El Acuerdo Marco de Comercio e Inversión entre EE.UU. y Argentina rompe con décadas de proteccionismo y estatismo: apertura total de mercados, eliminación de barreras regulatorias, protección de la propiedad intelectual y reconocimiento mutuo de estándares. Un golpe histórico al intervencionismo que los autoritarios no van a perdonar. Escribe Horacio Arana, de Fundación Bases.

El Acuerdo Marco de Comercio Recíproco e Inversión entre Estados Unidos y Argentina, sellado por los presidentes Donald Trump y Javier Milei, trasciende la mera diplomacia para convertirse en una declaración de principios. En un escenario global marcado por el auge del proteccionismo y la fragmentación regulatoria, este pacto ambicioso representa un paso estratégico y decidido hacia una cooperación más profunda.
Este entendimiento está firmemente fundamentado en valores compartidos esenciales: la democracia, la libre empresa y la apertura de mercados. No se trata solo de un documento técnico, sino de una señal política que busca establecer una relación económica más equilibrada y transparente, cuyo objetivo fundamental es fomentar el crecimiento sostenido, ampliar oportunidades y, crucialmente, establecer un entorno normativo predecible para la innovación y el comercio.
Para Argentina, históricamente marcada por la volatilidad y el intervencionismo, este acuerdo es una apuesta decidida por la libertad económica.
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Uno de los elementos centrales de este protocolo es la apertura recíproca y la reducción de barreras. Argentina se compromete a otorgar acceso preferencial a exportaciones estadounidenses en sectores estratégicos como medicamentos, maquinaria, productos químicos, tecnologías de la información, dispositivos médicos, vehículos y productos agrícolas.
A cambio, Estados Unidos eliminará aranceles sobre ciertos recursos naturales y artículos farmacéuticos no patentados, un gesto que reconoce el compromiso argentino con la reforma económica y la seguridad en las cadenas de suministro.
Adicionalmente, se espera una mejora en el acceso bilateral para el comercio de carne bovina, y EE. UU. considerará el impacto del acuerdo en su seguridad nacional al aplicar medidas comerciales bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial.
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Quizás el aspecto más transformador del acuerdo, en términos de previsibilidad, es el compromiso mutuo para eliminar barreras no arancelarias y armonizar normativas. Argentina ha dado pasos significativos al desmantelar barreras específicas, incluyendo las licencias de importación y las formalidades consulares para productos estadounidenses.
Además, Argentina se compromete a eliminar gradualmente el impuesto estadístico y, fundamentalmente, aceptará productos que cumplan con los estándares técnicos y los procedimientos de evaluación de conformidad de EE. UU. o internacionales. Esto incluye la validación de vehículos y dispositivos médicos certificados por la FDA, lo que establece un nuevo nivel de confianza regulatoria y reduce la duplicación de procesos.
El entendimiento va más allá del intercambio físico de bienes, adentrándose en reformas estructurales necesarias para generar seguridad jurídica. En el ámbito de la propiedad intelectual, el gobierno argentino ha intensificado su lucha contra el comercio de bienes falsificados y se compromete a mejorar la protección, abordando desafíos pendientes como los criterios de patentabilidad y el retraso en la concesión de patentes.

En la esfera agrícola, Argentina abrirá su mercado a ganado en pie y productos avícolas estadounidenses, a la vez que simplificará los procesos de registro para carnes y lácteos. Un punto clave es el compromiso de evitar restricciones sobre denominaciones de origen en quesos y carnes.
El acuerdo también incorpora dimensiones normativas cruciales. Argentina reafirma su compromiso con los derechos laborales reconocidos internacionalmente y adopta la prohibición sobre la importación de bienes producidos mediante trabajo forzado. Además, se compromete a combatir la tala ilegal, promover la eficiencia de recursos (especialmente en minerales críticos) y aplicar plenamente el Acuerdo de la OMC sobre subsidios a la pesca.
En el terreno digital, Argentina da un paso de gran significado al reconocer a Estados Unidos como jurisdicción adecuada para la transferencia transfronteriza de datos. También se compromete a evitar la discriminación contra servicios digitales estadounidenses y a validar firmas electrónicas conforme a la legislación estadounidense. Este reconocimiento mutuo es vital para el comercio moderno.
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Asimismo, la cooperación estratégica se refuerza a través de la seguridad económica. Ambos países fortalecerán su colaboración frente a prácticas comerciales desleales de terceros, incluyendo el control de la evasión de aranceles y la seguridad en las inversiones.
Este acuerdo es, sin lugar a duda, un hito en la relación bilateral. Desde la perspectiva estadounidense, validar estándares regulatorios de Argentina y eliminar trabas no solo promueve sus exportaciones, sino que también apuesta por una integración más profunda en América Latina basada en reglas claras. Desde la perspectiva argentina, el país se presenta como un socio confiable, dispuesto a sostener un rumbo de reformas consistentes.
Ambos gobiernos se comprometen a trabajar con celeridad para finalizar el texto, completar los procedimientos internos y ponerlo en vigor, siendo la implementación monitoreada a través del Acuerdo Marco de Comercio e Inversión y el Foro de Innovación y Creatividad para el Desarrollo Económico.
En resumen, este entendimiento no solo busca impulsar el comercio; es una señal inequívoca de que la convicción política y la visión estratégica pueden construir puentes sólidos entre naciones que defienden la libre empresa y el Estado de derecho. Si se mantiene el rumbo, este acuerdo podría convertirse en un catalizador de inversiones y crecimiento y, potencialmente, en un modelo para otras economías emergentes.



