Será por los días acumulados del encierro o porque la frase es poco feliz conceptualmente. O será porque ya los “slogan” populistas aturden y hartan a todos, lo cierto es que la frase del presidente Alberto Fernández no pasó desapercibida. Dijo: “Soy el más federal de los porteños. Nos llena de culpa ver a la ciudad de Buenos Aires tan opulenta, bella, desigual e injusta con el resto del país“. Vaya a saber qué quiso decir, pero lo que se entendió, cayó mal. Por las redes, con humor, con ironía, con agravios, con impotencia, los porteños -y algunos que no- salieron a criticarlo.
El primero de todos fue nada menos que el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta quien instó a “nivelar para arriba” y “elevar los estándares” de calidad de vida. Pero hubo muchos más. Incluso fue tendencia el “rayo de la opulencia”, un remedo del viejo “rayo peronizador” pero al revés: todo lo que pasa por ese rayo, se transforma en opulento.
La catarsis también llegó en formato de carta abierta. Como la que se viralizó ayer por whatsapp bajo el sugestivo título “Hice todo mal”.
Con ironía y trazando un paralelo con la vida personal del autor, el contador Carlos Alberto Arnaiz le responde al presidente. “Ha tenido la virtud de hacernos ver la realidad a muchos porteños que hemos estado en la inopia más absoluta”, ironiza el autor para referirse a la frase del presidente.
Y relata su historia personal: cómo completó sus estudios, el departamento de un ambiente que su padre compró en Mar del Plata, su carrera en la UBA para recibirse de contador “y ser alguien en la vida”.
"En ese entonces, no evalué que me encaminaba a convertirme en un profesional, bien de clase media, y que de tal modo iba a contribuir a fortalecer ese sector social más pudiente, probablemente, y esto se transformaría irremediablemente en un factor seguramente irritante para aquellas ciudades y pueblos de nuestro país que no contaban con la infraestructura educacional en el nivel que sí posee la ciudad de Buenos Aires donde resido. Es mi primer reconocimiento al Señor Presidente. No advertí en ese momento esta injusticia".

El relato de Arnaiz actuó como un espejo para los centenares de porteños que viralizaron la carta. Es una línea de tiempo donde se narra el esfuerzo personal para “tener algo” en un país que cambia las reglas de juego permanentemente.
"(,,,) en el año 2008, cuando mi monoambiente ya no daba para más, decidí contraer un nuevo crédito hipotecario en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires y mudar mi oficina a una de tres ambientes. Lo pagué en diez años. Por estos tiempos ya estaba contribuyendo, sin darme cuenta, a ahondar la desigualdad que tan bien visualizó nuestro Presidente: pagaba los impuestos municipales en tiempo y forma. Es decir, en vez de desfinanciar al Gobierno de la Ciudad, lo que hacía era colmar sus fastuosas arcas. Las mismas que marcan la extremadamente injusta diferencia con las provincias más desfavorecidas de nuestro país".
Para un porteño de clase media, las palabras del presidente causan estupor y desconcierto. Y enojo. Es una crítica abierta a la superación de cada día. La famosa “igualdad social” no tolera esos valores. Son sinónimo de “opulencia”. Por eso, la carta concluye, en abierta ironía:
"Señor presidente, hice todo mal"