19/10/2025

El desenfreno social que desintegra la libertad del individuo

El país del desenfreno

El fallecimiento de Diego Armando Maradona dejó en evidencia -por enésima vez- que Argentina es el país del desenfreno. Lo que se hace, se habla, se piensa, se siente, todo se ejecuta en un ambiente desbordado.

Se vela al muerto en la Casa Rosada, y el desenfreno hace su entrada con una muchedumbre amontonada, a las golpizas, enfrentando a las fuerzas de seguridad, tirando vallas, escalando rejas, entrando en masa, rompiendo mobiliario, arriesgando la integridad física de niños, comportándose como si fuera el patio de su casa (o peor) y no un patio institucional.

Pero antes de dicha entrada, el desenfreno está en organizar un velorio multitudinario mostrando máxima incoherencia con el contexto de pandemia cacareado y las medidas de cuarentena impuestas por el propio gobierno convocante. Todo eso sabiendo el tipo de gente que reúne el fútbol y se iba a acercar, qué intereses manejan, qué prácticas acostumbran a mostrar, y quiénes son los barrabravas que la lideran.

Y sigue el desenfreno. Empleado contratado por la funeraria se saca una foto con el muerto a cajón abierto, cumpliendo con todos los requisitos enumerados en la lista del mal gusto. Y responde el desenfreno: los fanáticos llaman públicamente a su linchamiento por la imperdonable trasgresión.

Y hay desenfreno en los medios de comunicación, cuando periodistas demuestran adoración, seguimiento ciego, aprobación automática del fenómeno Maradona. Y hay desenfreno en las redes sociales, cuando seguidores emocional y sentimentalmente desbordados dicen que Maradona fue lo mejor que les pasó en la vida y se muestran dispuestos a discutir e incluso a atacar a quien ose criticar su figura.

Gente apasionada por el fútbol actuando en base a sus percepciones inmediatas sin molestarse en adoptar una conducta racional. Gente llorando, yendo a marchas, posteando, colgando banderas, sin querer centrarse, sin priorizar ir a trabajar, sin demostrar similar preocupación por el futuro de sus hijos, sin siquiera imaginar que un evento de connotación política e importante para su futuro pueda tener en su escala de valores algo cercano a la misma consideración que lo moviliza a actuar a lo loco por la partida del “diez”.

Irracionalidad y demagogia en el gobierno que impide a familiares despedirse de muertos comunes, pero arma ceremonias masivas para despedir a muertos no comunes que pueden darle rédito político y amerita saltearse el principio constitucional de igualdad ante la ley.

Locura, misticismo, desenfreno, en las multitudes que cual ovejas siguiendo a un pastor participan de exequias desmadradas dedicadas a su “dios”.

En Argentina fracasan las organizaciones, los operativos, las ceremonias. Para vivos y para muertos. De política, de deporte. Sobre todo, porque la irracionalidad no es cobijada solamente por los asistentes sino también por quienes organizan.

Y así el país del desenfreno sigue su marcha hacia el abismo, atacando las individualidades que no quieren ser parte del arrasamiento, y desintegrándose socialmente con violentos al mando.    

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