El analista de guerra y ex asesor del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Dan Rice, revela las motivaciones y posibles consecuencias del filtrado “Plan de Paz” que preparó Donald Trump tras su victoria en las elecciones para la guerra entre Ucrania y Rusia. Cómo Eisenhower en 1952 y Reagan en la década del 80′, Trump tiene la oportunidad histórica de empezar a darle fin a un conflicto que se extiende desde febrero del 2022. Sin embargo, Rice asegura: “sin mecanismos claros de aplicación, cualquier acuerdo de paz corre el riesgo de convertirse en otro armisticio inestable, vulnerable a futuras violaciones”
Dan Rice para Smallwarsjournal. El presidente electo Trump ha heredado uno de los conflictos más complejos y devastadores de nuestro tiempo, una guerra que ha marcado a Ucrania, desafiado a la OTAN y sacudido la seguridad europea. Ahora, con su reciente victoria, Trump está preparado para aprovechar una oportunidad histórica: poner fin a un conflicto brutal, honrar los compromisos de larga data de Estados Unidos y demostrar un liderazgo global a la escala del presidente Eisenhower y el presidente Reagan.
En 1952, Dwight Eisenhower se postuló con la promesa de poner fin a la Guerra de Corea, un conflicto respaldado por la ONU contra Corea del Norte y China. Reconoció el costo de vidas estadounidenses, la devastación en Corea y la necesidad de una paz duradera. Después de su investidura el 20 de enero de 1953, Eisenhower actuó rápidamente para negociar la paz y alcanzó un armisticio el 27 de julio de 1953, que creó la Zona Desmilitarizada (DMZ), una zona de contención internacional que ha mantenido separadas a Corea del Norte y Corea del Sur desde entonces. Su decisión puso fin a la lucha, solidificó la credibilidad de Estados Unidos y mostró al mundo que Estados Unidos cumpliría sus compromisos con los aliados mientras buscaba la paz.
Detalles del “Plan de Paz” que pondría fin a la guerra entre Rusia y Ucrania mediado por EE.UU.
- Congelar la guerra. Reconocer conquistas rusas de hasta un 20% del territorio de Ucrania.
- Kiev no se unirá a la OTAN durante al menos 20 años. Washington firmará acuerdos de cooperación militar con Kiev para disuadir de otra invasión rusa a futuro.
- La línea del frente se congelará en el lugar hasta donde se firme el acuerdo y ambas partes acordarán una amplia zona desmilitarizada de 1.200 kilómetros.
- Una zona desmilitarizada formada por contingentes de distintos países como India, Arabia Saudita, Pakistán, Turquía, Brasil, Emiratos, Egipto y otros países.
Ahora, Trump tiene la oportunidad de seguir un camino similar en Ucrania, donde cientos de miles de personas han sufrido, muchos han muerto y millones han sido desplazadas. Sin embargo, Trump debe actuar con cuidado, ya que las propuestas de su equipo ya están generando inquietud. Una idea que se ha barajado sugiere congelar las líneas de frente actuales, establecer una zona desmilitarizada en la que aliados europeos como Polonia, Alemania, Gran Bretaña y Francia asuman un papel de vigilancia y, tal vez lo más polémico, excluir a Ucrania de la OTAN durante dos décadas. Si bien las intenciones de Trump de negociar la paz son encomiables, debemos examinar estas condiciones de cerca.
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La sugerencia de que Ucrania podría verse presionada para ceder territorio plantea paralelos históricos inquietantes. En 1994, Ucrania entregó su arsenal nuclear (el tercero más grande del mundo) en virtud del Memorándum de Budapest. A cambio, Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia dieron “garantías” de soberanía e integridad territorial de Ucrania. Pero la agresión rusa en Crimea en 2014 y su posterior invasión revelan los peligros de depender únicamente de garantías no cumplidas.
Trump puede inspirarse en otro líder emblemático: Ronald Reagan. En la década de 1980, Reagan se enfrentó al Kremlin con una combinación de fuerza y diplomacia, negándose a hacer concesiones que comprometieran valores fundamentales o intereses estadounidenses. Defendió la democracia, exigió reformas y buscó una paz basada en la fuerza. El éxito de Reagan se debió a su compromiso inquebrantable de desafiar los excesos soviéticos, demostrando que la verdadera paz surge de mantenerse firme, no de doblegarse ante la presión.
El equipo de Trump ha dado señales de que Estados Unidos podría seguir apoyando militarmente a Ucrania, lo que ayudaría a disuadir una mayor agresión rusa. Pero incluso la sugerencia de congelar la ayuda para obligar a Ucrania a negociar podría socavar el poder de negociación de Kiev, especialmente ahora que las fuerzas rusas siguen llevando a cabo ofensivas. Nuestra asistencia militar ha sido fundamental para nivelar el terreno para la defensa de Ucrania y debe seguir siendo así si queremos lograr una paz sostenible.
Además, la idea de confiar únicamente en los aliados europeos para supervisar cualquier futura misión de mantenimiento de la paz respeta la necesidad de una implicación regional y limita la intervención directa de Estados Unidos, al tiempo que promueve una estructura de seguridad europea equilibrada. Este enfoque coincide con el énfasis de Trump en la distribución de la carga, en particular teniendo en cuenta que países como Polonia y Alemania ya están profundamente comprometidos con la estabilidad europea y la defensa de Ucrania. Sin embargo, sin mecanismos claros de aplicación, cualquier acuerdo de paz corre el riesgo de convertirse en otro armisticio inestable, vulnerable a futuras violaciones.
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El presidente Trump ha prometido poner fin a esta guerra. Para ello, puede seguir el camino de Eisenhower y asegurar una paz sólida y ejecutable, al tiempo que imita el ejemplo de Reagan y se resiste a cualquier acuerdo que comprometa la soberanía de Ucrania. Esto podría significar mantener las aspiraciones de Ucrania a la OTAN o, como mínimo, fortalecer la posición de Kiev hasta que se alcance un acuerdo justo. Sólo mediante este enfoque equilibrado puede Trump ayudar a Ucrania a garantizar un futuro que honre sus sacrificios y fortalezca, en lugar de debilitar, nuestro compromiso con la estabilidad global.
Trump tiene la oportunidad única de unir la perspicacia diplomática de Eisenhower con la firme determinación de Reagan, para forjar una paz duradera que respete la soberanía de Ucrania, disuada la futura agresión rusa y sea un testimonio del liderazgo estadounidense en tiempos de incertidumbre. La historia recordará cómo Trump decide aprovechar esta oportunidad para poner fin a la guerra: no como un acuerdo apresurado, sino como una solución duradera que resista la prueba del tiempo.