Borges: un referente liberal
A 121 años del nacimiento del, muy probablemente, mejor escritor argentino de todos los tiempos, me veo en la labor de hablar de su faceta política. Su ideología contraria a la predominante entre los literarios de la época le negó el premio Nobel en numerosas ocasiones, aunque eso, en mi opinión, no hace más que enaltecer su figura.
Jorge Francisco Isidoro Borges Acevedo nació el 24 de Agosto de 1899 en Buenos Aires, ciudad en la que hizo sus primeras andanzas en el mundo de la literatura. Posteriormente, se movilizó hacia Ginebra junto con su familia en el año 1914, aunque este sería su hogar por tan solo cinco años, cuando se paseó por Barcelona para finalmente asentarse en Palma de Mallorca, último destino de ésta etapa en el viejo continente, donde redactó “Los ritos rojos”, poema que alababa la revolución comunista de 1917.
Esto último, su benevolencia y esperanza puesta en el comunismo soviético, demuestra que incluso los sabios rectifican, ya que posteriormente Borges emprendió una liberalización ideológica.
Frente a la interrogante de su opinión sobre el comunismo afirmó lo siguiente: “Me han enseñado a pensar que el individuo debe ser fuerte y el Estado débil. No podía entusiasmarme una teoría en la que el Estado sea más importante que el individuo”.

“Soy un conservador, pero ser en mi país conservador no significa ser una momia, significa, digámoslo así, un liberal moderado. Si se es conservador en la Argentina nadie piensa que se es un fascista o un nacionalista.”
Algunas décadas después dijo ser “un humilde anarquista spenceriano” que cree en el individuo y no en el Estado. Aunque cuando se estudia a fondo la posición de Borges como anarquista spenceriano se puede ver una tendencia más bien libertaria y no precisamente anarco-capitalista. Sin embargo en “Utopía de un hombre cansado” vaticinó el final de los gobiernos, como estos caerían en desuso.
El autor en cuestión se posicionó abiertamente contra toda clase de regímenes colectivistas como el nacionalismo, al que declaró como “el mayor mal de nuestro tiempo”, también atacó al fascismo y al anti-semitismo, este último parafraseando a Mark Twain, dijo “no pregunto de qué raza es un hombre, basta que sea un ser humano, nadie puede ser nada peor.”
Sus críticos suelen tratar de arremeter contra él por su visita a Chile en 1976 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, su defensa del golpe de Estado cívico-militar en Argentina durante el mismo año y sus durísimas críticas al sistema democrático que pueden ser resumidas en la siguiente declaración: “la democracia es el abuso de la estadística.”
Aunque estos hechos son parciales, ya que del primero y el segundo se arrepintió años después y el tercero es una eterna disputa en la mente de los liberales, haciendo eco de los dichos de Ricardo López Murphy en una charla dada en el 2013, no es el mejor sistema posible, pero es el mejor sistema existente.
En conclusión, es por su figura como uno de los mejores escritores de la historia, su inmensa y exhaustiva defensa de la individualidad y, por ende, sus incesantes ataques al colectivismo que busca reprimir las genialidades de las que es capaz el hombre que podemos considerar a Jorge Luis Borges como un referente liberal al que admirar y recordar.