28/10/2025

Milei consolida su poder entre la apatía y la esperanza

Con una victoria parlamentaria que refuerza su mandato, Javier Milei obtiene mayoría en el Congreso y el Senado. Sin embargo, la baja participación electoral —la menor en veinte años— revela el cansancio de una ciudadanía que oscila entre la fe en el cambio y el desencanto con la política tradicional.

La política argentina acaba de presenciar un nuevo viraje. Con el 92% de las mesas escrutadas, La Libertad Avanza, partido del presidente actual Javier Milei, ha obtenido 64 curules en la Cámara de Diputados y 13 en el Senado, frente a las 44 y 7 bancas alcanzadas por la coalición kirchnerista reunidos bajo el nombre de Fuerza Patria. El resultado, rotundo, otorga al jefe de Estado un nuevo voto de confianza por parte de los ciudadanos del extremo sur latinoamericano.

El asombro que ha suscitado este triunfo tiene su contracara en un dato que no debería pasar inadvertido. Apenas un 68% de participación electoral, la cifra más baja en dos décadas de democracia. Se trata de un ausentismo masivo que aún deberá verse si es que expresa desinterés por la política o una forma silenciosa de hartazgo. Ambas negativas para la salud democrática de una sociedad.

Lo cierto es que la Argentina es una ciudadanía fatigada por una inflación crónica de dimensiones amplias y el descrédito de la clase política. La lectura se divide entonces en la preferencia de la abstinencia electoral o el depósito de la esperanza de poco menos de la mitad de los electores en quien promete refundar la República sobre los cimientos del individualismo productivo y la libertad de mercado.

El resultado, por lo tanto, constituye un doble mensaje. Por un lado, el pueblo argentino ha decidido fortalecer el margen de acción del gobierno ante el espectro de una nueva crisis económica comparable con la del año 2000. Por otro, interpela al propio Milei a ejercer con sabiduría histórica el poder que le ha sido conferido. La contundencia de su victoria parlamentaria exige responsabilidad de su parte, en medio de denuncias por corrupción contra su gestión y de las incoherencias del manejo económico de su administración que los ha llevado a intervenir el Banco Central de Reserva, a pesar de haber criticado lo mismo del gobierno kirschnerista, planteando incluso su cierre total.

Argentina ingresa así podría ingresar a una nueva fase, en la que el discurso libertario puede abandonar el terreno de la protesta para asumir el peso de la institucionalidad. El presidente, en su primer discurso tras el triunfo de medio término, dijo que buscará negociar con la oposición y gobernar incluso para quienes no votaron por él. Si eso es cierto y logra traducir su narrativa disruptiva en un programa de gobierno que devuelva estabilidad, crecimiento y confianza, su “batacazo” podrá crear un nuevo capital político más serio que lo que viene siendo hasta entonces. De lo contrario, la euforia libertaria podría devenir en desencanto, y el experimento político, por el momento más singular y errático de América Latina, quedaría reducido a un fugaz relámpago en medio de la tormenta.

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