Ese fenómeno llamado peronismo
El movimiento que, por descontado, más acopló la obsecuencia de las mayorías, se popularizó a través de un aparto comunicacional y propagandístico, desde sus incipientes exposiciones públicas con respaldo estatal, tan sofisticado y eficaz que la relevancia de los errores de los gobiernos peronistas son efímeras, hasta tal punto que en su amplitud, se le hacen un caso omiso o unas líneas argumentativas, tratando de justificarlos, que poco y nada tienen de rigurosos.
Verter el peronismo de su cauce predominante caracterizado por el sentimentalismo, a uno crítico que esté despojado de su relato vagabundo, es el objetivo de este esbozo.
No hay que indagar exhaustivamente en el hecho de que el líder, pese a que sus feligreses tengan un supuesto repudio a los golpes de Estado, estuvo vinculado a la interrupción del segundo mandato de Yrigoyen en 1930 y, al gobierno pronazi y dictatorial del GOU en 1943 (el único golpe de Estado que no tuvo apoyo civil), en donde dicho sea de paso su participación se intensificó llegando hasta incluso ser vicedictador. Tampoco hay que indagar exhaustivamente en su apasionada admiración hacia el dictador Mussolini, puesto que él mismo lo confiesa en varias notas, inventándose entrevistas que tuvo en su viaje por Italia con el Duce.
El peronismo no se formuló desde estamentos populares y humildes, su carácter verticalista solo tiene razón de ser en un jerarca que, desde el aparato estatal, construyó conforme su oportunismo y ambigüedad a una “sociedad organizada”. En dicha sociedad, dicotómica cabe aclarar, solo eran admisibles aquellos afiliados a la ideología del caudillo, excluyendo a cualquiera que no adhiera a sus directivas no solo con etiquetas de “vende patria”, “oligarca”, sino de igual manera con represiones.
Nadie repara en que la mayoría de aquellos excluidos en los gobiernos de Perón, de inspiración totalitaria, hayan pasado por las oscuras paredes de la infame Sección Especial de la Policía Federal, que se encargaba de la detención y tortura de importantes dirigentes no solo políticos, sino estudiantiles, sindicalistas y personas del mundo artístico. De igual forma nadie pone atención en los exiliados de los dos primeros gobiernos peronistas, o en los asesinatos.
Lombilla, Amoresano, Wasserman, son solo nombres que demuestran que las torturas en, por lo menos, los dos primeros gobiernos peronistas no son una imaginación historiográfica de un antiperonismo irracional. Todas las secciones de la Policía Federal, incluida la tan temible Sección Especial, estaban centralizadas en “Control de Estado”, liderado por Solveyra Casares, con sede en la mismísima Casa Rosada. Pettinato, figura enaltecida por el peronismo, encargado de las cárceles, también era parte de la cúpula represora y agresiva del aparato peronista. Para que se entienda la magnitud, el boxeador Alberto Lovell daba una mano (o dos) en las torturas.
De publico conocimiento es el hecho abrumador de los fusilados en gobierno de facto de Aramburu en el año 1956 tras un levantamiento del General Valle, no obstante la repercusión no es la misma para con el año 47 donde, en gobierno peronista, se fusiló a mucha más gente, conocido el hecho como la Masacre de Pilagá, que se encuadraría perfectamente en delito de lesa humanidad.
Todos conocemos el papel de victima que se adjudican, ciertamente de manera justificable, los peronistas por la proscripción a su movimiento, en su totalidad, desde el golpe de la Revolución Libertadora que puso fin al régimen dictado por Perón, exiliándose por casi dos décadas.
Pero ninguno de los compañeros asume o difunde con igual motivación la proscripción y persecución que sufrió al inicio del primer gobierno de Perón el tan importante Partido Laborista, que otorgó una inmensa ayuda obrera no solo para que en 1946 el peronismo pueda ganar las elecciones presidenciales, sino también para la famosa movilización inaugural un año antes, el 17 de octubre (en donde, además, sin la complicidad de la policía no se pudo haber llevado a cabo).
Cipriano Reyes y varios más del partido mencionado, se animaron a apoyar a Perón para que luego sean perseguidos, muchos torturados, y presos. La maniobra para encarcelar a Reyes fue infantil, acusándolo de conspirar contra la vida del presidente. Su partido fue proscrito y en el 48, por ejemplo, se le prohibió el ingreso a las elecciones.
Ciertamente, junto con el crecimiento desmedido de la intervención del Estado (cosa que favoreció indiscutiblemente al culto a la personalidad), la tan enaltecida y aclamada justicia social no era compatible con las libertades individuales. La autonomía de la CGT quedó completamente abolida.
Nunca se evidencia el fracaso temprano de un modelo económico basado en el clientelismo y derroche de capital acumulado durante la etapa de la guerra mundial, en donde el creciente Estado empezaba a hacer estragos ya en 1949, despilfarrando las reservas, maniobrando sobre las cajas jubilatorias.
Cuando la crisis se volvió incontrolable, y la inflación no cesaba, los empresarios eran encarcelados por un aparente aumento de precio a capricho, sin adjudicarse la culpa de sus medidas gubernamentales tan devastadoras para la economía de cualquier país. Estos hechos incidieron en que se acerque a EE. UU., aquel país tan capitalista y oligarca.
Así la lista de la otra cara peronista sigue, por ejemplo cuando en el exilio Perón motivaba el fuego de las güerillas, eran sus “comandos especiales” o una “juventud maravillosa”, de la cual supo aprovecharse. Es decir, en la intensificación de las guerrillas que explotó en los años 70, no solo tuvieron injerencia países extranjeros, como Cuba que daba entrenamiento militar, sino que Perón tuvo su cuota de responsabilidad. Los usó para volver a Argentina creyendo que, una vez recuperada la democracia, esos “jóvenes idealistas” iban a cesar el fuego. Todo lo contrario, no solo que el fuego no mermó, sino que él y sus sucesores, ya desde el aparato estatal en 1973, empezaron a perseguir, reprimir y asesinar a los mismos que en un primer momento había incentivado (los desaparecidos también son una mancha imborrable de este gobierno, antes del golpe militar).
Esto es un esbozo, de ninguna manera se trata todos los errores del peronismo que el mismo peronismo trata de ocultar o de hacer caso omiso, llegando a veces a justificarlos de manera irrisoria. La luna y el peronismo son análogos: tienen una parte oculta que no se puede observar.
Su laurel fue precisamente enaltecer sus posiciones benevolentes, sean reales o ficticias (carece de importancia), por encima de sus garrafales desaciertos y errores. Todo a través de un relato que desde sus inicios estuvo apoyado en la intromisión educativa con un indiscutible adoctrinamiento, propaganda financiada desde el Estado (con Apold a la cabeza), callando y persiguiendo a los que objetaban, censurando a la prensa opositora.
Quizá la causa de la persistencia del fenómeno peronista como vanguardia en la mayoría de la población argentina no sea más que la demostración implícita del espíritu argentino, cuya esencialidad radica en transgredir los fundamentos, exponiendo unas cosas afuera pero realizando lo contrario por dentro, en enaltecer con laureles al oportunista sin escrúpulos que al ser humano con principios. Quizá también no sea más que un deseo nunca cumplido de los argentinos, es decir, el ser algo que nunca fuimos pero que siempre creímos serlo: lo mejor del mundo. Quizá no sea más que un sentimiento profundo y férreo de no mostrar nuestros errores para no ser excluidos de una comunidad determinada; el de tener el sentido de pertenencia que lleva consigo una pasión desenfrenada, sin dar a luz nuestros colosales defectos.