Volver a las raíces. El poder es del ciudadano.
Hay una frase de Murray Rothbard en su texto “Anatomía del Estado” que siempre me hizo ruido.
Refiriéndose al apoyo que necesita un gobierno dice asi: “Este apoyo se debe hacer notar, no necesariamente debe ser entusiasmo activo, muy bien puede ser resignación pasiva, como ante una inevitable ley de la naturaleza…”
Muchas veces me pregunto si nuestra sociedad no está en ese estado de resignación pasiva. Como si todo los que nos pasa fuera inevitable, sobre lo que no tenemos ningún poder de decisión.

Este estado de parálisis, no nos deja ver las cuestiones más elementales que se nos ponen a consideración.
Cuestiones que rayan la obviedad más absoluta y que sólo necesitan que apelemos al más puro y sensato, sentido común.
Por más que lo quieran enrevesar con ideología (sea de izquierda, derecha, colectivista, estatista o lo que sea), lo que nos falla a los argentinos una y otra vez como individuos y como sociedad en definitiva, es la apelación al más puro sentido común.
El día en que la mayoría de nuestra sociedad abandone la idea de entender la realidad bajo el prisma ideológico y empiecen a ver lo que nos pasa con un pensamiento crítico y propio, ese día vamos a retornar a la senda del progreso marcada por el proyecto alberdiano.
Por ejemplo hace unos días le preguntaron al ministro Guzmán “¿Cuándo vamos a bajar el gasto público?” Y el ministro contestó socarronamente “¿Y porque habría de bajar el gasto público?”

La respuesta es una obviedad total y sin embargo seguimos discutiendo hace un siglo, si la tierra es redonda o no.
Argentina tiene déficit fiscal hace 109 de los últimos 119 años. Es decir que su Estado gasta más de lo que recauda. Así se sencillo. Díganme ustedes.: ¿es viable llevar sus economías domésticas de esta forma? ¿Por qué creemos que en un Estado si lo es?
El Estado no genera recursos, sino que los obtiene de sus ciudadanos a través de los impuestos, deuda o el impuesto inflacionario a través de la emisión monetaria. Si el Estado gasta $1000. ¿Qué pasaría si gastara $500? Esa diferencia se quedaría en los bolsillos de los ciudadanos.
Por ejemplo, ayer llevé a mi hijo a comer una hamburguesa. Pagué $ 900 pesos, de los cuales $ 450 eran impuestos. Comimos dos, pero pagamos la comida equivalente a 4 personas.
Imagínense como golpea esta realidad en los sectores más vulnerables de la sociedad.

El estado y los políticos, que se llenan la boca hablando en defensa de los pobres, los están hundiendo cada vez más profundo en la pobreza. No encuentro ejemplo más claro del síndrome de Estocolmo, que parte de la sociedad argentina.
Mientras más grande es el Estado, más pobres son sus ciudadanos y mientras más pobres somos, menos ahorro hay, lo que lleva a un círculo vicioso de menos inversiones, menos puestos de trabajo, peor calificados y peores salarios.
En definitiva una sociedad decadente.
Los políticos se alimentan, enriquecen y escudan en la delegación de la representación que les otorga el voto. Nuestro sistema de democracia representativa, aleja al ciudadano de sus representantes. Licúa el control necesario que debemos llevar sobre los asuntos de gobierno y la administración de lo público.
¿Y cómo cambiamos esto? ¿Cómo volvemos a empoderar al ciudadano? ¿Cómo volvemos a los principios alberdianos de limitación del poder? El camino es llevar adelante un proceso de municipalización. También llamado descentralización de la política.

Cada jurisdicción deberá vivir con lo suyo, lo que hará que los políticos se preocupen por
moderar sus presupuestos y atraer inversiones.
Descentralizar la política facilitará que nosotros, los ciudadanos, seamos mejor representados y controlemos más efectivamente como se administran nuestros recursos.
Luego es fundamental revisar el sistema de elección y plantear requisitos, tanto para elegir como para ser elegido.
Como última reflexión, tengan presente que no existe una única medida para solucionar el caos en el que vivimos. El desajuste es tan grande que cualquier tema que toquemos requiere el complemento de 4 o 5 medidas más.
Pero en esencia es muy sencillo todo y como dije antes sólo sentido común.
Argentina necesita un sector privado pujante y en crecimiento. Y esto solo lo va a conseguir limitando al sector público.
Y la primera medida que debemos entender es que el poder y los recursos no son de la política, son de ustedes, los ciudadanos.
No necesitamos señores feudales o cuasi monarcas. Necesitamos libertad.