Al final no hizo falta una guerra con armas nucleares para que el mundo sintiera la llegada del Apocalipsis. Bastó un microscópico virus escondido en un estornudo para que todo el andamiaje global se moviera como si fuera sacudido por un tsunami invisible.
El coronavirus llegó en un tiempo donde no existen las fronteras. En el tiempo del “ya mismo”. En el tiempo de la famosa globalización. Los 4300 muertos que dejó el Covid-19 (al momento de escribir esta nota) parecen anecdóticos frente a los 300 millones que dejó la viruela, la peor pandemia que sufrió la humanidad en su historia. Pero el mundo hiperconectado vive esos 4300 muertos con la sensación de una inminente multiplicación exponencial.

De todas las epidemias del siglo XXI (el Sindrome Respiratorio Agudo Severo, la Gripe Aviar, la Gripe A, ébola y dengue) la del coronavirus es la que más paranoia ha desatado.
Al menos hasta ahora. Y los liberales, acérrimos cuestionadores de la injerencia del Estado sobre las libertades individuales, plantearon el debate. ¿Estado sí o no? ¿Son todos minarquistas o anarcocapitalistas pero cuando las papas queman requieren que funcione el sistema de salud y la seguridad estatal a pleno? ¿Se puede “imponer” el aislamiento como medida preventiva sin que eso implique un avasallamiento a las libertades individuales?
Juan Ramón Rallo (que desde las redes lleva una encendida crítica al sistema de salúd público español) cita a Hayek para decir que sí. Solo el Estado “puede lidiar con los efectos de desastres naturales como inundaciones, terremotos, epidemias… e implementar medidas para prevenirlos o remediarlos”, citó en su tuit. Hayek resalta que el Estado debe detener o remediar los daños.
El poder político reacciona como puede ante el “pelotón” del coronavirus que no se detiene. Los mercados, también. Pero la sensación que transmiten es que ninguno de los dos puede controlar lo que pasa. Y en el medio, las potenciales víctimas, la humanidad entera, que se “clava” frente a la TV o las noticias para saber qué les depara el futuro.
La psicosis es el primer síntoma de que la epidemia ha llegado. Donald Trump reaccionó sin mediatintas y directamente canceló los vuelos a Europa por un mes. Una decisión así no se tomó desde la II Guerra Mundial.
Irán pidió dinero al FMI por primera vez desde 1962 para hacerle frente a la epidemia. Cierran escuelas y se suspenden eventos públicos en todos los países afectados. La empresa Carnival anunció la suspensión de los cruceros por 90 días. La Liga española de fútbol suspendió toda la competencia. En Buenos Aires se suspendieron eventos masivos como el Lollapalooza y los partidos de fútbol se disputarán sin público.
Las Bolsas del mundo viven días negros: la de Tokio bajó un 4,4, Shangai 1,52, Hong Kong 3,54 y la de Sydney tuvo su peor caída desde 2008 apenas Trump anunció su medida.
¿Hace falta cerrar un país para frenar la epidemia? ¿Y el costo económico? ¿quién lo asume? Solo en Italia, la intervención del Estado implicó un presupuesto de 25.000 millones de euros. Y el “control social” nunca está garantizado (de hecho, hubo motines en las cárceles con huidas masivas, heridos y muertos)
¿No será mucho?. No. Y le guste a quien le guste o no, el mundo entró en cuarentena.
Y todos los discursos liberales, entonces, se ponen a prueba. ¿Qué hay que hacer en caso de emergencia con las teorías? ¿Se sostiene que el Estado debe actuar en su mínima expresión o debe ser el principal custodio de la salud pública?
Al Estado ni cabida.

Esa es la primera reflexión que se desprende de la respuesta del emprendedor y activista libertario Adam Dubove. “El principal problema con las medidas extremas que están llevando a cabo, en Italia, Nueva York, o Argentina, donde imponen un arresto domiciliario a quienes vuelven del exterior, son momentos donde los autoritarios se frotan las manos y ven en estos eventos una oportunidad para expandir su poder. El caso del 9/11 es el ejemplo paradigmático, se utilizó el atentado terrorista para promover todo una estructura legal y política para restringir las libertades individuales. Cualquier medida que tome el gobierno en este caso debe ser proporcional a la amenaza”.
Las libertades individuales quedan expuestas pero, para Dubove, hay atenuantes: “por suerte el progreso gracias al capitalismo hoy nos permite amortiguar el impacto económico, al menos un poco. La posibilidad de trabajar desde casa, home office, era impensable hace 20 años. Y tenemos a nuestra disposición alcoholes en gel de todos los colores y tamaños, barbijos, y acceso a la información. Todo eso gracias a la iniciativa privada.
“La pandemia se expande más rapidamente porque por suerte vivimos en un mundo globalizado donde fluyen personas y mercaderías por las fronteras, y sabemos que un sistema donde los mercados y las personas son libres, las personas prosperan. El mercado libre ha permitido levantar a miles de millones de personas de la pobreza. Los modelos autoritarios probablemente sean más efectivos que los modelos liberales para combatir este tipo de problemas, pero el liberalismo tiene una gran ventaja de su lado: la iniciativa y creatividad de las personas podría brindarnos herramientas muy efectivas para combatir un problema de salud pública. Si nos dicen que para detener el coronavirus tenemos que asesinar a los portadores del virus, ¿estaríamos dispuestos a matarlos? En Corea del Norte según informes no confirmados ya lo han hecho con una persona. Entonces, el punto aquí está que las medidas tienen que tener proporcionalidad y deben ser lógicas. El gobierno podría decretar el cierre de edificios públicos, pero obligar a un arresto domiciliario a quienes viajaron a un país alcanzado por la epidemia desenmascara un impulso autoritario que nos debería preocupar”, concluye el activista.
El economista liberal Ricardo López Murphy es mas filosófico. Dice que la única medida que da resultado (por lo menos hasta ahora) es la responsabilidad individual. “Lo que pasa que la cuarentena o el aislamiento confronta al hombre con algo muy terrible que es la soledad. Y entonces se rebela contra eso” (ver nota). La soledad en tiempos hiperconectados es otro “virus” que la humanidad teme.

“La libertad no es nunca ilimitada. Deberia estar limitada por la responsabilidad propia y los límites de uno terminan donde empiezan los otros. Entendiéndolo así, los gobiernos pueden poner límites en casos donde, actuando irresponsablemente, pones en riesgo la libertad de otro. Sí, lo pueden hacer, pero con ese cuidado. Podes viajar a cualquier lado, pero lo que no podes hacer es traer el virus y matar gente que no decidió viajar, por eso tendrás que hacer la cuarentena. Y eso el Estado debe garantizar que haces uso de tus derechos sin poner en riesgo el derecho a la vida de otra gente” , argumenta Aldo Abram de Libertad y Progreso

Claro que algunos sostienen que decidir “por decreto” que haya cuarentena es lisa y llanamente un abuso de autoridad. Como el liberal Adam Above, quien lo califica, directamente, como un acto autoritario mas peligroso que el mismísimo coronavirus.
“Lo que garantiza que los Estados no abusen de las decisiones que toman, justamente, es la institucionalidad”. El periodista Luis Rosales lo explica: “Los Estados, por alguna razón, pueden abusar de sus decisiones.
“Puede pasar que, por guerras, alarmas o acontecimientos excepcionales, democracias menos establecidas se han transformado o van camino a las autocracias. El mejor ejemplo se vio durante las guerras en Europa donde las autocracias se transformaron en dictaduras estrictas, sangrientas. Las democracias lo siguieron siendo pero con medidas excepcionales”.
Frente a la pandemia, entonces, Rosales cree que debe imperar “un Estado que tome medidas inteligentes, no como en Argentina que en vez de controles sanitarios están preocupados por si traen o no un Iphone de afuera”, ejemplificó.
“Lo ideal sería tener una sociedad responsable y madura que sea capaz de organizarse y protegerse de las enfermedades contagiosas y epidemias sin demasiada injerencia del Estado”, completa el diputado Guillermo Castello.
“La solución entonces sería promover la responsabilidad individual sin tener que pedirle al Estado que haga obligatorias ciertas medidas que puedan avasallar los derechos individuales”. La contra, ahí, es que la sociedad es bastante dependiente del Estado: está muy acostumbrada a exigirle soluciones.
“De cualquier manera, cuando una enfermedad se convierte en una epidemia o pandemia, deja de ser un problema estrictamente de salud pública y pasa a ser una cuestión de seguridad pública: hay personas enfermas que contagian y ponen en peligro la salud y la vida de terceras personas, y nadie tiene derecho a contagiar a otro”.
“Llegado a esta situación, el Estado debe interrumpir los circuitos de contagio, tomando medidas que pueden ser invasivas o incómodas, pero que son perfectamente legítimas como prohibir actividades en donde con concentración masiva de gente (recitales, espectáculos, escuelas, movilizaciones, etc), el ingreso de personas que provengan de zonas afectadas, y establecer cuarentena.

No solo fiebre y gripe contagia el coronavirus. También enferma de paranoia y miedo y hace colapsar los sistemas de salud, provoca la caída de los servicios públicos y una profunda depresión económica con consecuencias políticas aún no medidas.
A grandes males, grandes soluciones. El músico argentino radicado en España Pablo Lato (“y libertario cuando me dejan, agrega a su CV), sostiene que ante una pandemia contagiosa debe intervenir no la salud pública, sino la seguridad. “Son personas que, como si estuvieran disparando con sus armas por la calle, están contagiando (poniendo en peligro la vida) a terceras personas. Por eso las cuarentenas son totalmente legítimas. Así como uno tiene derecho a pegarse un tiro, pero no tiene derecho a pegarle un tiro a un tercero, en ésto es igual. Cortar los circuitos de contagio debería ser la primera y mas importante accion gubernamental. Y la más urgente. Y repito, no es un tema de salud pública, sino de seguridad pública. Y así como en un tiroteo no pretendemos que la única acción sea curar a los heridos, sino evitar que los haya”.
Para Lato, “hay que detener la acción y no solo actuar sobre sus consecuencias. Si bien hay claras diferencias entre una persona que dispara y mata con su arma, también hay claras similitudes. Y las diferencias son importantes conocerlas: el que dispara con un virus no suele hacerlo a sabiendas o adrede, ergo, sus acciones no pueden ser medidas de la misma forma. Y si bien su accionar DEBE ser evitado, las consecuencias de su accionar no debe ser penado, si se somete a voluntaria cuarentena. O sea, si hay ánimo manifiesto de no agredir a terceros. Y todos sus derechos individuales deben ser respetados, menos el derecho a contagiar a terceros.

La libertad individual tiene los límites que la enfermedad exige. “La negativa a someterse a una cuarentena preventiva debería ser penada, al menos, con la carga de las consecuencias de esa actitud. Me parece lo más justo”.
¿La cabe al Estado ese rol? Con resignación, Lato dice: “yo soy minarquista, no veo la forma práctica de prescindir del Estado. Aunque me gustaría mucho. Simplemente porque no veo forma operativa y sin que se rompan los equilibrios de la sociedad, de hacerlo. Ojalá en un futuro sea posible. Dicho ésto, que yo crea que el Estado se debe encargar de la seguridad pública (no de la salud), no significa que los agentes intervengan tengan que ser agencias estatales”.
La seguridad privada, para Lato, podría ser una alternativa: “bien se podría aplicar una cuarentena con policías privados y con médicos o seguros de salud privados, pero, financiado por el Estado. o sea, coactivamente a los ciudadanos”. Los liberales que creen que el autocuidado debería ser el mayor sistema de cuidado posible. La conciencia individual frente a un posible contagio masivo. “Para los que creen que ésto se puede detener con la acción individual solamente les pregunto: ¿cuál es la respuesta individual libertaria?? la misma que en el caso de la seguridad delincuencial?? poder portar un arma para defenderse?. ¿Qué van a hacer, meterle un tiro a todo posible portador del virus?. Pues eso. No existen soluciones óptimas , generalmente. Y yo soy libertario y a favor del porte de armas. pero esa solución no aplica en éste caso”, sostiene Lato.
En esta línea argumental, el abogado Hernán Abeszyc admite que el cierre de fronteras o la prohibición para circular resulta “sin dudas un avasallamiento de derechos” pero que en el caso puntual del coronavirus está “absolutamente justificado”.
“No se trata de una cuestión de salud pública -que ya sería importante- sino que estamos ante un caso claro de peligro para la seguridad pública, lo que justifica el despliegue de medidas de prevención que pueden restringir temporalmente el ejercicio de ciertos derechos. El peligro es real, y facticamente es el estado el UNICO que está en condiciones de resguardar esa seguridad para casos como estos. La posibilidad que un irresponsable o muchos irresponsables pongan en peligro la vida de miles -o de millones de persona- lo justifica sobradamente”, argumenta el abogado.
“En el caso de Argentina, las específicas normas previstas en los artículos 202 y 205 del Código Penal otorgan a la autoridad esa facultad de sancionar a quienes violenten las restricciones que sean impuestas y pongan en peligro o propaguen enfermedades comprobadas e indiscutibles. Hay conflictos de normas y de derechos, pero en este caso la libertad de personas determinadas debe ceder -en su justo límite- a la seguridad y la protección de la vida y salud de toda la población”, agrega.

Y concluye: Si hay que hacer daño -restringir derechos- hay que hacerlo todo junto y por el menor tiempo posible”.
A periodistas que defienden el liberalismo a ultranza como Christopher Snodwon no le tiembla la voz al reconocer que en estos casos de emergencia no hay contradicción alguna en defender la intrusión del Estado.
” La cuarentena surge como último recurso, una medida temporal, en medio de una crisis, lo cual es compatible con una filosofía que valora la libertad personal”, escribió en The Telegraph Christopher Snodwon, periodista ultraliberal.
“Se trata de una medida de emergencia, temporal, lo opuesto a lo que proponen los defensores del «Estado presente», que pregonan como medida permanente la expropiación de los recursos de los individuos, en forma de impuestos, regulaciones y la usurpación directa de la propiedad ajena, como sucede en un régimen socialista al estilo Cuba o Venezuela.
Por ello el libertario británico Snowdon insiste en que, si bien no puede hablar por todos los libertarios (¿quién puede?), ve el libertarismo como economía aplicada. Esto significa que los gobiernos debería dejar a las personas vivir y comerciar en paz a menos que estén haciendo daño directo a otros.

Para el exDirector de Integridad del Ministerio de Seguridad Damian Arabia, el Estado debe proteger los derechos de los ciudadanos. “Cuando uno se plantea los derechos de los individuos y el poder del Estado, lo que tiene que volver es al punto de la libertad y qué significa ser libre. Los individuos somos libres pero mi libertad no puede afectar a terceros. Así como hay limitaciones para no afectarlos físicamente (por ejemplo, a través de la Justicia pena el asesinato de una persona o un enfrentamiento), en este caso pasa algo similar; una persona que puede estar con coronavirus puede afectar a un tercero y el Estado tiene que tomar las prevenciones necesarias para que esas afecciones sean lo menor posible. Arabia reconoce que el autocuidado es el primero de los métodos recomendados. “Primero hay que abocar a la buena fe del individuo a través de sugerencias y educación”.
Mientras el debate se mantiene abierto, la OMS -organismo burocrático si los hay- declaró que el coronavirus es una pandemia y los titulares de todos los diarios lo anunciaron en rojo. El pánico profundo también es global y tiene raíces en la historia, en otras pestes del pasado, en la muerte indiscriminada y abusiva de las guerras.
El filósofo esloveno Slavoj Zizek, ha declarado que la epidemia es una señal de que la humanidad no puede vivir más como de costumbre y que “es necesario un cambio radical”. “Quizás otro virus, ideológico y mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”, ha sugerido.
Un minúsculo e insignificante virus expuso la fragilidad del hombre globalizado en toda su dimensión. Lo pequeño que resulta frente al más pequeño de los seres vivos. ..¿habrá Estado capaz de protegerlo?