09/02/25

¡Oíd el grito de rotas cadenas (nacionales)! ¿por qué la gente no quiso escuchar al presidente Milei anoche?

Hay algo que la Inteligencia Artificial, ni los boots, ni los hater, ni los troll pueden hacer. La manipulación de los datos, los números exhibidos o dibujados, la verborragia alienante y alineada chocan frente al invisible poder del hartazgo o el cansancio frente a los discursos del poder. Cuando la ciudadanía dice no, es no.

Puede ser que anoche haya sucedido algo así. Cuando el presidente Javier Milei saludó por cadena nacional, los argentinos apagaron la tele. A las 21:10, el horario que comenzó su discurso, se desplomó en un 10 por ciento el rating de los principales canales de aire (que dicho sea de paso, está en un piso histórico de audiencia). De 15,9 puntos pasó a 3,5. En Telefe, El 13 y América llegó a 1 punto. Y como un efecto dominó imparable se desplomó también en el VIVO de Youtube (apenas cinco mil personas lo siguieron por esa vía) y en las redes “no movió la aguja” de visitas a ese canal.

Si tenemos en cuenta que una de las claves del éxito de Javier Milei fue su histrionismo y su versatilidad en televisión, ¿qué sucedió para que “nadie” (casi literalmente) quisiera verlo ni escucharlo un domingo a la noche? ¿Qué pensará Susana Giménez que tuvo que posponer su primer programa en la tele después de cinco años para que Milei hable en vez de María Becerra, su primera invitada?

¿Dónde quedó ese verborrágico economista que convencía con enjundia que las ideas de Alberdi iban a sacar a la Argentina de la pobreza y que los K fueron la encarnación misma de todos los demonios? Y mientras más encendido el discurso, más gente escuchaba, tuiteaba, participaba, aplaudía, vociferaba, anunciaba a toda voz: Viva La Libertad, Carajo!.

Anoche el grito de libertad retumbó en un espacio vacío. La gente quería ver Los 8 escalones y soñar con que alguien le regale una casa, alguna vez, por responder bien algunas preguntas. ¿Qué falló? ¿La cadena nacional o el mensaje? ¿Las formas o el fondo?

Mientras desde el oficialismo minimizaron el golpe bajo que significó hablar para “nadie” -en el recinto también había un tercio de las bancas vacías-, se repitió una y otra vez el “logro” del déficit cero y resaltaron en rojo las medidas fiscales y monetarias.

Pero no hubo forma de que el director de cámaras de la cadena nacional tapara el sol con la mano, es decir, oculte un Congreso semivacío, con una adormilada y diezmada oposición escuchándolo y la tribuna libertaria con troll invitados que aplaudieron una treintena de veces para recordar su rol (pago).

Es posible que el recurso de la cadena nacional esté agotado.

Leer: «Hay algo ahí» que transforma la cadena nacional de Milei en un poderoso mensaje por streaming

En el 2009, el artículo 75 de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se estableció que el Poder Ejecutivo podrá “en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional, disponer la integración de la cadena de radiodifusión nacional”. En ese caso, la transmisión “será obligatoria para todos los licenciatarios“. Claro, a partir de ahí que es de “trascendencia institucional” corre a cargo de cada presidente.

A la cadena nacional la fulminó, además de la revolución tecnológica y el hastío de la gente, la expresidente Cristina de Kirchner, quien solo en sus últimos cuatro años de gestión (2012-2015) abrió 96 veces la cadena nacional. A un promedio de 40 minutos por cadena, utilizó 3840 minutos de la televisión y radios privadas y públicas para manifestar “actos de gobierno” que van entrecomillados porque en realidad hacía lisa y llana política partidaria.

Para consuelo de tontos, no sucedió solo en la Argentina. Los abusos sucedieron también en países como Venezuela. Allá, solo en 2013 hubo 192 cadenas nacionales y 163 en 2014. Eran tiempos donde gobernaba Hugo Chávez quien creyó que era un acto de gobierno trascendental transmitir el documental de 51 minutos llamado “Mi amigo Hugo”. Si, por cadena nacional.

Volviendo a la Argentina 2024, anoche quedó demostrado que el recurso se gastó. Habrá que ver si Carajo! o Rebord, son una alternativa válida para que la máxima investidura de un país le cuente a su país cómo distribuirá el presupuesto para el próximo ejercicio.

O cuál alternativa es atractiva para hacer escuchar los alcances de una gestión.

O qué se puede hacer cuando los diputados no van al recinto, los que van dormitan y el resto, prefiere jugar a la generala. Y nadie quiere ni oír hablar de números.

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