En un mundo cada vez más digital, la inteligencia artificial redefine la manera en que nos conectamos y también cómo nos relacionamos. Relaciones personales versus interacciones digitales. En el siguiente artículo, Matías Enríquez se pregunta cuáles son los límites éticos del desarrollo de la IA en las relaciones humanas y qué riesgos existen de manipulación o dependencia excesiva. La advertencia que hizo el periodista norteamericano San Guzik en la Media Party de Buenos Aires.
“La inteligencia artificial que estamos utilizando hoy es la peor inteligencia artificial que vamos a experimentar dado que comete errores constantemente” resaltó el periodista norteamericano Sam Guzik en la Media Party de Buenos Aires, que se llevó a cabo en el Centro Cultural Konex la semana pasada. Esta afirmación, comprensible pero sorpresiva, contrasta con la voracidad y la fascinación que muchos tienen depositadas en las diferentes inteligencias artificiales, incrédulos de siquiera sospechar que una mejor tecnología pueda ser posible.
En el evento que busca facilitar la convergencia entre la industria de medios y la tecnología de una manera innovadora y práctica, se profundizaron diversas cuestiones sobre el uso de la IA y los planteos de que ésta interfiere en la moralidad de las personas. En la conferencia del mencionado Guzik se develó que una de los usos que más se le otorga a las plataformas más habituales de generación de texto es la solicitud de consejos sobre relaciones personales. Esta curiosa atribución de funciones brinda un (¿inesperado?) debate respecto del uso de la IA como sustituto de las relaciones humanas.
La inteligencia artificial puede resultar una herramienta útil, incluso para complementar nuestras relaciones humanas pero difícilmente pueda reemplazarlas por completo, al menos con estas inteligencias artificiales que utilizamos hoy, tal como sostiene Guzik. No obstante, son muchas las personas solitarias que las usan para suplir la falta de relaciones “analógicas”, por asi llamarlas.
Al ser consultadas por este tema, mediante sus diferentes prompts, la mayoría de las herramientas de IA resaltan –palabras más palabras menos–, la importancia de mantener un equilibrio entre las interacciones con la IA y las relaciones personas reales. Incluso más, algunas de ellas, como el caso de la herramienta de Google, resaltan como consecuencias negativas el aislamiento social, la dificultad para desarrollar habilidades sociales como la pérdida de empatía y la manipulación para fines comerciales o políticos.
En el mundo actual, en donde abundan las maneras de comunicarnos con personas cercanas y también que viven a miles de kilómetros, se aprecia una paradoja creciente: contamos con innumerables opciones para interactuar con otras personas pero igualmente son muchos los individuos que prefieren volcarse a la interacción con máquinas, a través de la IA. Este fenómeno podría reflejar un naciente cambio en las dinámicas sociales, donde la inmediatez de la tecnología parece sustituir el valor de la autenticidad humana.
El asunto despierta más interrogantes que certezas respecto de cuanto estamos sacrificando la profundidad de las relaciones humanas en pos de interacciones superficiales con máquinas ¿Cuáles son los límites éticos del desarrollo de la IA en las relaciones humanas? ¿Qué riesgos existen de manipulación o dependencia excesiva? Estas y otras tantas dudas más que surgen en torno a las relaciones entre individuos también pueden ser extensivas hacia los empleos, nuestra manera de consumir y nuestra salud mental y emocional.
Todos los planteos resultan válidos y ninguna afirmación puede resultar absoluta y ecuánime, cuando de inteligencia artificial se habla. Tal vez, uno de los desafíos más interesantes sea el dilucidar como se puede fomentar relaciones humanas más significativas en el mundo digital y allí, resulta imprescindible la educación. Como siempre cuando hablamos de IA, aún que hayamos ido adquiriendo una gran gimnasia para adaptarse a las nuevas tecnologías, el futuro es incierto.