14/10/2025

¿Tiene sentido hablar de la “bukelización” de la Argentina como estrategia para frenar la inseguridad?

Es innegable que el comienzo de esta década en América Latina tiene un fuerte componente de bukelización de la política, esencialmente en sentidos comunicacionales y en segundo plano en gestión.

Este artículo no pretende convertirse en otro análisis más sobre el uso de TikTok en la comunicación política sino que busca hacer un particular foco en la nueva estrategia de lucha contra la inseguridad planteada por el oficialismo nacional y que se replica en algunos oficialismos provinciales.

Primero, el sentido común

Es lógico pensar que a la hora de extraer una política pública de otro país y contexto, uno primero debería evaluar las condiciones donde esa política fue aplicada. En términos “científicos”, podríamos decir que habría que evaluar las condiciones del laboratorio en el cual se toma la muestra.

Si revisamos el caso de El Salvador, observaremos que pasó de tener un homicidio cada dos horas a ser el segundo país más seguro del continente, ¡increíble, no! No debemos olvidar que la nación hoy presidida por Nayib Bukele estaba asediada por la violencia de parte del crimen organizado. En vez de pandillas en El Salvador, se denominaban a estas bandas delictivas como “maras”. Dentro de ellas, algunas de las más conocidas son la Mara Salvatrucha y Barrio 18, estas controlaban las calles, la distribución de drogas, entre otros rubros.

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Para poder evaluar mejor la condición del país centroamericano, debemos tener en cuenta que en ese país viven más de seis millones de personas, en un territorio de 21.040 km². Para referenciar esto último, es apenas más pequeño que Tucumán. Según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, las personas en El Salvador tienen una mala calidad de vida.

En su contraparte, Argentina, según el último censo, tiene más de cuarenta y seis millones de habitantes, siendo el 8vo país más grande del mundo en superficie, conteniendo poco más del 45% de la población concentrada en el AMBA. Según la ONU, el Índice de Desarrollo Humano en el país es muy alto, situándose en la posición 46° de 189°.

Ahora los datos

Contrario al framing que los medios masivos nos imponen, Argentina está lejos de ser un país violento, y esto último no es una negación a que la inseguridad y los hechos de violencia existen. Por ejemplo, según el Índice Global de Paz del Instituto para la Economía y la Paz, nuestro país ocupa el lugar número 54°. Solo para ejemplificar, en el 2023, 13 de las 24 provincias reportaron fuertes reducciones en las tasas de homicidios.

Hoy Argentina está en la encrucijada de elegir importar un modelo de política pública, que probablemente funcione para TikTok pero que sea equivocado para la vida de los argentinos por tener un contexto y situación totalmente diferentes a las del país de origen, o el construir una estrategia de seguridad adaptada a las dinámicas del territorio y de las fuerzas locales, como pueden ser desde lo largo y ancho del país hasta los problemas de corrupción intra fuerzas de seguridad incentivados por los bajos salarios y pocos incentivos a correr por dentro de lo que dictamina la ley.

Cada cierto tiempo, y especialmente cuando un caso de violencia se viraliza, genera el foco de los medios y la empatía de los ciudadanos en Argentina resuena la propuesta de sacar los militares a la calle, es decir, que nuestras FFAA cumplan roles de fuerzas de seguridad civiles, para las que está por demás explicar, no tienen formación ni buscan tenerla. La naturaleza de muchos de los males en el país viene de esta tendencia natural, que cada vez nos genera más inercia, que es tratar de resolver todos los problemas con parches, si hay pobreza entonces damos planes, si la inflación sube aplicamos control de precios, si la inseguridad aflora sacamos al ejército.

En esta snowball interminable de malas decisiones, se suma la variante de poder ejecutar una política pública que además de demanda social, la mano dura, tiene un nuevo “caso de éxito” con el cual racionalizamos la decisión de aplicarla, porque si ese plan le funcionó a X debe de hacer lo mismo en Y. El problema se profundiza cada vez más y la solución, en un estadio contrario, se hace cada vez más superficial.

Que lo urgente no mate a lo VITAL

Ahora, podríamos decir que la estrategia de detención de criminales, los castigos a los presos, el aumento de las condenas y la brillante estrategia de comunicación fueron elementos importantes a la hora de convertir a El Salvador de país violento a seguro, pero, ¿qué hay de lo esencial? La solución profunda al problema del crimen no es, únicamente, el aumento de las penas y el castigo severo, requiere un componente fundamental de educación, oportunidades y recompensas.

El sistema en gran parte de América Latina está roto, las personas que nacen en familias pobres trabajan muchísimo y se esfuerzan al máximo para terminar muriendo en la misma condición. Si no construimos, cuanto antes, una escalera que permita la movilidad social real, nunca podremos salir de las discusiones tribuneras, vacías y llanas.

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