Globalización y Globalización
(Publicado en agosto 2021) Últimamente se nota un acuerdo entre nacionalistas católicos, conservadores y libertarios, liberales clásicos y paleo-libertarios y lo que fuere-libertarios en criticar a un poder unificado, global, de los organismos internacionales y la imposición forzada de sus políticas a las soberanías nacionales.
Como he dicho ya varias veces, son las nuevas circunstancias históricas las que están produciendo estas alianzas y, también, cierta confusión.
Hay una mentalidad anti-globalista que viene del nacionalismo católico de los años 30. En ese entonces, y luego también en los 70 del lado de cierta derecha, los poderes globales tenían y tienen que ver con cierta conspiración “judeo-masónica-liberal” para dominar al mundo, que estaba en íntima relación por supuesto con el capitalismo liberal y las grandes empresas multinacionales.
Los liberales en ese entonces, con nuestra defensa de la inversión extranjera y el capitalismo liberal, que incluía por supuesto al libre comercio internacional (con arancel cero), estábamos del otro lado.
Sin embargo, ya desde 1927 Mises había denunciado, en su libro “Liberalismo” (lectura indigerible para los nacionalistas católicos y franquistas, incluso los moderados) había denunciado a la Sociedad de las Naciones como algo inútil y peligroso, que iba a promover un nacionalismo que terminaría en otra guerra mundial, predicción que se cumplió.
Mises dijo entonces algo que sigue siendo válido hoy: inútiles son todos los acuerdos internacionales entre naciones que practican el nacionalismo y el proteccionismo. El único “acuerdo global” eficiente y pacífico para el cual no es necesaria ninguna Sociedad de las Naciones, es el libre comercio internacional, el arancel cero, la libre entrada de capitales y personas en todo el mundo. Mises sigue teniendo razón desde un punto de vista modélico: si libre comercio, entonces verdaderamente paz. Claro, actualmente pienso que el ser humano es definitivamente incapaz del antecedente de la proposición, pero eso es harina de otro costal.
El asunto es que coherentemente, en 1949, en La Acción Humana, Mises criticó duramente al Fondo Monetario Internacional, y en la parte VI de su gran libro critica todas y cada una de las medidas intervencionistas que ya constituían la economía real de ese entonces (calculemos ahora). Mises jamás llamó a ese infame entuerto “capitalismo” y menos aún liberal, pero la cuestión es que excepto los lectores de Mises o Hayek (es decir, excepto casi nadie) toda la intelectualidad comenzó a llamar “capitalismo” no sólo al engendro infame de medidas intervencionistas de cada país occidental, sino a los acuerdos de las Naciones Unidas con todos sus organismos internacionales, entre los cuales la OMS y la UNESCO destacaban.
El libro de nada más ni nada menos de G. Soros, “La crisis del capitalismo global” (como si él no tuviera nada que ver…) hizo “global” esa costumbre de llamar capitalismo al intervencionismo de la post-guerra, por eso este inútil David respondió en su momento diciendo que “la crisis del intervencionismo global” era el verdadero problema. Con el paso del tiempo, además, las circunstancias culturales fueron cambiando y la OMS, la UNESCO y etc. fueron avanzando cada vez más con políticas de salud reproductiva e identidad de género, sin tener en cuenta para nada las libertades individuales (ESE es el punto). Lo mismo sucede con los temas ecológicos, donde los acuerdos de París y etc. muestran claramente que a nadie se le pasa por la cabeza la eficiencia del mercado libre para los temas medio-ambientales.
Con lo cual los nacionalistas y conservadores religiosos (en general católicos) identificaron aún más a ese supuesto “capitalismo liberal mundial” con la persecución religiosa sobre todo anti-católica que se incrementó desde entonces y que cada vez es peor (llegando en el 2020 a un culmen nunca sospechado, con la anuencia del Estado del Vaticano). Ni qué hablar cuando G. Bush (padre) habló de un “nuevo orden internacional” luego de la caída del muro, que incluso algunos liberales ingenuos, en los 90, llegamos a creer que podría ser un verdadero libre comercio internacional. Algunos liberales, además, apoyaban y apoyan los tratados de libre comercio, que de libre comercio no tienen nada, como un mal menor. Hoy se ve claramente que todo ello fue un mal mayor.
Esto explica el odio total a la administración Trump. Salir de los acuerdos de París, salirse de la OMS, disminuir el apoyo a la Unesco, defender la libertad religiosa, oponerse al aborto, fueron medidas horrorosas para toda esta mentalidad estatista internacional. Por eso el odio de toda la prensa mundial y de las big tech. Medidas que todos los liberales clásicos deberían haber aplaudido con entusiasmo, en vez de estar enceguecidos por las malas maneras de Trump (como si Patton, Churchill o etc. hubieran tenido mejores) o su proteccionismo. Con esa ceguera han allanado el camino a los demócratas. Un error político gravísimo.
El asunto es que sobre todo a partir del 2020 y ahora con la administración mundial Biden-China, estamos en condiciones de corroborar la afirmación y predicción de Mises. El engendro actual, el intervencionismo global, que concedo que pueda ser llamado “crony-capitalism”, perfectamente descripto y denunciado por los trabajos de Mises, Hayek y Buchanan (a los cuales, excepto uno solo, los nacionalistas católicos NUNCA leen NI QUIEREN leer) más la agenda neo-marxista de la OMS y la UNESCO contra el “heteropatriarcado capitalista”, no tienen NADA que ver con el libre comercio internacional y la sociedad libre soñada por Mises.
Pero NO porque los individuos, dadas sus liberales individuales, no puedan practicar sin coacción del estado su catolicismo, su marcianismo o su homosexualidad, sino porque esas agendas internacionales financian agendas que luego imponen por la fuerza, coactivamente, sus propias políticas a todas las naciones, violando totalmente las libertades individuales. Lo que muchos ven muy bien (sean neo-marxistas o sean liberales que critican a “conservadores”), lo que muchos ven como signo de “sana diversidad”, esto es la imposición global de delitos de odio, discriminación, salud reproductiva, inclusión coactiva identitaria, etc., son violaciones totales y completas a las libertades de religión, de expresión y de asociación, impuestas ahora no por la Unión Soviética, sino por una unión soviética universal que ahora es el mundo occidental, que incluye ahora, como éxtasis de su control, el encerramiento obligatorio de toda la población (eso sí, contenta, mirando Netflix y la CNN).
Contra esta globalización, nacionalistas católicos, liberales/libertarios y conservadores ya estamos enfrentados hace décadas, pero para hacer un frente verdaderamente común se necesitan ciertos reconocimientos de errores que hemos cometido y que ahora esta nueva circunstancia histórica nos permite ver y corregir. Primero, los liberales tenemos que reconocer nuestra ingenuidad e incorrecta hermenéutica de los acontecimientos mundiales del 89, cuando verdaderamente pensamos que se venía la paz perpetua de Kant y minimizamos o no quisimos ver los garrafales errores de las administraciones Bush (incluso muchos estaban muy felices con Obama “excepto en” lo económico….). Segundo, los conservadores y-o tradicionalismos diversos de diversas corrientes tienen que comenzar a ver que las libertades individuales, in abstracto e in concreto, son el modo de oponerse a las agendas globalistas donde la destrucción de la familia occidental está siendo obligatoria, admitiendo que puede haber otras formas de relación que estén protegidas por el derecho a la intimidad, como todas las demás.
Una globalización conforme a la ética se dará con el libre comercio internacional y con las libertades individuales reconocidas en todo el mundo. Hasta entonces, o sea, tal vez hasta nunca, la llamada globalización actual es cada vez más un estado totalitario universal.
Artículo publicado en Punto de Vista Económico