26/06/24

¿Qué hubiera sido de Colón y de América sin el «expertise» del empresario Martín Pinzón?

Sobre la pared de la iglesia de San Jorge en la localidad andaluza de Palos de la Frontera una placa colocada en 1910 proclama un homenaje: ”A los Pinzones, inmortales hijos de esta villa, codescubridores con Colón del Nuevo Mundo”.

Foto: Gentileza de la autora

¿Cómo que “codescubridores”? ¿Tan importantes fueron?
Ya desde el manual de tercer grado y los actos escolares a repetición, las imágenes con que evocamos el descubrimiento de América pueden reducirse a unas pocas escenas: Colón presentando el plan a los reyes sentados en sus tronos, la reina empeñando generosamente sus
joyas, los dibujitos de las tres “carabelas”, Rodrigo de Triana gritando ¡Tierra!, y Colón desembarcando, gloriosamente ataviado, de pie ante unos cuantos indios desconcertados.
Después, con suerte, memorizamos los mapitas de los cuatro viajes, y fin de la historia. Una historia tal vez romántica, pero recortada y empobrecida, que ha condenado al olvido a varios personajes sin cuya intervención la empresa no hubiera podido concretarse. Entre ellos los “Pinzones”.
Por supuesto no fueron los hermanos Pinzón los únicos “olvidados” de la historia. Por ejemplo, de no haber sido por Fray Juan Pérez, que después de la primera respuesta negativa de la corte volvió a presentar el proyecto a los monarcas con una nueva perspectiva, probablemente Colón no hubiera obtenido el favor real.

Y desde ya, de no haber sido por los miles de anónimos contribuyentes a las arcas estatales cuyos impuestos fueron asignados a la aventura, entre ellos los ciudadanos de Palos, forzados por la corona a financiar el flete de dos naves, o de no haber sido por un par de financistas italianos que asumieron el riesgo de prestar el remanente -ellos si, por decisión propia -, la expedición no habría logrado siquiera salir del puerto.
Pero hay más. Porque a la idea y a la persistencia aportadas por Colón, a la disposición para aportar dinero y a asumir riesgos (en algunos casos con dinero propio, en otros -un tanto menos admirables- con dinero ajeno), falta sumar todavía otros elementos de suma importancia, vinculados fundamentalmente al perfil “empresarial” que la aventura requería. Y eso fue lo que aportó Martin Alonso Pinzón.
En efecto, a Colón ya le habían “aprobado el proyecto” pero a la hora de llevarlo a la práctica solo había conseguido dos naves de dudosa calidad y, lo peor de todo, no lograba convocar gente dispuesta a tripularlas. Todas las “Capitulaciones” y los solemnes acuerdos con la corona, los monopolios que le fueron concedidos y sus grandilocuentes títulos eran a efectos prácticos letra muerta.

El “Almirante de la Mar Océano” no tenía marineros. Hasta que se decidió a formalizar un acuerdo con Martin Alonso Pinzón, cuyos hermanos, Vicente Yañez y Francisco Martín, también se incorporaron al proyecto. Vicente Yañez habría de ser el capitán de La Niña y Francisco Martín secundaría a su hermano mayor en La Pinta.


El rol de Martin Alonso Pinzón nos es conocido hoy gracias a un proceso judicial. Proceso que el hijo de Colón, Diego, inicio en 1508 contra la Corona para retener los títulos y cargos asignados originariamente a su padre. Esos escritos, correspondientes a lo que se conoce como “los Pleitos colombinos”, contienen los testimonios concordantes de cientos de testigos, algunos de ellos
incluso tripulantes de la primera expedición, cuyos dichos dan cuenta de la magnitud del olvido en que incurrimos respecto de Martin Alonso Pinzón en su rol de capitán de La Pinta. De hecho, el abogado de la Corona llega a postular que Colón “no fue el único descubridor de América”.

Foto Muelle de las Carabelas: Gentileza de la autora

Y las abundantes y explicitas declaraciones en que sustenta tal aserto no son en ningún momento refutadas ni cuestionadas por los abogados del hijo de Colón, reclamante en los autos. Ahora bien, ¿cuáles fueron los principales aportes de Martin Alonso Pinzón a la empresa que culminó en el descubrimiento de tierras americanas?
Por cierto, ningún viaje hubiera podido concretarse con naves inadecuadas, casi predestinadas al naufragio, o con una tripulación incompetente o insuficiente. Y en primer lugar, los Pinzón eran una familia de navegantes y armadores, con amplia experiencia. Lo primero que hizo Martin Alonso fue deshacerse de las naves que había contratado Colón y reemplazarlas por La Pinta y La Niña, a las que se añadió luego una tercera nave de mayor porte, la Santa María, que Colón se reservó para sí. Por lo demás, el prestigio del mayor de los Pinzón en la comarca de Palos hizo que bastara con que la gente supiera que él estaba involucrado en el proyecto para que las dificultades para encontrar tripulación se desvanecieran como por encanto. Y más aún, para asegurarse de no perder tripulantes valiosos, Martin Alonso además habría ofrecido dinero adelantado de su propio
bolsillo a los tripulantes como para que sus respectivas familias no enfrentaran necesidades
mientras el principal sostén del hogar estuviese embarcado.
Pero el aporte de Martin Alonso no se agota en esta etapa previa. Durante el viaje, no era la Santa María la nave que lideraba el convoy, sino la Pinta, bajo la conducción experta de Martin Pinzón como capitán. Y este liderazgo por así decir “físico” estaba además sostenido por un significativo liderazgo humano.
Ello se manifestó cuando la tripulación de la nave que comandaba Colón presentó conatos de amotinamiento, que Colón no sabía cómo manejar. Y según los relatos obrantes en las actas de los Pleitos, fue Martín Pinzón como comandante de La Pinta quien acercándose a la Santa María y hablando desde la borda, supo contener a los insurrectos y ganar tiempo suficiente para llevar la expedición al éxito.

Y fue también Martín Pinzón quien condujo a descubrir tierra más prontamente. Pues había observado aves, de esas que incursionan en el mar y luego regresan a sus nidos en la costa, lo que indicaba la cercanía de tierra. Pero al observarlas con detenimiento reparó en que tales aves volaban de regreso en dirección sudoeste. No seguían el paralelo 28 fijado como curso de
navegación por Colón.

Más aun, cuando Pinzón le sugirió al almirante cambiar levemente el rumbo, este primero se negó. Solo al día siguiente se avino a hacerle caso a su “capitán estrella”. De haber seguido el curso definido por Colón, en vez de llegar prontamente a la isla que llamaron Guanahani, los expedicionarios hubieran debido navegar unos cuantos días más, hasta llegar a las costas de la Florida. ¿Hubiera sido tal cosa sostenible ante una tripulación ya extenuada y pronta a la rebelión? Por supuesto, la respuesta es imposible, pero vale la pena señalar como otra cualidad netamente “empresarial” de Martin Alonso su atención a las señales del entorno y su flexibilidad para cambiar de planes en pos del objetivo.


Desafortunadamente, a la hora del regreso a la Madre Patria, Martín Alonso estaba enfermo. Las naves se separaron durante una tormenta y pusieron rumbo a puertos distintos. Cuando Martín Alonso llegó finalmente a casa, su estado era tal que pidió ser trasladado al Monasterio de La Rábida, donde murió pocos días después. Su tumba está ubicada frente al altar de la capilla. La historia del viaje fue contada por el propio Colón y su hijo, y por un “admirador de la primer hora” de Colón, Bartolomé de las Casas … y en el proceso los hermanos Pinzón quedaron excluidos del relato, sus figuras minimizadas, esfumadas entre las brumas del tiempo.


Lo cierto es que Martin Alonso aportó todo lo que un empresario aporta para el éxito de un proyecto: impulso, expertise, liderazgo, decisión. Ni toda la perseverancia de Colón ni todos los maravedíes de la corona hubieran bastado por sí solos, para “descubrir América”. Como tantos empresarios hoy olvidados, Martín Alonso merece tal vez algo más que una placa en la plaza de su pueblo.

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