Recientemente, el actual Ministro de Economía, Martin Guzmán, formuló una serie de declaraciones sobre el rumbo que planea imprimir a la Argentina. No podemos menos que preocuparnos ante las palabras pronunciadas por quien de alguna manera conduce el futuro económico del país. Desglosemos algunos de sus comentarios:

“¿Por qué tiene que bajar el gasto público? No es eso a lo que apuntamos. “ Esta es una frase que aterra. La Argentina es un país cuyas instituciones y normativas sobre el sistema productivo son totalmente incomprensibles.
A cualquier persona que produce algo, se la abruma hasta reventarla con impuestos para financiar el inmenso gasto superfluo, prebendario, y populista, que efectúa la corporación política.
Sumado a esta presión impositiva record (y en la que propios empresarios manifiestan que “si tuvieran todo en regla” no podrían operar), el riesgo país asciende hoy a 1400 puntos básicos, superando incluso a la “próspera” República Democrática del Congo.
Somos lo peor de lo peor del espectro emergente. Y para culminar, no tenemos moneda. La sociedad rechaza sistemáticamente el peso porque sabe que los déficits siempre se terminan financiando con emisión monetaria. Devastar el valor de los papelitos pintados con los que aún tenemos la desgracia de realizar transacciones en Argentina parece haberse convertido en parte del “ser nacional”, más que el fútbol, el mate o el dulce de leche. Y si algo le falta a la película de terror que seguramente protagonizaremos el año que viene, sólo falta añadir que el déficit primario proyectado para el 2021 asciende a un 4.5% del PBI , y que el presupuesto explícitamente consigna que un 60% de ese aterrador número será financiado con emisión?

El Ministro también ha dicho que “no tiene en agenda realizar una reforma laboral”. No se trata aquí meramente de desafiar al Fondo Monetario Internacional, que desde la era Macri viene insistiendo sobre su necesidad.
Pero no es que tenemos que hacerla porque alguien más lo sugiere o lo exige. Argentina debe urgentemente realizar esta crítica reforma estructural, simplemente porque no puede ser que aquí sigamos discutiendo legislación laboral con modelos de la época del “Fordismo” mientras en el resto del mundo se debate cómo convivir en un planeta pleno de robots.
Tampoco tiene en agenda el ministro mejorar los incentivos. Pongamos el ejemplo del campo, único sector auténticamente productivo del país, que trae el 70% de los dólares que ingresan a Argentina. Por supuesto, el Banco Central necesita urgentemente conseguir dólares porque las reservas netas son casi nulas, pero los truhanes que tenemos por funcionarios y demás burócratas se resisten a liberar el tipo de cambio.
Increíblemente, en lugar de incentivar a los productores para que liquiden divisas, optan por pisarles la cotización entregándoles 55 pesos por dólar mientras que el “verde” se vende a 160 en el mercado paralelo. (léase, el mercado real). Por supuesto que el campo no liquidará más allá de lo estrictamente indispensable para la supervivencia.
A la luz de lo expuesto, se nos ocurre la siguiente pregunta al iluminado ministro:
Si usted no conoce –y se niega a aprender- sobre restricción presupuestaria, incentivos a la producción, y relación entre emisión e inflación … ¿realmente así planea reactivar la economía? ¿O su idea es más bien llevarnos al abismo?