Por Fernando H. Valls para La Vanguardia. Elon Musk ha pasado el mes de agosto significándose políticamente y ha empezado en septiembre haciendo lo mismo. La tercera mayor fortuna del mundo está preparando el terreno para impulsar la candidatura de Trump en las decisivas elecciones de noviembre. Hace unos días le entrevistaba a X, no sin problemas técnicos, y le ofrecía apoyo para difundir sus posicionamientos. La hermandad de Musk se amplió el lunes en Milei. “Está haciendo un trabajo increíble volviendo a Argentina a su grandeza”, le alabó. En el lado opuesto, entre los rivales del excéntrico empresario, se encuentra Lula en Brasil, donde la justicia acaba de bloquear el acceso a la red social.

Musk también ha tenido con Starmer un recibimiento hostil. A Macron también le ha lanzado un aviso, pidiéndole que aclare por qué han detenido en Francia al jefe de Telegram, el empresario de origen ruso Pavel Dúrov.
Todos estos posicionamientos no son casuales. Musk está inmerso en una cruzada ideológica que busca ganar incidencia en la vida política de Estados Unidos y, por extensión, de Europa. Bajo la autodefinición de ser un “absolutista de la libertad de información”, sus maniobras se asemejan a las del propio Trump.
💥 Elon Musk (@elonmusk) el "influencer" más popular del planeta (con 190 millones de seguidores), y al mismo tiempo el billonario más conocido del mundo, se jugará por la campaña de @realDonaldTrump, a la que donaría 45 millones de dólares mensuales ("un vuelto" para semejante… pic.twitter.com/tQzGzxVBvS
— Visión Liberal (@vision_liberal) July 17, 2024
Desde que las redes sociales fueron de consumo masivo, ha existido injerencia, pero que esta influencia provenga del propietario de la aplicación es algo inédito. Hay quien denuncia que desde el cambio de propiedad X se ha convertido en un estercolero donde ya es complicado opinar sin ser insultado y donde diferentes teorías conspiranoicas campan a sus anchas sin censura alguna. No les falta razón. Comprobar cómo fluyen los debates sobre la inmigración o la financiación singular de Cataluña, las cuestiones más candentes en el verano europeo, aleja a cualquier persona con sentido común. Hay usuarios, de hecho, que deciden tocar el dos y marcharse del fangar. Pero esta actitud quizá no sea la más acertada.
Durante el, por el momento, único mandato de Trump hubo en Estados Unidos un debate en el gremio de periodistas sobre cómo afrontar la agresiva campaña que planteó el presidente contra los medios de comunicación. Lo cuenta Martin Baron, que fue director de The Washington Post en su último libro, titulado ‘Frente al poder’ . El periodista, premio Francisco Cerecedo, relata que existió una corriente de periodistas que optó por posicionarse ideológicamente. Creyeron que no podía ser neutral, sino que era necesario combatir el discurso trumpista incluso arriesgándose a abandonar la teórica objetividad que se presupone a los profesionales de la información. Baron no fue de esa opinión y optó por explicar los hechos cómo son. El lector, inteligente, podría sacar sus propias conclusiones. Fue el momento en que acuñó la frase “nosotros no estamos en guerra, presidente, estamos trabajando”.
Fernando H. Valls
Periodista del diario español La Vanguardia
“Desde que las redes sociales fueron de consumo masivo, ha existido injerencia, pero que esta influencia provenga del propietario de la aplicación es algo inédito“
Por el momento no se ha inventado una red social que pueda sustituir a X como el mejor lugar de encuentro entre políticos, periodistas y población informada o interesada para ampliar horizontes. Por eso lo más recomendable es continuar entrando y saliendo, a modo de incursión. Con apriorismos, sin una dependencia excesiva. Con precaución también. Conociendo las intenciones de Musk. Y teniendo en cuenta que la mayoría no está en guerra contra nadie, simplemente está tuiteando.