A la hora de introducir al pensamiento liberal, dos curiosos relatos, escritos hace casi 200 años, siguen aún vigentes. Ambos surgieron de la pluma de Frederic Bastiat, nacido el 30 de junio de 1801, y a quien hoy rendimos homenaje. ¿Cuáles son esos relatos? La petición de los fabricantes de velas y La Falacia de la ventana rota, ambos claros exponentes de la importancia del ingenio para difundir ideas.
Bastiat perdió a su mamá a los 7 años y a su papá a los 9, y fue educado por su abuelo y su tía. Heredero de la finca familiar, a los 24 se convirtió en hacendado. Prestó servicios como juez rural y hasta probó armar una compañía de seguros en Portugal. Pero eran otras las temáticas que lo apasionaban. Y así fue como se instaló en París y fundó la Asociación para la Defensa del Librecambio, de cuyas publicaciones fue editor en jefe. Y tras la revolución de 1848 fue electo para integrar las asambleas – la constituyente, primero y la legislativa, después- espacios donde abogó incansablemente por la reducción del gasto público y de los impuestos.

“La petición de los fabricantes de velas” y “La Falacia de la ventana rota”, son dos claros exponentes de la del ingenio de Bastiat para difundir ideas liberales.
En apenas seis años, entre 1844 y 1850, nos legó una obra sustancial: los Sofismas económicos, el Ensayo sobre lo que se ve y lo que no se ve, y ese tan breve como poderoso escrito titulado La Ley.
Su influencia fue amplia. Desde el italiano Francesco Ferrara al sueco Johan August Gripenstedt, y desde el austriaco Friedrich von Wieser al estadounidense Henry Hazlitt, muchos fueron los que abrevaron en sus ideas.
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