18/10/2025

La libertad de la mujer no será posible mientras sea “obligada” a deconstruirse bajo otra ideología

Una reflexión sobre la mujer y la libertad.

A la hora de reflexionar sobre la libertad y la mujer, pienso que es imposible no retrotraerse a la historia. En ella encontraremos que la libertad no estuvo siempre al alcance de todos y despertó luchas que incluso conformaron movimientos que siguen vigentes hasta el día de hoy. Es el caso del feminismo, un movimiento que, teniendo ya más de dos siglos, comenzó buscando el sufragio femenino, de las libertades políticas y civiles para las mujeres.

Sin embargo, desafortunadamente hoy, y a mi parecer, los movimientos de las mujeres se han despegado de la bandera de la libertad para perseguir privilegios particulares, lo que claramente no nos asegura vivir en una sociedad más justa.

Asumo que esta transformación se da, entre otros causantes, por el olvido de la historia, por el escaso ejercicio de retrotraernos a ella; por creer que aquello que hoy vivimos y transitamos como ordinario siempre fue así.

Como mencioné, las mujeres lucharon por poder votar, y también por poder presentarse a elecciones y ocupar cargos públicos, aquello que, en definitiva, les permitirá redactar las leyes que antes las discriminaban. Como también aquellas mujeres lucharon por liberar a la mujer de las estigmatizaciones y creencias arraigadas tales como: “la naturaleza de la mujer la hace incapaz”.

Es interesante pensar que perseguían en el fondo la posibilidad de elegir y por eso me detengo a pensar que cuando hablamos de libertad no podemos a ella cortarle aquellas porciones que a uno no le gustan, como diría una gran escritora argentina “No podés dividir la libertad”.

Con esto me refiero a que no le veo sentido a aquellas políticas que impulsan movimientos feministas y obligan a la mujer a deconstruirse, a inmiscuirse en determinadas perspectivas e ideologías.

Imagino que estas mujeres en el fondo se ven impulsadas por lo que ellas imaginan es una idea del bien y quieren con ella lo mejor, pero la obligación es lo que a mi parecer es contradictorio, cruza un límite, que bordea incluso la coerción. Si queremos que la mujer sea libre también debemos aceptar que será ella capaz elegir educarse en los temas de su interés, dejando de lado aquellos que no vea útiles, necesarios, satisfactorios. Respetar eso y otorgar en primera instancia la capacidad de elegir, también es respetar a la mujer y su libertad.

Recordar entonces aquello, por lo que en algún momento las mujeres lucharon y entender también lo importante que es respetar incluso entre mujeres las elecciones de cada una es seguir sosteniendo y manteniendo en alto a esta libertad que nos permite alcanzar nuestras metas y llevar adelante nuestras vidas.

Por otro lado, también me resulta contradictorio pensar en que hoy muchas mujeres que levantan las banderas del feminismo y quieran realmente que la mujer sea libre, crean que el “empoderamiento” se logre exigiendo servicios y recursos materiales al Estado o gobierno de turno.

En mi opinión es esto un gravísimo error, ya que no solo estamos posicionados a estos entes bajo el papel de “otorgadores”, sino asumiendo que las mujeres no somos capaces de lograr por nuestros propios medios lo que queramos. Es decir, instando en sus mentes y en la sociedad, la creencia de que las mujeres realmente necesitamos de cuotas que obliguen a organismos públicos y privados a contratarnos, a cedernos un lugar. Les aseguro que lo que necesitamos son políticas que proporcionen aquello por lo que lucharon las mujeres en una primera ola del feminismo, por ser tratadas por igual ante la ley y libres de participar como cualquier otra persona en el sistema en el que estamos inmersas.

Remitiéndome a esto último, si hay un “privilegio” que poseemos y deberíamos en realidad esforzarnos por seguir poseyendo es el de vivir en un sistema económico que no discrimina la entrada a nadie, en el que  “Quien complace a los consumidores progresa” (Mises, 1996, p.16)[1]

Para las mujeres, un último mensaje: no hace falta que seamos “elevadas” a una posición de privilegio por sobre el otro sexo. Recordemos que lo primordial es poseernos, es decir, de contar con el “derecho de la propiedad de uno mismo” y con ello el derecho de desarrollarnos en total libertad.


[1] Mises. L. v. (1996): “The Anti-capitalistic Mentality”. (e.d. 2013).  Unión Editorial Argentina.

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