Pueblo, estado, enemigo: viaje a las entrañas del populismo
José Ignacio Torreblanca* Pueblo, Estado, enemigo. Ese es el cóctel imbatible del populismo, me dice uno de mis interlocutores. Escribo estas líneas desde Buenos Aires, invitado a hablar en varios foros sobre qué le pasa a Europa y cuál es su futuro. Sin duda, para quienes como yo se sienten atraídos por el auge de los populismos en la vieja Europa y quieran bucear en los orígenes de este fenómeno, este es el sitio clave.
Son tres los elementos que arman el populismo, dicen los locales.
Primero, el pueblo siempre tiene razón (aunque no la tenga) porque se enfrenta a una élite corrupta que secuestra su bienestar derechos y libertades. Nada puede pues detener a la mayoría en una democracia: todas las instituciones que típicamente limitan el poder de esta mayoría (la prensa libre, el estado de derecho, la oposición, los controles políticos, la división de poderes) están de más y deben hacerse a un lado.
Segundo, el Estado siempre tiene razón frente al mercado. Da igual que se equivoque y genere escasez en lugar de crecimiento, que combata la pobreza con subsidios y subvenciones que la acentúan y que se coma los ahorros de la gente con políticas inflacionarias: los mercados son malvados y debe ser domesticados o, mejor, estatalizados.
Tercero, el gobierno nunca fracasa por sus errores, sino por culpa de conspiradores, generalmente externos pero con aliados internos, que obstaculizan o impiden el éxito en sus programas.
El populismo es nacionalista pues siempre busca un enemigo exterior (los mercados financieros, Occidente) y se envuelve en la bandera.
Gobernar para satisfacer a la mayoría supone tomar medidas contra estos conspiradores, arrinconarlos y expulsarlos de la política.
El flujo de las ideas va en ambos sentidos: mientras muchos en América Latina buscan en la vieja Europa la inspiración para construir localmente una cultura democrática basada en los derechos fundamentales, otros en Europa buscan en América Latina la inspiración para construir proyectos populistas. España, que durante mucho tiempo quiso exportar a Latinoamérica su proyecto democrático, abierto, integrado y de cohesión social, se encuentra ahora con que algunas de las ideas y proyectos que han visto la luz a este lado del Atlántico en las dos últimas décadas (el zapatismo mexicano, las dinámicas participativas anti-globalización de Porto Alegre, o las auditorías de la deuda llevadas a cabo en Ecuador) tienen un enorme ascendiente sobre partes importantes de la izquierda española. Ideas de ida, ideas de vuelta.
- Artículo publicado en blog El País, España (2014)