“Elon, we need to talk”. Cinco palabras escritas por Javier Milei al dueño de la red antes distinguida por el pajarito, que generaron ríos de tinta y son un gran botón de muestra de lo que es el gobierno del libertario. Un gobierno poco tradicional, compuesto por gente algo antisistema, y con un basamento importante en la conversación de Twitter. No por nada Milei elige hablarle a Elon, el patrón de ese mundo, por su propia red, cuando no le hubiera costado nada hacerlo simplemente por DM.
Milei quiso que supiéramos que Elon era amigo de “las Fuerzas del Cielo”. Y probablemente Elon no estuvo en desacuerdo con la idea.

Twitter y Youtube son el paraíso libertario. Allí los hombres y las mujeres más fuertes del gobierno comentan, opinan, alaban, anuncian medidas y comparten memes. A excepción de Karina y Posse, de perfil deliberadamente bajo. En las redes se juega la competencia de popularidad de los que detentan el poder. Y hay que admitir que por el momento, tienen el dominio absoluto del terreno frente a sus más “institucionales” rivales, el PRO y el peronismo.
Retrocedamos un tiempo atrás y volvamos al mundo analógico. Allí se leían títulos como estos: “Gana Milei: Argentina al borde del abismo”. “Octubre en llamas”. “No vote a Milei”. “Milei, un peligro que crece”. “Tememos por la violencia verbal de Milei”. Estos títulos grandilocuentes no pertenecen a diarios amarillos. Son apreciaciones de los principales analistas y medio de comunicación de la Argentina. Los que leen los que deciden e invierten. Carlos Pagni, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, La Nación, TN, Clarín, y bastante más a la izquierda, Página 12, los expresaron entre marzo y noviembre. Ningún periodista o medio serio que se precie pronosticaba, y mucho menos deseaba, la victoria del candidato liberal en la Argentina.
Las encuestas no estuvieron lejos de eso. Según publicó Chequeado.com, 11 de 14 encuestas daban por seguro ganador a Massa en el balotaje.
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No sólo el despeinado libertario ganó las elecciones con todo el establishment en contra. A marzo 2024, y pese a la parálisis económica, hasta los macristas más acérrimos parecen un poco “termos” de Milei, y el ex jefe de gabinete de Cristina Kirchner, Juan Abal Medina, admitió hoy en una charla de Eseade que el kirchnerismo estaba quieto “porque está un poco desorientado con el estilo Milei”.

¿Es que los periodistas, los analistas y los encuestador argentinos vivimos en otro planeta?, se preguntarán algunos. “¿Es que el peronismo perdió el touch de las gente?”, dirán otros. “¿Es que la oposición tradicional bienpensante de Argentina se perdió de algo que pasó desde la pandemia hasta acá, y que puso en el poder al político menos esperado?”, me pregunto yo.
Hasta la pandemia, el apoyo de los medios era medular para el prestigio de cualquier partido político en el poder. Lo que los medios publicaban, era. La cuarentena “eterna” decretada por el gobierno de Alberto Fernández aceleró lo que ya pasa en el mundo: el fenómeno de la desintermediación y el acelerado pase de los medios tradicionales a los canales sociales como fuente última de la noticia. Los intermediarios están desapareciendo, y la producción de noticias en forma vertical, de editor a periodista y periodista a lector, como gran fijador del agenda setting, parece una noticia vieja.
Agregando al fenómeno de la desintermediación tenemos otro, paralelo. La explosión del video como forma de comunicar y con ello, de Youtube y de una pléyade de jóvenes influencers de nicho que pueden ser más eficientes que los medios tradicionales en llegar a los usuarios más jóvenes. Repasemos los números de suscriptores en la plataforma de video de los medios tradicionales de Argentina: La Nacion, 2 millones de suscriptores; Clarín, 505.000; La Gaceta, 177.000. Ahora veamos los números de seguidores del canal oficial del presidente electo y de los influencers liberales que hacen a las veces de evangelizadores de su mensaje a cambio de clicks: Javier Milei, 394.000; Peluca Milei, 1,3 millones; Break Point, 456.000; Los Herederos de Alberdi, 294.000; Tipito Enojado, 341.000.
Haciendo números podemos ver que esta armada invisible de fans de las redes y los videos es más voluminosa que la armada de los medios. y definitivamente más sexy, frente a la narrativa acartonada de los medios tradicicionales.
Estos datos indican que es evidente que los medios de información y las empresas dedicadas a la opinión pública en Argentina han perdido la capacidad de leer, predecir e incluso guiar a las audiencias/votantes como lo hacían otrora. Se nota la desconexión entre unos y otros. Y porque al parecer, son los dispositivos y aplicaciones tecnológicas los que están más cerca de entender las preferencias de la ciudadanía.

“Quizás sea que las redes sociales escuchan mejor a los usuarios. Quizás captan a una generación que no se siente identificada con las instituciones”.
Quizás sea que las redes sociales escuchan mejor a los usuarios. Quizás captan a una generación que no se siente identificada con las instituciones. Quizás la producción vertical de noticias debe ser reemplazada por algo afín a la modalidad horizontal de las redes. Lo único cierto es que los medios de comunicación argentinos, un actor muy importante dentro de la república como “check and balance” del poder, se deben un reset profundo de sus modos de producción y de su manera de escuchar a la audiencia.
No es un dato menor que el principal analista político del país, Carlos Pagni, no invitó en los últimos años al actual presidente a su popular programa, cuando los otros contendientes asistieron en numerosas oportunidades. Pareciera que los medios no quisieran aceptar la realidad de que muchos argentinos prefirieron a un presidente despeinado, que al candidato “correcto” que deseaba la elite (Larreta o Patricia)
Aunque el camino de solución no es claro, es menester plantearse cómo sobrevivir y debatir en un mundo donde gana el que habla mejor por Twitter o hace los mejores videos. Era mucho más cómodo para nosotros el amable mundo de los coloquios empresarios o los desayunos liberales, donde entre amigos discutíamos la gravitación del déficit. Ese mundo parece haber perdido importancia frente al Tiktok y a los Iñaki Gutiérrez de este mundo. En vez de enojarnos con una realidad que no parece tener retorno, bien podríamos entender un poco la lógica de estos liberales que, armados de un celular, se hicieron del poder en una meteórica carrera de dos años, al mando un líder más parecido a una estrella de rock que a un diputado. De que comprendamos esa situación depende nuestra relevancia futura.