La realidad es un fijador de las reglas de juego para cualquier análisis, un absoluto infranqueable. Mas a pesar de su implacabilidad fáctica, la práctica de desoír lo que la siempre presente dicta es recurrente, y se ve especialmente reflejada en el grupo de personas dedicadas a la actividad intelectual que acampan al costado izquierdo del camping político.
No importa si la verdad danza desnuda frente a sus narices en un descontrolado baile ritual, no importa si la cocina se ha prendido fuego y ya desde el comedor pueden observarse sus llamas y el humo empieza a afectar los pulmones; si alguien está empecinado en negar o evadir la evidencia más cristalina encontrará en su mente motivos para hacerlo o los fabricará rápidamente para hallarlos al instante.

Cuando se trata de la izquierda intelectual, la ecologista y la pedagoga social, millones de árboles pueden ser talados con tal de asentar en incontables páginas las cavilaciones que explican esa extraña percepción de que A no es A, y que hay posibilidades dialécticas e incluso mérito en la contradicción.
El presente contexto de pandemia declarada ante el esparcimiento del coronavirus (COVID-19) ha hecho las veces de nuevo escenario para que este desafío a lo existente, lo patente, lo obvio y lo evidente suba y haga su número frente a un público dentro del cual algunos ya consumieron anteriores obras y no tienen defensa cuando les presentan algo similar para consumir.
Las recetas colectivistas de la izquierda
De modo que, con el talante de quien no se cansa de perder batallas y ser desmentido, la izquierda intelectual posmoderna propone sus siempre maquilladas pero harto conocidas recetas colectivizadas; y con la fragilidad de quien no se cansa que le mientan, una cantidad de receptores se levanta a aplaudirlas a pesar que cada clap erosiona una parte irremplazable de su individualidad rendida.
La situación que se genera es un nuevo ataque frontal al capitalismo, o al difuso, no identificado y significante vacío “neoliberalismo”, y la correspondiente exhortación a adoptar el socialismo.

Y en dicho marco el coronavirus, dependiendo el enfoque conveniente es villano, héroe, o invento.
El coronavirus es un villano que mata gente desprotegida cuyo origen y esparcimiento recae en la culpa del capitalismo que no provee sistemas de salud efectivos.
Pero el coronavirus también es un héroe porque pone en jaque las estructuras del capitalismo global y está sembrando las minas que detonaran sus piernas y provocaran su estrepitoso derrumbe durante décadas ansiado.
Pero cuidado, porque el coronavirus también puede ser un invento de los medios de comunicación masivos del capitalismo para generar pánico a los residentes en los estados capitalistas que están experimentando con el control poblacional y calculando asesinatos al por mayor para
renovar la matriz productiva.

En todo y cualquier caso, para la izquierda intelectual el coronavirus es un fenómeno
íntimamente relacionado al capitalismo, y es solamente a partir de este que podemos
entenderlo, encuadrarlo, analizarlo y evaluarlo.
La solución viene de la mano del socialismo, su manejo estatal de la situación y la solidaridad que inspira en la sociedad.
Pero echar un vistazo a los hechos y no a las abstracciones imaginarias, y poner el punto de
arranque en la realidad y no en la ideología, permiten efectuar otro tipo de consideración –a
partir de lo que sabemos hasta aquí, no de lo que deseamos que fuese cierto aunque
colisione con la evidencia-.
El origen del virus
El coronavirus se originó en China. Hace 70 años que China es comunista. El partido
comunista chino que gobierna con autoritarismo, censura y represión tiene más de 90
millones de integrantes.
Ante la aparición del coronavirus, sus agentes se movilizaron como típicos comunistas, siguiendo los pasos de la checklist comunista ya aplicada en la Unión Soviética y Alemania Oriental, por citar algunos ejemplos.

Se ocultó el origen del virus, se
encubrió su esparcimiento, se demoró el reconocimiento ante el mundo de que ya estaba en
marcha, se persiguió y desapareció a críticos, se atacó a profesionales de la salud que concientizaban, se comandó una operación diplomática para evadir responsabilidades y echar culpas a una potencia extranjera (Estados Unidos).
Todo lo que histórica y habitualmente han realizado los comunistas, lo llevó a cabo el régimen comunista chino.
País por país
La pandemia está afectando muchos países, la situación de muchos estados entrando en cuarentena prácticamente al unísono es inaudita, y algunos de ellos están adoptando medidas sin precedentes en sus tierras. Pero nótese que entre los más afectados, se encuentran algunos de los modelos más admirados por la izquierda.
En Europa, España está sufriendo altas tasas de contagio, muchas muertes, y la inoperancia del gobierno que hace mal las compras sanitarias y falla en equipar sus hospitales. En España gobierna el socialismo.
Si la mirada se fija en Sudamérica, se encontrará que Ecuador no da respuesta y tiene muertos en las calles que el estado demora en retirar. La izquierda gobierna en Ecuador desde hace años.
Venezuela, que no podía abastecer de papel higiénico a su población, mucho menos puede enfrentar responsablemente un virus nuevo y letal para los grupos de riesgo. Venezuela es
gobernada por el socialismo desde hace décadas.
Argentina ha aplicado el aislamiento preventivo y obligatorio para toda la población a sabiendas de que su sistema de salud no tiene suficientes respiradores, carece de un número suficiente de camas, y de formación profesional al menos para parte del personal de la salud pública.
Encima, es incapaz de organizar un cobro de jubilaciones, amontonando al grupo de riesgo de mayores de 65 años en las calles durante horas, y sus políticos practican la corrupción adquiriendo con sobreprecios alimentos para “solidariamente” repartir entre los necesitados cuando esos mismos políticos fijan precios máximos que los privados no deben superar so pena de sanción. En Argentina está gobernando en un nuevo mandato la misma izquierda que gobernó 12 de los últimos 16 años.
Mientras tanto, países que el progresismo relaciona a “la derecha”, con gobiernos más afines al capitalismo, están a la vanguardia de la investigación científica buscando tratamientos y vacunas para prevenir y curar el coronavirus. Tales son los casos de Estados Unidos e Israel.
Otros países, con mayor libertad económica que los arriba mencionados en Europa y Latinoamérica, en principio están mejor equipados para afrontar la pandemia, como Suecia –que mantiene un estado de bienestar y ha anunciado que ni siquiera decretará una cuarentena obligatoria para todos- y Chile –que en contraste con el predecesor decretó “estado de catástrofe” pero donde reconocidos izquierdistas prefieren resguardarse antes que pasar penurias en Cuba-.

Entonces, el capitalismo no aparece como el culpable del origen del virus, ni como el
responsable por los estragos causados en sociedades atrasadas, ni sus cimientos deberían temblar por el esparcimiento global.
Al contrario, es la sociedad de avanzada, tecnológica, libre, la que mejor puede descubrir el antídoto científico contra el virus, y son las sociedades abiertas y pacíficas las que mejor pueden intercambiar mercantilmente productos, servicios y conocimiento especializado para hacer frente a la pandemia en sus respectivos territorios.
Ese tipo de sociedades se dan en el escenario capitalista, no en el autoritarismo izquierdista.