21/10/2025

Mentime que me gusta: las fake news son un negocio redondo que eclipsa la verdad

Desde que el hombre aprendió a hablar, existe la mentira. Ya lo dijo Oscar Wilde: “Quien dijo la primera mentira fundó la sociedad civil”. Y el hermano menor de la mentira, el chisme, caminó a la par. El chisme fue la primera fake news. Que se “viralizó” con la irrupción de los medios y su línea editorial, un eufemismo para justificar por qué se divulgaban determinadas noticias y otras no.

Pero cuando llegó internet, la mentira encontró su mejor propalador. Allí se alojó, en las cómodas y serviciales redes sociales, dispuestas a darles clic, retuitear, “likear” y otras acciones amplificadores del mensaje, sea real o inventado -¿qué mas da?.

Las fake news son un negocio. A “alguien” le sirven. Sean como anzuelos para aumentar los clic en una publicación o para bastardear un rival político o una marca comercial. Los gobiernos están en una encrucijada frente a ese enjambre de información que circula anárquicamente por las redes como antes se hacía de boca en boca. Las fake news no son improvisadas ni están para dar “gracia”: son un experimento científico que lograron un objetivo impensado: ser más relevantes, leídas y compartidas que las noticias verdaderas.

Un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) publicado en Science, reveló esa auténtica proeza de la mentira. Luego de analizar 126 artículos que deambulan por Twitter, leídos por tres millones de usuarios, el informe fue concluyente: las noticias falsas se propagan un 70% más que las verdaderas. Y de todos los colores: política, salud, ciencia, cataclismos. El tema es lo de menos, el “gancho” es que se viralizan los contenidos que llaman la atención o que coinciden con un pensamiento previo del titular del “retuit”. Y no necesariamente interesa que sea cierto.

En las redes sociales hay innumerables ofertas en línea que confirman la propia opinión, dice Zick. “Por eso muchos solo leen o ven canales que corresponden con su opinión. Es más que una burbuja, es una especie de universo paralelo que satisface todo tipo de necesidades”.

El miedo juega un papel importante en esto, dice el profesor de Psicología Andreas Kappes, de la City University de Londres. “Puede ser, por ejemplo, que alguien tenga miedo a las agujas y que por ello no quiera que le apliquen vacunas”, explica. La persona busca entonces información que refuerce que las vacunas son peligrosas y que no hay que vacunarse.

“Así que antes de preguntarse ‘¿por qué la gente no cree en la ciencia?’, hay que cuestionarse por qué no quiere creer en la ciencia”, señala Kappes. Según él, el problema no reside en si las personas son cultas o incultas.

Si la noticia infunde miedo, es válida. Si duplica la bronca, vale. Si genera desconfianza, recelo, angustia, preocupación…se comparte. A diferencia de las noticias verdaderas, la sensibilidad del lector es clave para viralizar un contenido. Los bots no distinguen entre verdadero y falso, replican sin mayores consideraciones. Pero la emocionalidad del lector, su postura política, su indignación frente a un hecho determinado, la necesidad de contar con adhesiones a una forma de pensar impulsan más a compartir una noticia que la “simple” verdad.

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