21/05/24

Hace 75 años, Alemania comenzó a cerrar su herida más profunda

Finalmente bajaron las armas. Cesó el fuego. Se terminó el derramamiento de sangre. Fue un 8 de mayo, un día como hoy, pero hace 75 años. Alemania vivió su agonía y su resurreción. La dualidad de rendirse y perder y la de liberarse de una cadena mortal.

A las 23.01, hora de Europa central, el general Alfred Jordi firmó la rendición de las fuerzas alemanas ante los aliados. Todas las fuerza bajo el mando alemán cesaron sus operaciones. En ese instante terminó la Segunda Guerra Mundial provocada en 1939 por Adolf Hitler. Sólo quedó Japón luchando hasta agosto, cuando las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki obligaron también a deponer las armas.

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¿Se celebra el fin de una guerra que dejó una Alemania devastada y dividida? La rendición del 8 de mayo de 1945 fue una liberación también. Alemania comenzaría el lento, doloroso, crucial camino de reconstruirse. Y no solo de las ruinas en que quedó un país pisoteado por la muerte y el derrumbe, sino también de la culpa, de la verguenza, de la barbarie de un régimen que mató seis millones de judíos y otros tantos de gitanos y otras minorías étnicas y reveló hasta dónde puede llegar la salvaje naturaleza humana.

La herida comenzó a cicatrizar aquel 8 de mayo, pero aún duele. Ese día los alemanes se liberaron del monstruo que ellos mismos habían creado. Seis años de guerra fueron suficientes para que ese monstruo se desintegrara en un mundo que tendría que «resetearse» y empezar de nuevo.

Alemania debía «desnazificarse». Sacarse el lastre de un líder mesiánico que no pudo resistir ver con sus propios ojos el desastre que había provocado y se suicidó en un bunker. Ese 8 de mayo el mundo comenzó a abrir nuevas grietas, separado por una guerra fría pero igualmente lacerante. Las ideas políticas y económicas comenzaron su afán de conquista: por un lado el mundo democrático y capitalista y por el otro, el totalitarismo que avanzaba con el Estado al frente de batalla y una economía cerrada. La Guerra Fría

¿Cómo se barren los escombros para que la historia vuelva a escribirse sobre ella? Alemania aprendió de sus errores. Se recuperó económicamente hasta convertirse en cabeza de la Unión Europea. Sus «ejércitos» hoy son la globalización, la integración, la lucha contra el racismo.

Como toda experiencia traumática de vida, el dolor del nazismo obligó a Alemania a madurar. Y aunque cada tanto exploten algunas «minas» de pensamiento nazi, el campo de guerra se limpió a conciencia en estos 75 años.

Alemania aprendió que el totalitarismo conduce a la muerte, inexorablemente. Hoy, en plena pandemia, es uno de los faros que guían Europa y el mundo. Y aunque cada 8 de mayo vuelve a abrir los ojos a sus propias contradicciones, Alemania avanza.

La canciller de ALemania, Angela Merkel, junto al presidente del Parlamento alemán, Wolfgang Schaeuble, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, el primer ministro del estado de Brandeburgo, Dietmar Woidke y Andreas Vosskuhle, presidente del Tribunal Constitucional de Alemania,
La canciller de ALemania, Angela Merkel, junto al presidente del Parlamento alemán, Wolfgang Schaeuble, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, el primer ministro del estado de Brandeburgo, Dietmar Woidke y Andreas Vosskuhle, presidente del Tribunal Constitucional de Alemania,

No es una fecha fácil. El partido Die Linke (Izquierda) no logra desprenderse de las tradiciones de la extinta República Democrática (RDA), régimen que desde 1950 celebró el 8 de mayo como el día de la liberación (por los soviéticos). En el ¿polo opuesto?, la populista Alternativa para Alemania (AfD). «El 8 de Mayo no fue precisamente un día alegre para Alemania», sostiene el jefe del grupo parlamentario de esa formación, Alexander Gauland. En ese péndulo de pensamiento oscila el resto de los alemanes.

El presidente alemán  Frank-Walter Steinmeier quizás fue el que mejor sintetizó esa profunda contradicción: «Entonces fuimos liberados. Ahora somos nosotros los que tenemos que liberarnos de nosotros mismos, del nacionalismo que induce al odio, el racismo, la xenofobia y el desprecio a la democracia

Alemania derribó su propio muro, rompió el silencio, confrontó sus verdades con sus mentiras. Transformó el odio en crecimiento.

Como una leyenda atávica y antropológica, de sus raíces más amargas sacó el mejor de los frutos-.

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