Atrapados en el Día de la Marmota
Argentina está enfrentando una crisis sin precedentes. Lo últimos datos lo confirman: caída del PBI del 19,1% en el segundo trimestre, un desempleo del 13,1% que está suavizado por la caída de la Población Económicamente Activa (PEA) (según la Fundación Libertad y Progreso, si la PEA sea hubiese mantenido el desempleo sería del orden del 29,3%), y la pobreza en el primer trimestre del año es del 40,8% de la población.
Estos datos angustiosos tendrían que hacernos reflexionar acerca de cómo llegamos hasta acá y como tenemos que salir de esta situación insostenible.
Lo primero que quiero aclarar es que no se llegó a esta realidad por la pandemia. La pandemia acentuó una caída que venía encaminada. Y esto sucede porque hace décadas que Argentina viene haciendo lo mismo. Las discusiones públicas son las mismas desde hace años. No más falta agarrar una noticia de hace 10 años y tranquilamente se podría publicar en un medio actual. Controles de precios, expectativas de devaluación, retenciones, sustitución de importaciones, caída de reservas, etc. Argentina está atrapada en el Día de la Marmota.
Y estamos atrapados porque no entendemos que no se puede salir adelante con un Estado tratando de manejar toda la economía, diciendo quienes pueden hacer esto o aquello. El ejemplo más claro hoy en día es el BCRA diciendo quienes pueden comprar dólares o no. En un país libre la autoridad monetaria no tiene que preocuparse si una persona quiere ahorrar en dólares o en la moneda nacional, lo que realmente le importa es que la moneda que emite tenga reserva de valor para que los ciudadanos puedan confiar en la misma y que luego ellos mismos decidan voluntariamente en donde colocar sus ahorros.
Para salir de la crisis, Argentina necesita que el sector privado se ponga de pie. Para ello, es crucial crear las condiciones para que los empresarios tengan los incentivos para incrementar la producción y contratar más empleados. De esta manera, es condición necesaria tener reglas claras y creíbles, que le aseguren al empresario que no se van a cambiar de un día para el otro. También tenemos que simplificarles la vida a los empresarios. Para empezar, es menester eliminar regulaciones innecesarias e impuestos distorsivos que desincentivan la producción. Recordemos que el motor del crecimiento de la economía es el sector privado, único generador de riqueza en cualquier país del mundo.

Y acá es donde lo veo al gobierno en el camino equivocado. Varios interlocutores del equipo económico y hasta el mismo Presidente, afirmaron que la economía se recuperará gracias a la intervención del Estado. Por esa razón, prevén ampliar enormemente el gasto en obra pública para el año que viene. Ahora bien, ¿De donde salen los fondos para esa obra pública? El gobierno cuando ve a un obrero trabajando en la obra pública piensa “si no fuese por mí, él no tendría empleo”. Lo que no piensa es en el empleo que no se creó a causa de los impuestos que tuvo que recaudar para poder pagarle el sueldo al obrero, dinero que el sector privado hubiese asignado mucho más eficientemente que el Estado. Esto lo explica mucho mejor Frederic Bastiat en su texto “Lo que se ve y lo que no se ve”.
Así es como el gobierno piensa salir de la crisis. Tomando recursos del sector productivo a través de impuestos (incluyendo el impuesto inflacionario) para volcarlo en obra pública. Lo único que va a generar es una mera redistribución de recursos desde un sector a otro destruyendo los incentivos a producir y crear empleo genuino.
Para salir del Día de la Marmota y empezar a discutir problemas nuevos como se discuten en otros países, tenemos que dar vuelta la página y hacer las reformas estructurales que se hicieron en todos los países que salieron adelante. La única forma de volver a ser el país próspero que fuimos a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX es dejar que el Estado sea el que guíe la economía y pasar a que el mercado empiece a actuar por si mismo. El individuo volver a tener el poder de decidir qué hacer con su vida, cómo vivirla y con quién vivirla.