El escritor, conferencista, licenciado en administración de empresas y religioso estadounidense Stephen R. Covey señalaba que “el problema está, en la forma que vemos al problema”, y lo mismo ocurre en la nación argentina en materia de delito y seguridad.-
A lo largo de la historia, todas las administraciones públicas han tratado este tema como uno unidimensional, y tomando medidas efectistas, pero no efectivas. Es decir, medidas que dan la impresión que se libra una lucha sin cuartel para acabar con el delito, pero que a su vez, no dan resultado. Y en ese camino hemos visto competencia de Ministros de Seguridad por ver quién es más payaso, y los que aparentan tener una obsesión con el número 45.
Así recuerdo cuando Cristian Ritondo dijo que le había provisto a la policía de chalecos antibalas que resistían impactos de municiones calibre 45 mm, cuando en realidad se refería a la munición de .45 pulgadas (la munición 45 milímetros es del cañón antitanque m1932, dudo que cualquier chaleco lo resista), y Sergio Berni que el calibre “45” se llamaba así porque por metro recorrido adquiere 45 kilos de impacto cuando “pega”, cuando en realidad se llama así porque el diámetro del plomo en su base mide .45 pulgadas, u 11,25 milímetros. Es decir, como vemos, no tienen la más mínima idea de lo que hablan, incluso en cuestiones básicas, y sólo buscan impresionar, ello por no hablar de Patricia Bullrich vestida de Gurka, que en lo personal, más que darme la imagen de una referente de la derecha, me recuerda sus tiempos como montonera.-
Al ser el delito un fenómeno multidiscilplinario, intentar neutralizarlo a partir de una sola disciplina será siempre un fracaso. En primer lugar, hay que evitar la formación del delincuente, y para ello resultan fundamentales la educación, el trabajo y la cohesión familiar. No como el zurdaje pretende que todo es educación, aunque no les queda muy claro porque y sólo lo dicen para contradecir a quienes piden “mano dura”. Es educación, trabajo y cohesión familiar, pues la educación empieza por la familia, y una familia unida y con una figura de autoridad paternal como corresponde evitará la desviación de gran parte de los delincuentes que hoy vemos en la calle.-
Pero no todas son rosas, pues lo dicho en el párrafo anterior evitará que se formen delincuentes, pero no hará nada por evitar que delincan los que ya se formaron. Esto lo evita la presencia de una policía entrenada, profesional y capaz. No un policía que sale a tirar tiros para todos lados porque la panza no le deja correr a un delincuente. Una policía entrenada y equipada (si, con pistolas taser también), que esté presente en las zonas donde hay delitos no donde no los hay para hacer que hacen, y que sea respaldada en su accionar por sus superiores y el estado.-
Pero tampoco podemos negar que algunos policías (no la noble institución) cometen excesos, entonces ahí es momento que exista un órgano de contralor del accionar policial compuesto por civiles, policías, diputados, senadores y representantes ministeriales, que se encargue de controlar al personal policial (no, asuntos internos no funciona).-
Y por último, llega el tan magullado poder judicial. Si todo lo demás falló, y el ciudadano se convirtió en delincuente y delinquió entonces, actúa el Poder Judicial. Para no extenderme, lo fundamental de este es que lo haga con responsabilidad (no con la intención de sacarse la causa de encima) y utilice TODAS las herramientas a su alcance para propender a que el que delinquió no vuelva hacerlo. Existen tres tipos de personas a los fines del delito. El que no delinque, el que lo hace y es irrecuperable y el que lo hace y puede recuperarse. Este último es el focus group del Poder Judicial. Desgraciadamente se ha demostrado impotente para evitar que se vuelva a delinquir, y ello no es por falta de herramientas, sino por el mal uso de ellas. Pero ese es otro tema del cual hablaremos en un próximo artículo de esta columna.-