como el «scoutismo católico» a las villas y a las misiones rurales en las zonas más pobres de la Argentina. Así fue como llevó al norte de Santa Fe a Firmenich (Mario), Ramus (Carlos Gustavo) y Daleo (Graciela). Y Tanto Firmenich como Daleo dijeron que la primera vez que escucharon que «esto no da para mas» y que había que «agarrar la metralleta» fue de boca del padre Mugica. Y en ese momento, que lo podemos situar a mediados de los años ´60, es un tiempo en el que él está muy entusiasmado con esa idea, como de hecho lo estaban muchos curas progresistas o del Tercer Mundo. Pero después él se va a alejando de eso, hasta que en 1973 ya con la vuelta de Perón al país y a la presidencia, él les reclama y les exige a sus ex discípulos de Montoneros a que dejen las armas, porque ya el objetivo estaba cumplido. Claro qué, Montoneros en ese momento ya era un grupo revolucionario. La democracia liberal para ellos era un medio a través del cual se podía llegar a la revolución social. Es en ese momento en el que Mugica se pelea mucho con los Montoneros.

VL: – Para contextualizar hay que aclarar que el mundo occidental vivía en estado de ebullición permanente, desde el mayo francés hasta la creación de fuerzas revolucionarias en toda Europa. ¿Qué influencia tuvo en el cura Mugica esa revuelta permanente que vivía el mundo?

CR: – Totalmente. Él estuvo muy influido por los sucesos de la década del ´60 en todo mundo. Es más, hay que recordar que la Iglesia vivió y alimentó ese clima. Fue cuando se hizo en Concilio Vaticano II (el 21° concilio ecuménico de la iglesia católica se inició el 11 de octubre de 1962 bajo el pontificado de Juan XXIII y concluyó el 8 de diciembre de 1965 bajo el mandato de Paulo VI), que promovió una fuerte modernización en la Iglesia. Y a la Argentina los remezones de ese concilio llegaron muy rápido. Porque los curas, en especial los más jóvenes, estaban muy conectados con lo que sucedía en Francia o en Italia. Y en ese contexto, muchos curas se enteraron que había un manifiesto firmado por obispos y cardenales del Tercer Mundo, que después se reunirían en Medellín, Colombia. Pero antes de eso, acá en la Argentina ya en 1967 se forma el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Y ese movimiento fue importantísimo, tanto que fue el movimiento de clérigos más grande de la historia de la iglesia católica.

VL: – ¿Qué postura adopta en ese momento Mugica?

CR: –  Lo anecdótico es que Mugica no pudo ir a ese primer encuentro del movimiento que se realizó en Córdoba, porque él estaba en París. En el ´67 se toma una especie de año sabático y se va a Paris, ya que estaba bastante conflictuado con la jerarquía católica argentina y con los funcionarios de la dictadura de Onganía (de fuerte raigambre eclesiástica). Y como su familia tenía mucho dinero, él hace lo que la gente de su clase social solía hacer. Irse a Europa y quedarse un año. Eso le permitió ver como asistente, no como participante, las agitadas jornadas del mayo francés y él puede ver in situ esa efervescencia social que marcó un cambio global.

VL: – O sea que mientras Mugica es testigo presencial de la agitación social en París, ¿en la Argentina ese clima llega casi en tiempo real?

CR: Exacto. Y ese clima llega a la Argentina a través de la política, pero también – y de manera muy especial – a través de la Iglesia. Es decir, los argentinos llegamos a esa ola casi al mismo tiempo que estaba sucediendo en Europa.

VL – Una pequeña disgresión: Mugica atiende en paralelo a su pasión por el fútbol y viaja en 1967 a Glasgow a ver la primera final de la Copa del Mundo de Clubes entre su querido Racing Club y el Celtic de Escocia.

CR: – Este dato es muy interesante porque muestra que él era muy osado pero al mismo tiempo un poco ingenuo y ciertamente frívolo. Él preparó su viaje a París para hacer unos cursos de Teología, pero no quería sólo estudiar en ese año. Así es como justo cuando está en los preparativos de su viaje matan al Che Guevara ( el 9 de octubre de 1967 en el paraje de La Higuera) en la selva boliviana, y entonces decide ir a buscar los restos del Che y a liberar a Ciro Bustos y Regis Debray que había sido detenidos en ese operativo que terminó con la vida de Guevara.

VL: Una jugada arriesgada…

CR: – Va a Bolivia con una carta del hermano del Che, que era amigo de él, y otra carta de Jerónimo Podestá, que era uno de los obispos progresistas argentinos más conocido de ese tiempo.  Va vestido con una sotana, a pesar que la usaba muy poco en su vida cotidiana, pensado que en Bolivia le iba a dar bolilla. Y obviamente el gobierno militar boliviano lo atiende, pero no le dan importancia. Él no se frustra por este revés y decide irse desde La Paz a París y como ya estaba sobre la fecha del primer partido entre Celtic y Racing (se jugó el 18 de octubre de 1967), se mandó derecho a Glasgow. Y allí se encontró, entre otros, a John William Cooke, quien lo invita a Cuba. Después Mugica vuelve a París, pero se queda poco tiempo, porque su padre (que era un político conservador, abogado prestigioso y que había sido canciller con Frondizi) le consigue lo que él tanto había pedido, que era una entrevista con Perón.

VL: – Ahí deberíamos hacer un alto en el periplo por Europa, porque conocer a Perón debe haber significado algo muy importante para Mugica.

CR: – Sin dudas. Viaja de Perís a Madrid en auto, y antes llama a una de sus grandes «amigas», Lucía Cullen, que también era hija de otra familia muy pudiente de la Recoleta.

VL: – ¿Qué hay del vínculo que los unía a Mugica y Lucía Cullen?

CR: – Ahí había un amor muy fuerte, aunque el cura siempre decía que era un amor platónico. En ese punto están divididas las aguas: muchos amigos sostuvieron siempre eso del amor platónico, y otro grupo de amigos decía otra cosa. Pero lo cierto es que él la llama, porque ellos ya habían acordado que ella iría a visitar a sus parientes en Irlanda, y que se quedaría esperando el llamado de él cuando el cura tuviera la certeza de que Perón los recibiría. En Madrid están varios días como si fueran una pareja, duermen en la misma habitación del hotel y demás, hasta que un día logran ver a Perón.

VL: – ¿Qué pudiste extraer en tu investigación sobre ese encuentro con Perón?

CR: – Es interesante porque Lucía permaneció callada toda la charla, hasta que sobre el final ella le pide un autógrafo al General. Perón se levanta, trae una foto, le pregunta su nombre, ella le dice «Lucía Cullen», y le dice: «pero esto (por la foto) va a ser para mi hermano Rafael». Perón sonríe ante la situación y le dice: «Cullen, tampoco es otro apellido muy peronista, ¿no?. Perón se debió haber preguntado ¿Qué pasa – era a principios de 1968- que me estoy volviendo querido por otros sectores?. En esa charla Mugica quedó fascinado con la personalidad de Perón y el líder del justicialismo quedó muy atento al cura también. Tan así es, que años después y ya con el regreso de Perón al país, lo quieren hacer diputado o ministro de Acción Social. El cura solo acepta una pequeña asesoría, pero que dura poco porque se pelea con López Rega.

VL: – Más allá de que pelearse con López Rega era lo más normal del mundo, en Mugica hay una tendencia a romper los vínculos, ¿no?

CR: El cura era una persona de esa característica conflictiva. Por ejemplo, después de conocer a Perón regresó a París, obviamente había un montón de curas ahí argentinos, estudiando y éstos lo confrontan acusándolo de tener una relación anómala con Cullen. Porque en aquellos años (y aún hoy) no existe que un cura duerma en la misma habitación con una chica joven y muy atractiva físicamente. Y él se enoja, se pelea, y arma una situación muy incómoda.

VL: – Más allá de la belleza de Cullen, el tema de fondo es que Mugica, a diferencia de otra corriente de curas tercermundistas, defendía el celibato sacerdotal.

CR: Las dos afirmaciones son ciertas. Lucía Cullen era hermosísima, y el cura era un férreo defensor del celibato. ¿Cómo se zanjó ese dilema? Lucía Cullen se volvió de París antes que el cura y éste juró y re juró que era casto. El defendía el celibato sacerdotal, posición contraria a la que tenían un sector importante de los curas del Tercer Mundo. No será la única diferencia que tendría Mugica con otros sectores tercermundistas.

VL: – Imagino que hacés referencia al dilema si la búsqueda revolucionaria se canalizaría a través del socialismo o del peronismo.

CR: – Tal cual. Y eso queda más en claro desde 1971 cuando toda la Argentina toma nota que finalmente el peronismo se encaminaba a regresar al poder. Mi hipótesis es que cuando vuelve el peronismo, ese éxito (concretar el regreso de Perón tras 18 años de exilio) los hace fracasar. Porque algunos dicen: «¿qué es el socialismo? Y para Mugica la respuesta era una sola: el peronismo. En cambio, otros sectores de curas tercermundistas sostenían que Perón era un «oportunista» y el socialismo vendría por izquierda. Y ahí termina el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, por lo menos como se lo conoció esos años.

VL: – Nos salteamos en la cronología el «polémico» viaje a Cuba que hizo el cura durante casi un mes y que bien pudo ser la contracara del viaje de París a Madrid para conocer a Perón, ya que la experiencia de haber vivido y conocido de primera mano la revolución castrista lo dejó con un regusto amargo, ¿no?

CR: Ese viaje a Cuba tiene muchas aristas interesantes. No nos olvidemos que en el viaje a Glasgow para ver la final de Racing contra el Celtic, también tomó contacto con Cooke, que por ese entonces ya era un abierto simpatizante de la revolución cubana y seguramente debe haber influido para entusiasmarlo en que fuera a Cuba. Y también vuelve a demostrar la audacia del cura, que de manera muy hábil «engaña» a quien tenía la tarea de «vigilarlo» en Europa y se va casi un mes a la isla viajando con un pasaporte falso. Lo que vuelve a demostrar que Mugica de alguna manera hacía lo que él quería. Allí toma contacto – según todas las fuentes – con la plana mayor del castrismo recargando su agenda de reuniones, cenas y almuerzos. Pero la verdad, es que a su regreso se mostró bastante decepcionado con la experiencia «revolucionaria» cubana. Mi opinión es que Mugica se metió a fondo con esa realidad, habló con mucha gente y después la realidad le mostró una cara que no le gustó. Porque hay que reconocerle al cura que tenía una autenticidad muy grande, que iba más allá de cualquier fanatismo.

VL: – Es muy posible que ese mes en Cuba lo desencantado de manera definitiva con la vía socialista, y el encuentro con Perón lo haya convencido de que el camino para la Argentina era el peronismo.

CR: – Es posible que la historia haya transitado por esos carriles, pero a mí me impacta mucho los detalles que revelan su personalidad. Y que se pusieron a prueba en cada uno de esos viajes y experiencias. Mugica, a mi juicio, siempre fue muy pragmático, como buen cura, y muy frontal cuando algo no le gustaba. Él enfrentaba la situación que lo molestaba y se peleaba si tenía que hacerlo. ¿Por qué rescato ese rasgo tan particular de su personalidad? Porque cuando tuvo que pelearse con Montoneros – años después y ya con lo que él consideraba el objetivo cumplido, o sea con el regreso de Perón hecho realidad-, se peleó con mucha fuerza y valentía. Y mucho más luego del asesinato de Rucci (ocurrido el 25 de setiembre de 1973, sólo dos días después que Juan Domingo Perón ganara la presidencia por tercera vez en la historia).

VL: – En «Operación Traviata: ¿Quién mató a Rucci? La verdadera historia» tu libro que publicaste en 2008, vos escribiste una versión que parece confirmar la autoría de Montoneros del asesinato y que se choca con la otra versión alentada por sectores del kirchnerismo, por entonces en el poder, de que había sido obra de la Triple A. Más allá de quién fue el responsable de asesinar al dirigente sindical más cercano a Perón, ¿Qué similitudes encontrás entre el asesinato a Rucci y el asesinato al cura Mugica (ocurrido el 11 de mayo de 1974 en la puerta de la iglesia San Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro)menos de un año después?

CR: – Encuentro varias semejanzas. Cuando escribí «Operación Traviata» pude acceder a la causa judicial que estaba bastante bien investigada, y a muchos testimonios valiosos. Incluso al testimonio del propio Mugica, quien en una charla que dio para con jóvenes de la ciudad de Chivilcoy, acusó abiertamente a Montoneros por el atentado a Rucci.

Y si bien es cierto, que nunca hubo un pronunciamiento de Montoneros reconociendo la autoría del ataque, en la investigación preliminar yo encuentro quien me cuenta cómo fue el Operativo Traviata que terminó con Rucci acribillados a balazos.

VL: – Yendo al asesinato de Mugica, vos también desafiás la tesis política «oficial» de que el cura fue asesinado por las bandas paramilitares de la Triple A.

CR: Es cierto. En el caso de mi libro sobre la muerte de Mugica, me ocupo de poner en discusión una hipótesis «oficial» que siempre manejó el kirchnerismo y que fue refrendada por el entonces juez federal Norberto Oyarbide. donde se decía que la organización responsable de haber asesinado al cura fue la Triple A. Y lo hago porque esa hipótesis no me parece para nada contundente. Pero, debo admitir que tampoco encontré en la investigación pruebas contundentes para afirmar que los autores del crimen fueron los Montoneros. Por eso en el libro dejo abierta las dos posibilidades y ofrezco al lector, desde mi mirada, los puntos débiles y fuertes de cada una de las hipótesis.

VL: – O sea, ¿vos cuestionás la «historia oficial» de que fue la Triple A la responsable, pero no tenés fuentes, como en «Operación Traviata», que apunten directamente a Montoneros?

CR: – Creo que cualquiera de los dos pudo haberlo matado. Si bien en los últimos meses (en especial después del asesinato de Rucci como lo sostengo) estaba más peleado con Montoneros porque enfrentaban abiertamente a Perón, y de ellos el cura recibía las amenazas, no es posible asegurar nada porque en el caso de Mugica nadie dijo quien fue, ni reconoció nada. En ese momento el cura era la defensa principal de Perón, porque era muy popular, tenía mucha influencia en el peronismo y en los sectores populares. Tanto es así, que él es uno de los promotores  -tal vez el más conocido- de la división de Montoneros y el surgimiento de la Juventud Peronista Leales a Perón.

VL: – ¿En ninguna de tus hipótesis incluís a la otra gran formación militar de ese momento: el ERP?

CR: No, para nada. El ERP era un «ejército popular», entre comillas, mucho más clásico. No mataba de esa manera. Mataba, sí, pero sus enemigos bien definidos en esa etapa eran las Fuerzas Armadas y de seguridad, o los empresarios. Nunca los sindicalistas y mucho menos los curas. Me parece que Montoneros era mas movimientista, mas peronista, tenía otra manera de «jugar», más táctico. Tenía mas penetración social Montoneros porque estaba entre los más pobres y los más ricos, era policlasista. Montoneros tiene mucho de peronismo, como que nació de él. Obviamente lo niegan, como niegan la Triple A, pero hay mucho peronismo en Montoneros. Lo que pasa que ellos veían que Perón no era líder socialista que habían imaginado, su socialismo era el peronismo y se veían a la vanguardia de ese proceso, que iban mas adelante. Había un clima de época. Me gustan los contextos porque los contextos te hacen ser menos fanático. Hay que entender la lógica porque al final la historia la hicieron ellos, nosotros (los periodistas) sólo tratamos de escribirla.

VL: – En tu análisis de contexto sobrevuela una especie de «respeto» por las formaciones especiales y los distintos grupos armados que hicieron la historia de los años 60 y 70 en la Argentina. ¿Es así?

CR: – El respeto a los actores es fundamental para mi. Hay que ver qué es eso, por qué piensan así. Porque me parece reflejaron a un sector de la sociedad argentina muy importante. Por ejemplo, la Triple A tiene que ver con el peronismo y el nacionalismo. Tiene menos desarrollo teórico, casi diría que ninguno, pero en la constitución, en el carácter territorial, en la procedencia de los cuadros, tiene que ver con un sector del peronismo y nacionalismo.

VL: – Por eso resulta tan extraño que finalmente haya cuajado en un personaje tan nefasto y vulgar como el amanuense de López Rega.

Tenía recursos, autos, logística. López Rega era el poderoso secretario privado de Perón. Y todo ese poder cuajó en grupos armados de la derecha se fueron concentrando en eso que se dio en llamar la Triple A. Esos grupos efectivamente eran contra revolucionarios (Nd R: como lo pudieron ser los integrantes de la Contra revolución en Nicaragua), odiaban a la izquierda, el comunismo, y lo que ellos llamaban subversivos. Igual creo que la Triple A no está bien estudiada. Es muy farragoso el tema. Los colegas que se refirieron a la Triple A hicieron una simplificación y no le dieron una identidad ideológica. Pero bueno, es como con el tema de las cifras de muertos y desaparecidos.

VL: – ¿Cuál es tu posición sobre las cifras de la tragedia argentina?

CR: – Para mí se repiten cifras que no son. Y las cifras son importantes porque dan magnitud de las cosas. Lamentablemente son discusiones muy permeadas por la política y las preferencias ideológicas. Por ejemplo, el otro día puse en X un audio de Mugica comentando y criticando el asesinato de Rucci. En ese audio Mugica dice: «fue un gravísimo error, una cagada tremenda». Y alguien en X dice: «¡un cura hablando de error en un asesinato!». Claro, mirado desde hoy, ese comentario tiene toda lógica. En todos los casos debería haber una condena. Hoy no podemos entender por qué un cura podía pensar así, por qué un cura en el año 1966 observaba que no había esperanzas en la Argentina, que tenía que tomar las armas, por qué decían que el socialismo era el régimen que mejor se llevaba con el cristianismo original. Con los ojos de ahora no se entiende mucho. Pero hay que hacer un esfuerzo y poner en contexto todo.

VL: – Vos sos una persona de fe católica con fuertes convicciones religiosas. ¿Cómo te impacta en ese punto la historia del cura Mugica?

CR: – Ni para un lado ni para el otro. El catolicismo o cristianismo, como todas las religiones, tiene una vertiente que hay que saber manejar bien en este tema de la utopía y de los Medios. El Papa Francisco lo dijo muy bien en 2014. Dijo que en la Argentina, por un mal manejo de la educación de la utopía católica, muchos de nuestros jóvenes de la Acción Católica se hicieron guerrilleros. Y yo creo que la utopía católica es muy poderosa, pero hay que manejarla bien. Siempre me pareció peligroso en ese momento (en los ´60 y ´70) y peligroso ahora también. 

VL: – ¿Ahora también?

CR: – Si, porque yo creo que hay que aproximarse a las cosas con mucho contexto. Hoy hay mucha pobreza, y nuestra religión tiene mucho de mesianismo. Tenemos una figura poderosísima que es Cristo pero no lo podemos politizar, no lo podemos hacer muy terrestre. Es el hijo de Dios hecho hombre, no un líder revolucionario de revoluciones nuestras, políticas. Por eso es que hay que tener mucho cuidado con el manejo de la utopía católica.

VL: – ¿Crees que en el caso del cura Mugica ese minuto fatal pudo haberse evitado?

CR: Un amigo de él, Mamerto Menapace, había tenido un retiro en los Toldos y dijo que ese era un tiempo de tinieblas y él (Mugica) era una luz muy influyente. Y queda como en el medio de un fuego cruzado. Esa imagen me gusta. No me gusta exagerar tampoco, pero él ciertamente estaba muy enojado por derecha y por izquierda. Era muy difícil evitar la muerte en ese momento, salvo yéndose del país, cosa que él no quería. 

VL – ¿No quería por audaz o por esta cuestión de clase social, de creer que a él no le iba a tocar?

CR: Algunas fuentes dicen que lo vieron muy aterrorizado en ese momento. Pero otros periodistas que lo vieron entonces dicen que era muy bromista, tenía mucho sentido del humor, y decía: «te imaginas si me matan como a Cristo». Fue un tiempo muy especial, donde cada día parecía un año. Si no veamos todo lo que pasó en 1973/1974. Las expectativas que habían con el regreso de Perón y como todo terminó con un baño de sangre. Era vertiginoso todo lo que pasaba.

VL: – Ni hoy con redes sociales podemos equiparar aquellos momentos de tanto vértigo.

CR – Absolutamente. fue una época tremenda. Este país se ha desangrado con mucha dedicación. Mucha gente cree que fueron momentos épicos, pero yo creo que fue una tragedia y como todas las tragedias, anunciadas. Te das cuenta que todo va a terminar mal, pero los protagonistas parecen no darse cuenta y hacen todo lo posible para que termine mal

VL: – Tal cual lo pintó García Márquez en «Crónica de una muerte anunciada»…

CR: – La historia de la muerte de Mugica es en un punto inexplicable. ¿Porqué no se fue del país cuando tenía todos los medios económicos para hacerlo? Me resulta imposible determinar si el cura no creía que lo fueran a matar, o no le daba importancia, o tenia una vocación mesiánica. O todo lo sorprendió. La verdad es que no lo se…

VL: – ¿Qué sensación te queda como periodista profesional después de haber revisado uno de los tramos más violentos de la historia argentina? Siempre desde una perspectiva menos volcada a la izquierda, que fue el mainstream imperante durante los años en los que el kirchnerismo impuso condiciones en la batalla cultural?

CR: – – El libro de Mugica me pareció que quedó bien porque le encontré el tono adecuado a un personaje extraordinario que permite contar esas dos décadas cruciales como lo fueron las del ´60 y el ´70. Pensá que yo llegué al tema de los años 70 de casualidad, porque venía de mucho ritmo periodístico en una agencia de noticias en San Pablo, y arranqué a escribir sobre el asesinato de Rucci, desde otra perspectiva que no era la «oficial».

VL: – Pero más allá de «Operación Traviata» o éste del cura Mugica, tu firma siempre quedará ligada a las entrevistas que le hiciste a Videla en la cárcel, antes de su muerte.

CR: Es cierto y yo valoro mucho las entrevistas a Videla, porque es un libro que me ayuda ( y creo que nos ayuda a todos) en la búsqueda de equilibrio.

Antes, mucha gente simpatizante de derecha no creía que Videla podría haber cometido esos crímenes. Habían estado los Juicios en 1985, pero mucha gente seguía sin creerlo. Y que lo confesara él (Videla) me parece poderosísimo. Y me sitúa a mi en un  lugar distinto. 

VL: – ¿Por que crees que Videla confesó en las entrevistas que te dio?

CR: – Videla sabía que se iba a morir pronto, porque estaba bastante deteriorado y el hecho de estar preso con tantos oficiales subalternos suyos debe haber influido. El llegó a enfrentar reclamos diarios para que se hicieran cargo él y otros jefes. Sabiendo que se iba a morir dijo «bueno, me hago cargo porque hay muchos oficiales acá que están presos por culpa mía, aunque sea un poco». Sus abogados, su esposa y sus hijos estaban en total desacuerdo con que hablara. Ellos decían, desde cierta lógica, que diga lo que diga lo iban a condenar, para qué exponerse y el kirchnerismo lo tomó como tomaron todo ellos: a él y otros 11 los mandaron a Marcos Paz y le hicieron más difícil la vida. Creo que como una clara señal de que no había que decir nada para de aquellos años. Siempre pensé que al kirchnerismo no les interesó la verdad histórica. 

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