Jaqueado por fuerzas internas (los megamillonarios de USA que empujaron su vuelta al poder) Donald Trump dio un volantazo y pausó por 90 días la suba de aranceles indiscriminada a todo el mundo. Solo quedó firme una suba astronómica a China (el rival a vencer para Trump) y en menor medida a algunos países de Europa. Al resto, incluido Argentina, le aplica el 10%.
Visión Liberal rescata una esclarecedora columna de opinión de Emilio Ocampo, que analiza el terremoto de los aranceles.

El aumento de los aranceles anunciado por Donald Trump el 2 de abril provocó un terremoto en los mercados. En una semana se esfumaron entre 7 y 8 billones de dólares de los mercados bursátiles de Estados Unidos y una cifra similar en el resto del mundo. Es decir, a nivel global, la destrucción de riqueza supera al PBI combinado de Alemania, Japón y la India.
La decisión de Trump ha sido criticada por la mayoría de los economistas y por los principales medios especializados en finanzas y economía como The Wall Street Journal, The Economist y el Financial Times. La opinión generalizada es que se trata de una medida perjudicial y contraproducente que contribuirá a una recesión global y tendrá fuerte impacto sobre el nivel de precios internos de Estados Unidos.
Más importante aún, muchos observadores consideran, con razón, que la decisión de Trump marca el fin del sistema de organización comercial y financiera del mundo libre que Estados Unidos instauró después de la Segunda Guerra Mundial y que generó la creación de riqueza más grande que el mundo ha conocido. Dado que el principal beneficiario de este sistema ha sido Estados Unidos, la decisión de Trump parece completamente irracional.
🇨🇳🇪🇺 [China y Europa contratacan y le imponen aranceles del 84% y el 25% a EE.UU.: la guerra comercial al rojo vivo]
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📌 La Unión Europea (sólo Hungría se mostró en contra) los aplicaría en productos como soja, motocicletas y jugo de naranja.
📉 Más duro fue China, que anunció… pic.twitter.com/rC4VS4Bmtf
Sin embargo, algunos analistas sostienen que esta conclusión es errónea y en vez plantean que el anuncio de Trump es una medida totalmente racional y coherente con el objetivo buscado. Supuestamente, este objetivo es el de reducir el peso de los intereses de la deuda pública de Estados Unidos, que según cifras oficiales superan los gastos en defensa. Dado que para este año se estima un déficit fiscal con relación al PBI de 5-6%, supuestamente argumentan, es crucial para el futuro de la economía norteamericana que caiga la tasa de interés.
Pero esta interpretación no tiene mucho asidero, ya que ni Trump, ni Howard Lutnick, su secretario de Comercio, ni Peter Navarrro, su asesor, ni Scott Bessent, su secretario del Tesoro, han manifestado que ese sea el principal objetivo de la aplicación de los aranceles recíprocos.
Teniendo en cuenta que desde fines de los ochenta que Trump propone aumentar los aranceles (lo hizo durante las presidencias de Clinton cuando había superávit fiscal y cayó la deuda pública con relación al PBI, durante su primera campaña presidencial y durante su presidencia), el argumento de la supuesta coherencia entre la medida y el objetivo de bajar las tasas de interés no se sostiene.
Trump siempre ha argumentado que los aranceles son la herramienta clave de su estrategia para “engrandecer nuevamente” a Estados Unidos. Al igual que Colbert en el siglo XVII, y Perón en el siglo XX, considera que el comercio internacional es un juego de suma cero. Desde su perspectiva, la existencia de un déficit comercial con un país determinado demuestra que la relación es perjudicial para los Estados Unidos.

Es un argumento absurdo que ha sido refutado en el plano teórico por cientos de economistas desde Adam Smith en adelante, y, más importante aún, que ha sido ampliamente refutado por la evidencia. En los últimos trescientos años el comercio internacional ha sido un generador de riqueza extraordinaria para todo el mundo.
Del anuncio oficial del 2 de abril, surge que en opinión de Trump los aumentos de aranceles son una herramienta para alcanzar la “justicia comercial” (o reciprocidad) de la misma manera que para Perón los aumentos de salarios nominales eran una herramienta para alcanzar la “justicia social”.
Básicamente, con los aranceles recíprocos busca penalizar a quienes se aprovechan deslealmente de Estados Unidos y establecer “reciprocidad” en sus relaciones comerciales. Llamémosle a este objetivo el objetivo 1 (O1). El segundo objetivo declarado por Trump es el de la seguridad nacional (O2), que se vincula directamente con el tercero, que es la reindustrialización (O3) de la economía norteamericana, que, supuestamente, a su vez le permitirá a Estados Unidos fabricar los armamentos que necesita para su defensa. Es decir, una especie de regurgitación de la teoría de “la nación en armas” de Colmar von der Goltz, que tanto le gustaba a Perón.

Lutnick agregó un objetivo adicional: los aranceles recíprocos permitirán aumentar los ingresos del Tesoro (O4), lo cual, a su vez, le permitirá a Trump cumplir su promesa de reducir la tasa del impuesto a las ganancias. Surgen aquí algunas inconsistencias. Si cae la recaudación de este impuesto, se vería comprometido el objetivo de reducir el déficit fiscal y la deuda pública, condición necesaria para que caigan las tasas de interés.
Este objetivo fiscalista también es inconsistente con O3 (la reindustrialización) que sólo se podría dar si, por la aplicación de los aranceles recíprocos, las importaciones caen de manera significativa. Bajo tal escenario, los ingresos adicionales para el Tesoro generados por esos aranceles serían exiguos.
Para el secretario del Tesoro Scott Bessent, los objetivos principales son O1 y O3, lo cual, supuestamente, permitirá que la economía se equilibre y estabilice, lo cual, supuestamente, contribuirá a que caigan las tasas de interés (O5). Esto último presupone que los aranceles recíprocos no tendrán un impacto sobre las expectativas o la tasa de inflación.
Navarro coincide con Trump en O1, O2 y O3. A diferencia de Bessent admite que los precios internos aumentarán, pero considera que es el costo que hay que pagar para conseguir O2.
🇺🇸 Los aranceles impuestos por Trump y las reacciones a ellos han provocado una de las cuatro mayores pérdidas de dos días en los mercados bursátiles desde la Segunda Guerra Mundial, en un conflicto que promete extenderse.
— Visión Liberal (@vision_liberal) April 7, 2025
🇩🇪 Para los economistas del Deutsche Bank la medida… pic.twitter.com/FTMRiqBkyi
En la «magasfera» hay quienes afirman que hay otro objetivo, que vendría a ser O6: los aranceles recíprocos son una herramienta para negociar el fin del proteccionismo. Es decir, para llevar al mundo al libre comercio. Las declaraciones de Trump y sus funcionarios no dan sustento a esta hipótesis. Para los fanáticos, eso es obvio, ya que se trata de una estrategia secreta que demuestra, una vez más, la genialidad del presidente.
El cálculo de los “aranceles recíprocos” anunciados con bombos y platillos el 2 de abril echa luz sobre cuál fue el objetivo buscado con su implementación. Básicamente este cálculo se basa en una fórmula desarrollada en un paper académico publicado en 2021 que cuantificó el impacto del aumento de los aranceles sobre los precios internos durante la primera presidencia de Trump. Uno de los autores de este trabajo es Alberto Cavallo, hijo del ex ministro de Economía argentino.
Según la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), que realizó los cálculos, con esta fórmula se estimó el arancel que, en teoría, elimina los déficits comerciales con cada país. A los países con los que Estados Unidos mantiene un superávit comercial se les aplicó un arancel mínimo de 10% (el caso de Argentina, Brasil o Colombia). No se sabe muy bien con que criterio se hizo una excepción con Rusia y por qué se le aplicó un arancel de cero.

La fórmula en cuestión tiene dos componentes. El primero surge de dividir el superávit comercial de un país con Estados Unidos por el valor de sus exportaciones. Este ratio se divide por un factor de ajuste que refleja numéricamente cuan sensible es la demanda de los productos que exporta un país determinado a Estados Unidos al aumento de los aranceles.
El factor de ajuste tiene dos compontes: 1) la elasticidad de la demanda de productos importados a variaciones en sus precios domésticos (e), y, 2) la sensibilidad de estos precios (pass through) al aumento de los aranceles (φ).
Con esta fórmula la USTR estimó, para cada país, el “arancel recíproco” que eliminaría su superávit comercial con Estados Unidos. Por ejemplo, si el país A exportó US$3,4 millones a Estados Unidos y tuvo un superávit comercial de US$1,2 millones, el primer componente de la fórmula toma un valor de 0,35.
Para el segundo componente, la USTR estimó que e es igual a -4 y que φ igual a 0.25. Es decir, qué si el precio de un producto importado aumenta 1%, su demanda caerá 4%, y, que si el arancel se aumenta en 1% el precio interno aumentará 0,25%. Consecuentemente, el factor de ajuste es igual a 1 (4 x 0,25), y, por lo tanto, el arancel recíproco es igual a 35% (35%/1). Con la imposición de este arancel, supuestamente las exportaciones a Estados Unidos del país A caerían en US$1,2 millones, y, presto, la balanza comercial quedaría equilibrada.
[Lo urgente y el diseño del mejor país]
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⭕ En esta segunda entrega, Miguel Ángel Troitiño, Capitán de Navío de Infantería de la Marina (RE), diseña un Plan Integral para transformar a la Argentina en potencia mundial en cuarenta años.
‼️ Resalta los sobrados recursos naturales… pic.twitter.com/oHIgkHNCBP
Hay dos problemas con este enfoque. Primero, como explica cualquier manual de economía, la noción de que la balanza comercial debe estar equilibrada no tiene sentido. Además, como observó uno de los autores del paper de donde surge la fórmula, «los desequilibrios comerciales entre dos países pueden surgir por muchas razones que no tienen nada que ver con el proteccionismo». Por lo tanto no es la metodología adecuada para estimar aranceles recíprocos. En segundo lugar, la USTR calculó mal la fórmula. Basándose en datos de 2018 y 2019, Cavallo y sus colegas estimaron que φ es cercana a 1, en lugar de 0.25. Esto implica que la USTR sobreestimó el arancel necesario para equilibrar el comercio bilateral. Con φ = 1, el factor de ajuste (ε * φ) pasa de 1 a 4, y el arancel recíproco debería ser 8,75% en vez de 35%.
Para poner el análisis en contexto, las importaciones del resto del mundo son US$3,4 billones y el déficit comercial de Estados Unidos es de US$1,2 billones. Esto quiere que, a nivel agregado, si aplicamos la fórmula el arancel promedio debería ser 8,75%. En vez, se estima que con los aranceles recíprocos anunciados el 2 de abril se ubicará entre 20 y 25%. El promedio será mayor si se desata una guerra comercial con China.
Volviendo a la supuesta racionalidad de la medida, el argumento de que para bajar las tasas de interés hay que aumentar los aranceles es muy endeble. La relación entre ambas variables es compleja e indirecta. Por ejemplo, durante el primer mandato de Trump, los aranceles de 2018 inicialmente elevaron las tasas al generar inflación, y solo las bajaron en 2019 al desacelerar la economía.

Si el objetivo de Trump hubiera sido reducir las tasas de interés, la política más indicada debería haber sido anunciar un programa creíble de reducción estructural del gasto público y el déficit fiscal. Tampoco es una medida racional si los objetivos son O1, O2, O3 y O4. Especialmente en vista de la reacción de los mercados. Se generaron pérdidas de US$7-8 billones para resolver el problema un déficit comercial de aproximadamente US$1,2 billones. No sólo no era necesaria esta medida, sino que había instrumentos menos costosos y disruptivos para conseguir cualquiera de los objetivos mencionados.
Si el Congreso no interviene, el aumento de aranceles recíprocos anunciado por Trump no sólo perjudicará a Estados Unidos sino también al resto del mundo, que pasará de un sistema de organización del comercio basado en reglas e instituciones como la OMC a un sistema intervencionista y discrecional dependiente de una sola persona. El daño es incalculable. Para la Argentina indudablemente contribuirá a complicar el panorama.