18/10/2025

La verdadera presión de Estados Unidos sobre Milei

Estados Unidos urge a Javier Milei a reconstruir gobernabilidad mediante alianzas políticas, mientras ofrece un salvataje financiero de USD 20.000 millones. La reunión con Macri y las tensiones internas en ambos países plantean dudas sobre la viabilidad del plan y su impacto en la economía argentina.

Coalition building. 

El pedido que los interlocutores norteamericanos le hicieron al gobierno de Javier Milei es el mismo que le había transmitido, hace meses -en castellano-  un sector del círculo rojo en Argentina. La búsqueda de reconstruir aquella gobernabilidad –que se lesionó en el Congreso con aquel 6-0 el jueves 10 de julio, y nunca se recuperó– es una de las principales inquietudes de los Estados Unidos. Milei no parece haberlo comprendido. 

La primera reacción de relevancia que el presidente argentino mostró para locales y extranjeros fue un encuentro con Mauricio Macri en la Quinta de Olivos, revelado ayer por Carlos Pagni. Surge una incógnita: ¿qué lo llevó a Milei a revincularse con Macri? ¿Fue la necesidad del coalition building? Podría presumirse que sí a juzgar por los tiempos. El ex presidente es el titular y líder del principal aliado de La Libertad Avanza dentro del Congreso y fuera de él. El sometimiento del PRO ante la fagocitosis libertaria los había alejado.

Sin embargo, cuando se mira más de cerca hay una pregunta que se impone: ¿qué le aporta Macri a Milei en el coalition building que Estados Unidos considera necesario para el apoyo a la Argentina? Con menos de una decena de diputados y sin senadores a la vista, se hace evidente que a Milei además de un salvataje financiero le hace falta un ábaco. ¿Aceptarían los gobernadores ser traficados por Macri? ¿Por qué? ¿Qué ganó Milei con la foto con Macri mientras los dueños de los votos en el Congreso tienen que conformarse con el guardián del superávit, Carlos Guberman, cuando viajan a Buenos Aires? ¿Alcanzará con la billetera de Luis Caputo al que ayer se lo vio sonriente con el puntano Claudio Poggi?

Luego del tuit que el lunes 22 de septiembre pospuso por tiempo indefinido una corrida contra el peso que parecía inevitable –y tras la reunión entre su jefe, Donald Trump, y Milei, el miércoles 24 de septiembre–, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, puso números y detalles a la asistencia a la Argentina: un swap de monedas por USD 20.000 millones con el Banco Central, la posibilidad de comprar bonos soberanos argentinos en el mercado primario y secundario. Un esquema de instrumentos destinado a “hacer lo que haga falta” para evitar que la turbulencia se agrave. El anuncio, que generó un salto en los activos argentinos y promete reacomodar el tablero financiero y político de corto plazo para el gobierno, comenzó rápidamente a generar dudas, tanto en Washington como en Buenos Aires, que determinaron una reversión parcial de las ganancias iniciales en los mercados.

Las inquietudes se fundamentan en la técnica, pero también en la política. La escasez de antecedentes, por su magnitud, en el uso de mecanismos como el Exchange Stabilization Fund (ESF) –cuyo precedente más cercano es el México de hace tres décadas– sumada al comentario de Bessent relativo al resultado de las elecciones, siembra un manto de incertidumbre incluso sobre el funcionamiento de un fondo del Tesoro que permite intervenciones sin pasar por el Congreso. Tanto en Argentina como en el norte descuentan que no habrá dinero antes de fin del mes y que, sea cual sea el resultado electoral, nuestro país deberá cumplir una serie de condiciones que son muy difícilmente compatibles con el valor actual del peso, el esquema de bandas negociado con reticencia del Fondo Monetario Internacional y medidas tomadas con un inconfundible sello electoral.

La asistencia norteamericana no reemplaza el programa con el FMI sino que lo refuerza y le otorga una capacidad coercitiva que el organismo no había podido imponer tras los desembolsos negociados en abril. Es seguro que Washington exigirá un coto a la sobrevaluación y la erosión de reservas y exportaciones. El INDEC informó que la cuenta corriente –la diferencia entre los dólares que entran y los que salen– pasó en el segundo trimestre de un superávit de más de 3.300 millones el año pasado a un déficit de más de 3.000 millones en este. Un proceso que el presidente consideraba virtuoso “porque hay superávit fiscal” y que venía de la mano de la negativa a aprovechar el vigor circunstancial en lo financiero para acumular reservas, permitiendo en cambio la estimulación del consumo y la baja de la inflación a partir de la fortaleza del peso frente al dólar. 

Es muy trabajoso no ver la mano del amigo estadounidense en el anuncio de Economía de que el tesoro argentino había comprado la última semana más de 1.300 millones de dólares ni en el rápido final que encontró el dólar soja, cuyo objetivo pasó de mixto, económico y electoral, a converger en una asistencia de las cerealeras, que costará a las arcas públicas cerca de 1.600 millones de dólares, pero que evita al gobierno apuros financieros hasta las elecciones –y que Bessent limitó expresamente en cuanto a su duración. A juzgar por esas intervenciones, el secretario del Tesoro sería un mandril en toda la línea. Bienvenido.

En Estados Unidos, mientras tanto, la ayuda desató una interna ruidosa. El paquete irritó a parte del universo “America First” y a un actor que acompañó a Trump de manera decidida desde 2016: el agro. La suspensión de los derechos sobre las exportaciones disparó las ventas argentinas de soja a China y encendió críticas en el cinturón sojero. Chuck Grassley, senador por Iowa, sintetizó el malestar: “Los agricultores están MUY molestos” por ver a Argentina venderle a China “justo después” de que se conociera un rescate estadounidense. China es el principal  mercado para los productores de grano norteamericanos, que vienen perdiendo lugar a causa de la guerra arancelaria iniciada por el propio Trump. 

La escena es ilustrativa de la tensión política doméstica que enfrenta la Casa Blanca. Un salvataje externo es muy difícilmente explicable para un gobierno que, con una retórica proteccionista y nacionalista, recortó incluso los fondos destinados a combatir el sida y otras enfermedades en África que, se calcula, salvaron cientos de miles de vidas en las últimas dos décadas. Invertir dinero de los contribuyentes estadounidenses en un gobierno que posiblemente pierda las elecciones y cuyo plan económico aparece muy comprometido es difícil de vender.

El rescate a la Argentina deberá superar otro obstáculo inmediato en las negociaciones entre la administración republicana y el partido demócrata para evitar el cierre parcial del gobierno, que requiere un acuerdo presupuestario. Si bien hasta el momento Argentina no apareció en las discusiones, el país podría ser víctima de una instancia en la que ese dinero –poco relevante para la escala del presupuesto estadounidense– aparezca como parte de las chicanas sobre la inconsistencia de la política trumpista. La senadora Elizabeth Warren ya cuestionó el uso de los recursos de los ciudadanos estadounidenses para rescatar a otro país por motivos políticos y el Nobel de Economía Paul Krugman –quizás el economista más influyente para el progresismo estadounidense– dedicó un extenso artículo a señalar el carácter político de la asistencia y la falta de relevancia sistémica de la Argentina, al mismo tiempo que dio por muerto al plan de Milei (en esa columna, hay que decirlo, Krugman fue un poco más lejos y dijo que Argentina posiblemente no tenga arreglo). Si los senadores demócratas pusieran el salvataje a Argentina en discusión, las incertidumbres aumentarían ostensiblemente, aunque es de esperar que el Tesoro no esté dispuesto a ceder sus potestades sobre el Fondo de Estabilización.

Si el auxilio norteamericano se confirma, la historia de los próximos meses no se escribirá sólo en el saldo de la balanza de pagos sino en la capacidad del oficialismo de construir mayorías para administrar el costo de la corrección. La letra chica se escribe todavía en borrador. El acuerdo podría cambiar para siempre el modo en que se percibe la deuda argentina. Hoy por hoy, la intención de diversos sectores del peronismo de renegociar el empréstito –que consideran impagable– tendría como primera víctima a los bonistas privados, que no tienen el carácter privilegiado que tiene el Fondo Monetario. Si algunos de esos bonos fueran adquiridos por el Tesoro estadounidense, ¿se les daría el mismo tratamiento? 

Si el auxilio norteamericano se confirma, la historia de los próximos meses no se escribirá sólo en el saldo de la balanza de pagos sino en la capacidad del oficialismo de construir mayorías para administrar el costo de la corrección. La letra chica se escribe todavía en borrador. El acuerdo podría cambiar para siempre el modo en que se percibe la deuda argentina. Hoy por hoy, la intención de diversos sectores del peronismo de renegociar la deuda -que consideran impagable- tendría como primera víctima a los bonistas privados, que no tienen el carácter privilegiado que tiene el Fondo Monetario. Si algunos de esos bonos fueran adquiridos por el Tesoro estadounidense, ¿se les daría el mismo tratamiento? De mínima, la situación se parecería probablemente más a la de los años de Thomas Griesa que a la que sobrevino tras la renegociación de Martín Guzmán. ¿Y qué pasaría en ese escenario con la deuda con el FMI? Si rollear a unos y otros aparece más probable con alguna garantía del Tesoro estadounidense involucrada, la contrapartida en términos presupuestarios puede ser indigerible. ¿Podría Argentina estar entrando en un escenario al estilo de Grecia en 2015, en el que las posibilidades de salir del esquema ajuste se vuelven limitadas, extremadamente costosas y contraproducentes? 

Sería una consecuencia paradójica de un rescate caracterizado como político y destinado no al Estado argentino sino al gobierno aliado de Milei si terminara poniendo al peronismo en el dilema de comprometerse con un programa de ajuste o arriesgar un escenario de aislamiento financiero catastrófico. Los principales obstáculos a un escenario en el que Argentina quedaría condicionada permanentemente no están en nuestro país, sino en la interna que, sobre los fondos, persiste en el norte.

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