En un mural impactante en Londres, Banksy expone la violencia institucional de jueces que, lejos de proteger, agreden con sentencias opresivas, reflejando un sistema judicial que silencia y castiga, desde la represión de protestas hasta el lawfare en Argentina.

Por Julian Axat. Por lo general, la violencia institucional suele entenderse como la agresión del sistema policial a los ciudadanos, pero pocas veces se avizora que los jueces también pueden ser parte de esa misma agresión. La violencia judicial suele ser más sutil, porque no es una tonfa o una cachiporra, sino una sentencia que se escribe con violencia y crueldad.
Por estos días estamos asistiendo a un mundo de jueces intolerantes, que ejercen la magistratura sin reparar en los derechos humanos. En Europa y Estados Unidos las manifestaciones se reprimen con la venia de la justicia. Sin ir más lejos, aquí en Argentina los jueces ejercen esa misma violencia, lo hacen encarcelando militantes populares, a través del lawfare, el mes pasado aplicando la figura del terrorismo contra manifestantes por el solo hecho de hacer un escrache con bosta; o bien, censurando a la prensa a través de órdenes cautelares para que no se hable de graves hechos delictivos que cometen miembros del actual gobierno.
Repito, la violencia institucional es también judicial, y golpea brutalmente con sentencias. En un nuevo mural del artista callejero Banksy, todo esto queda en claro. Se puede ver a un juez con su peluca tradicional y su toga, golpeando con el martillo de la justicia a un manifestante desarmado salpicado en sangre. La escena fue pintada en una de las paredes eternas de uno de los más victorianos y tradicionales edificios donde se encuentra el Royal Courts Of Justice of London” (Corte Real de Justicia de Londres). Banksy publicó una foto de la obra en Instagram (su método habitual para reclamar una obra como auténtica) mientras -ese mismo día- los oficiales de seguridad cubrían la obra de arte con láminas de plástico negro y dos barreras metálicas, y quedaba custodiada por dos oficiales y una cámara de seguridad.
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Con esta obra, Banksy reconstruye una alegoría visual del absurdo y la tiranía disfrazada de legalidad. La escena —un juez que, en vez de impartir justicia, convierte su mazo en arma— interpela nuestra comprensión moderna del Estado de Derecho, y evoca las pesadillas de Franz Kafka («Ante la ley», «El Proceso»), donde la ley se torna un ente distante y opresivo, y el ciudadano, una víctima indefensa atrapada en una maquinaria judicial insensible y arbitraria. Banksy tiene la capacidad de transformar esa abstracción literaria en una imagen brutal y concreta, un espejo visual que refleja el abuso de poder revestido de legalidad.
El mural refuerza esa misma idea: el juez deja de ser protector para transformarse en verdugo del ciudadano común. La pancarta ensangrentada simboliza la voz del oprimido intentando expresarse, permaneciendo silenciada por el poder en forma de violencia institucional.
Tradicionalmente, la justicia se representa como una balanza equilibrada, reflejo de equidad e imparcialidad. En cambio, Banksy muestra un juez no como un árbitro, sino como un torturador: el mazo, símbolo del poder legal, se vuelve herramienta de violencia directa. Esta inversión es una crítica audaz: el sistema jurídico, en lugar de proteger, agrede.
Esta caricatura visual se ajusta perfectamente al universo kafkiano: la burocracia se transforma en castigo; la norma, en amenaza. El individuo se ve sometido a una fuerza impersonal que lo sobrepasa, donde la búsqueda de justicia se convierte en persecución. ¿Qué tipo de jueces estamos designando, jueces que dan la espalda al pueblo, a los ciudadanos y pueden ejercer-amparar la violencia de las nuevas derechas que emergen y asedian el mundo?
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Aunque el mural fue interpretado en relación con la reciente represión a protestas pro-Palestina y la prohibición del grupo Palestine Action, su fuerza reside en su capacidad de resonar en un espectro más amplio: recuerda que, bajo ciertas leyes, la justicia misma puede convertirse en censura, coerción y violencia. Se trata de una llamada urgente: alerta contra el triunfo de la violencia sobre la ley auténtica, el cercenamiento del sistema constitucional y los derechos civiles por parte de gobiernos autoritarios.
Podrán tapar el muro, lo cierto es que el hecho político de la imagen ha cumplido el mensaje. Una vez más, Banksy no solo pinta un golpe literal: nos viene a golpear en la conciencia con el mismo mazo de la deconstrucción; porque si, a menudo, la verdadera brutalidad busca disfrazarse de justicia, solo la crítica y la atención pública pueden mantener viva la esperanza de equidad.