21/11/2025

La inauguración de una mezquita como prueba para la convivencia interreligiosa

Marwan Gill, alemán nacido en Reutlingen y radicado hace más de ocho años en Argentina, se define como un “argentinizado”. Como miembro de la Comunidad Musulmana Ahmadía, vivió con naturalidad el diálogo con cristianos, judíos y ateos… hasta que la reciente inauguración de una mezquita en Olavarría desató una ola de ataques en redes sociales. En su texto, el referente musulmán responde a los prejuicios más comunes: recuerda que “islam” significa literalmente “paz”, que el Corán condena el terrorismo y protege la vida de todo ser humano sin distinción, y que el verdadero yihad es la lucha interior contra el ego, no la guerra contra los “infieles”.

Mi nombre es Marwan Gill, nací en Reutlingen, un pueblo del sur de Alemania. Cuando llegué a Argentina, hace más de ocho años, ya conocía algunos rasgos de la identidad de este país, sabía del fútbol, del asado, del tango y del mate. Con el tiempo descubriría una característica más sutil de su gente, que fue clave en el proceso de mi “argentinización”: su calidez y su apertura hacia las diversidades, sobre todo su respeto hacia la convivencia interreligiosa.

Ya a poco tiempo de estar aquí, había experimentado que, si bien Argentina, como cualquier país del mundo, tenía “sus luces y sus sombras”, era una tierra bendita donde no se percibía odio o discriminación hacia comunidades a raíz de su credo, su etnia o su cultura. Así fue que, como musulmán, me resultaba mucho más cómodo conversar con cristianos, con judíos o con ateos sobre las doctrinas teológicas, que elegir entre Boca y River, o entre Maradona y Messi o abordar, por ejemplo, la situación política y social del país.

Por todo esto, me entristeció observar en los últimos días la ola de ataques y agresiones por una parte de la sociedad en reacción a la inauguración de una nueva mezquita en Olavarría, ciudad de la Provincia de Buenos Aires.

En las redes sociales aparecieron, luego de esta apertura, una serie de ataques por parte de sectores que se autodefinen como “libertarios” y se expresan en nombre del gobierno nacional, cuyo lema es justamente “La libertad avanza o Argentina retrocede”.

Vale señalar que la libertad de conciencia, de creencia y de pensamiento es el origen de todas las libertades. En segundo lugar, ellos ignoran que el presidente Milei ha declarado como su meta principal convertir al país en un faro de libertad para el mundo.

La libertad religiosa es primordial para acuñar esta “nueva” Argentina porque el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece la libertad de Culto como un derecho básico para cada ser humano, sin ninguna distinción. Esta declaración de los Derechos Humanos, a la que se adhirió Argentina como todos los países miembros de las Naciones Unidas, fue diseñada bajo la premisa de tejer sociedades libres e impedir estados totalitarios y autocráticos.

Por otro lado, el empresario Marcos Galperín sumó una expresión de desagrado en X con respecto al inicio de actividades del nuevo templo islámico. Es llamativo que el creador de Mercado Libre desee un mundo libre para la economía y el comercio, pero se oponga a un “mercado libre” para la religión y la espiritualidad.

Lamentablemente, su rechazo hacia los musulmanes no es un caso aislado, sino que se encuadra en el aumento significativo de tanta islamofobia como judeofobia que vivimos aquí y en el mundo. Por desgracia, hay también en nuestra sociedad cada vez más personas que han desarrollado la idea de que el islam es en sí mismo una amenaza para la paz, la libertad y los “valores occidentales”.

Como musulmán, quiero responder a todas estas distorsiones y, a su vez, dar una voz a los miles de musulmanes que habitamos en Argentina y vemos en nuestra vida diaria un cúmulo de representaciones negativas en torno a nuestro credo.

En primer lugar, el islam, que literalmente en árabe significa “paz”, condena en su totalidad el terrorismo y establece la santidad de la vida de cada ser humano, sin distinción de su etnia o su confesión. Profesamos una religión que reconoce la veracidad de los demás credos y hace hincapié en construir relaciones de respeto interreligioso.

Nuestro “Yihad” no consiste en la guerra santa contra los infieles, como se ha interpretado erróneamente, sino en la lucha contra el propio Satanás y el propio ego que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. No gritamos cada día más de cien veces “Allahu Akbar” (Dios es grande) para causar desorden y discordia en la tierra, sino como llamamiento hacia el Único Ser Divino y hacia la fraternidad universal.

En mi función como representante de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina, mi ambición no es imponer la “Sharía” (ley islámica) a los no musulmanes en el país, sino promover la libertad religiosa porque la Sharía en sí avala la división entre el Estado y la fe.

En síntesis, si hay musulmanes en ciertos países que usurpan los derechos de los demás, persiguen a los no musulmanes o amenazan los valores de la libertad y de la santidad de la vida, es solo porque rechazan las verdaderas enseñanzas del islam, o las ignoran por completo. Estas personas no son solo un peligro para el occidente, sino para el propio islam y la paz del mundo.

En conclusión, desde mi humilde mirada como un extranjero arraigado en esta tierra, creo que la “nueva” Argentina no necesita más muros, sino más puentes. No necesita más divisiones, sino más soluciones. No necesita más odio, sino más empatía. Propongo escuchar al otro en vez de ignorar, dialogar en vez de prejuzgar, construir en vez de destruir. En este camino hacia la “nueva” Argentina, el lema de nuestra Comunidad “Amor para todos, odio para nadie”, que sintetiza todos los preceptos del islam, podría tal vez servir como un principio de oro.

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