La golpiza a Fran Fijap demuestra, una vez más, que la agresión virtual termina en violencia real

Se llama Franco Antúnez, es de Berazategui y aunque él se llama a si mismo “Secretario de Contratación” su oficio (al menos mas conocido) es el de provocador viral. Desde que dejó la secundaria en tercer año integra la troupe de Iñaki Gutierréz con el rol de propalar todos los discursos de Milei. Y “moja la oreja” a todos los que se oponen a las políticas liberales, las ideas de la libertad o cualquier atisbo de crítica a la gestión oficial.

Pero Antunez no sale a la calle. Se viste el traje de troll y se hace llamar Fran Fijap y ya no es de Berazategui, ni del Conurbano: es de las redes. Hace “home office” y su “calle” está en Youtuber, Instagram, Twitter. Atrás de un escritorio, pega y pega. Como el resto del ejército de troll que trabaja con la consigna de demoler opositores.

Desde ahí acusó a la diputada Arrieta de prostituirse al kirchnerismo, insulta a todos los estudiantes de la UBA solo por defender su gratuidad, festeja con júbilo que se cierren empresas del Estado, insulta con desparpajo a radicales, peronistas, zurdos.

Tras el veto al financiamiento universitario surge una duda: ¿cuánto cuesta estudiar en el exterior?

Ayer, en palabras de la calle, “fajaron a Fijap”. Terminó escondido en una casa de empanadas con golpes contundentes en la cara y el cuerpo. Denunció que lo quisieron matar unos militantes que defendían la gratuidad de la universidad pública mientras el Congreso ratificaba el veto del presidente Milei al no arancelamiento.

Antes de salir a la calle y convertirse en un reportero “de carne y hueso”, el streamer Fijap había tuiteado: “Se mantiene el veto contra el proyecto de los degenerados fiscales. LTA (“la tienen adentro”) zurdos”.

Las palabras, sobre todo en las redes sociales, no caen en saco roto. Y en la calle, se transforman en pelea cuando llegan en un momento de ebullición social. ¿Merecía los golpes? Claramente, no es el camino. Pero el mundo no es justo ni racional y el problema de fomentar el discurso del odio al otro, es que termina escalando en violencia física.

Pasa en la cancha, sucede en las parejas y se ve en la calle cuando te cruzas por un choque. Hay violencia en las calles y hay violencia en las redes. En la calle, se ataca a machetazos y piedras. En las redes, con palabras, insultos y agravios. Pero es lo mismo. Provoca heridas, duele y genera resentimiento por partes iguales.

No se trata de defender a Fijap ni a los violentos que debieran recibir el merecido castigo por descargar en un rostro la furia contenida. Tampoco de condenarlo. Es simplemente entender que la violencia engendra violencia y deja heridos. Si, esta vez, graves.

Con 25 millones de nuevos pobres y un índice récord, el debate por la pobreza “se picó” en las redes

A lo mejor Antunez es más bueno que Papa Noel. No se sabe, no es un personaje conocido. Pero cuando se pone el traje de Fran Fijap se transforma en un matón de X. Y “baja línea” agresiva, denigrante y (des)calificadora a 42.000 seguidores en la ex Twitter y 630000 en YouTube. Se presenta como periodista odiado por los zurdos.

Y se mete, en Rivadavia y Callao en el momento más caliente de una jornada difícil, donde hasta el más despistado sabe que cualquier llama desata un feroz incendio. Le pegaron, lo cascotearon, lo corrieron. Los “troll” de la vida real no entienden de semántica. Le pasó lo mismo la semana pasada, cuando lo escracharon en plena marcha federal universitaria. En ese momento, dijo que lo golpearon los militantes radicales que estaban con el senador Martín Losteau.

“Fui a entrevistar a los impresentables de Lousteau y (Martín) Tetaz. Terminé golpeado, insultado, escupido por una turba de militantes de la UCR. Teléfono para FOPEA que no dice nada”, escribió en ese momento.

FOPEA debería repudiar los golpes a Fijap y es lógico que los liberales -empezando por la ministra Patricia Bullrich- lo defiendan y reclamen justicia. Los manifestantes violentos, deberían condenados, en todas sus formas y posibilidades. No hay justificación para el que agrede.

Pero la realidad es que la violencia existe. Se manifiesta. Se expresa con golpes, botellazos y escupitajos en la cara. Y también con insultos, agravios, descalificaciones. Trompadas dialécticas que hacen sangrar la paciencia.

Compartir:

Más publicaciones