16/06/24

Juan de Mariana, el «Milei» del Siglo XVI que molestaba con su discurso antisistema

El 21 de junio próximo, el presidente Javier Milei volverá a España para recibir un premio por sus ideas. Por su trayectoria en defensa de las ideas de la libertad, el premio será entregado por el Instituto Juan de Mariana, quien todos los años realiza un evento «tope de gama» para los liberales de la Península. Este mismo galardón ya lo recibieron pensadores y catedráticos de talla internacional como Anthony de Jasay, Carlos Rodríguez Braun, Jesús Huerta de Soto, Alberto Benegas Lynch (h), Antonio Escohotado, Alejandro Chafuen. Desde 2007, la Institución avala y promueve a los máximos exponentes del pensamiento liberal. Ahora le toca el turno a Milei, que entrará a la Galería del Pensamiento porque -según argumentan en la web- «está haciendo todos los esfuerzos para darle la vuelta al modelo argentino de pobreza. Con el recuerdo de la Argentina liberal que asombró al mundo, pero también sobre la base de una concepción correcta de la teoría económica y una filosofía libertaria, Javier Milei quiere llevar a su país por el camino de la libertad. Un camino que Argentina había abandonado».

Para recordar quién fue Juan de Mariana y por qué este premio lleva su nombre, Visión Liberal rescata este artículo escrito por Alba Pérez Romero, quien de manera didáctica y clara recuerda las «tropelías» que Juan de Mariana, un jesuita irreverente que cambió el tono del debate. Cualquier parecido…

LOS LÍOS QUE SE LA PASÓ HACIENDO JUAN DE MARIANA

Juan de Mariana (1536-1624) fue, al decir de Murray Rothbard en su “Historia del Pensamiento Económico”, un “erudito extremista”. 

Y es que como nos suele suceder con frecuencia a los liberales, Juan de Mariana se las arregló para meterse en repetidos problemas con las autoridades tanto civiles cuanto religiosas. Y como era previsible, sus obras fueron secuestradas, tachadas, destruidas, él mismo terminó encarcelado y padeció toda la típica catarata de epítetos y sanciones que suelen recibir quienes valientemente enfrentan a gobernantes poderosos y de pocos escrúpulos … 

¿Cómo sucedió todo eso? Pues porque escribiendo irreverentemente desde su residencia toledana, este jesuita nada convencional se despachó sin cuidado alguno sobre temas sumamente “espinosos”: justificó el tiranicidio y denunció la inmoralidad de la manipulación monetaria y el impuesto inflacionario.  Casi podríamos imaginarlo debatiendo airadamente en un programa de televisión. 

Si tuviéramos que elegir solamente tres elementos centrales de su pensamiento, los más medulares para nosotros serían los siguientes:

  • En primer lugar, su tesis, precursora del pensamiento de Locke, de que el origen y la justificación de la propia existencia de un gobierno es la protección de los derechos de propiedad de los gobernados, derechos éstos preexistentes e inalienables, y que como tales marcan un límite a la acción gubernamental.
  • Segundo:  en tenaz oposición a la marea absolutista que invadía por entonces el mapa europeo. y particularmente a la doctrina de aquellos que sostenían su “derecho divino”, Juan de Mariana era implacable al asignar la etiqueta de “tirano” a quien quisiera establecer impuestos sin consentimiento del pueblo o impidiera la reunión de un parlamento democrático. Y en caso de producirse tales situaciones, consideraba enteramente moral asesinar a tal tirano por cualquier método que fuese.  Concluía así, además, que lo más sano y lógico sería que fueran los gobernantes quienes temieran a sus pueblos -y no a la inversa- y, sobre todo, que empezaran a tomar nota de que en cualquier momento podrían ser conminados a rendir cuentas. Después de estas “fuertes declaraciones” era poco probable que a Juan de Mariana lo invitaran a la Corte a tomar el té …
  • Pero lo peor fue cuando resolvió abordar en sus escritos temas monetarios. Efectivamente, en un breve tratado bajo el título “De monetae mutatione” (traducible como “Acerca de la alteración de la moneda”), Juan de Mariana osó denunciar nada menos que al rey de España, Felipe III, acusándolo de robar al pueblo y dañar al comercio. ¿Cómo? Porque para liquidar la deuda pública, Felipe había pergeñado una maniobra consistente en degradar en dos tercios las monedas metálicas (de cobre) de uso corriente. En otros términos, había triplicado su oferta. Y al respecto explicaba Mariana que de este modo el monarca, obrando de esta manera solapada, cínicamente, había cargado un inmenso impuesto inflacionario sobre la propiedad de todos sus súbditos. 

Como era previsible, ni bien se enteró, Felipe acusó de lesa majestad al sabio anciano (que por entonces andaba ya por los 73, aunque llegaría a los 88), lo mandó “de patitas a la cárcel” y por las dudas, ordenó a sus funcionarios salir raudamente a comprar todos los ejemplares que pudieran encontrar de “De monetae mutatione” y, por supuesto, destruirlos. (¡Rápido, antes de que nadie los lea!!!!)  Aún después de muerto el autor, la Inquisición española expurgó las copias remanentes, eliminó páginas, tachó con tinta párrafos enteros, y puso la obra en el Index de libros prohibidos (Index que, dicho sea de paso, subsistió hasta el año 1966.)

De resultas de esta salvaje censura el texto permaneció ignorado durante 250 años y apenas sobreviven algunas copias completas. En Estados Unidos, por ejemplo, hay una sola, en la Biblioteca Pública de Boston. Todo por señalar la intromisión gubernamental en el valor de mercado de la moneda …

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