Cómo afrontamos la dependencia emocional y buscamos mejorar nuestra salud mental

La psicóloga Cynthia Molinari aborda uno de los problemas que más afecta a toda la sociedad: la conflictiva relación de los padres con sus hijos y las secuelas que deja en la psiquis de ambos integrantes de una familia, pero en particular de los hijos.
Analiza el comportamiento de padres sobreprotectores y dependientes, que proyectan sobre sus hijos sus deseos no cumplidos y despliegan múltiples estrategias de manipulación.


La Organización Mundial de la Salud define a la salud mental como “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental”, subraya. 

Desde el año 2013 rige en nuestro país la Ley 26.657 de Salud Mental, la cual se encuentra en proceso de revisión para la puesta en marcha de una nueva reglamentación acorde a las circunstancias y hechos puntuales que requieren una adaptación a los nuevos paradigmas.

En tal sentido y a la luz de nuevos comportamientos –inducidos algunos– por efecto del confinamiento obligatorio por COVID 19, y a 11 años de la mencionada ley, es necesario sumar algunas evidencias clínicas, reafirmando la importancia de abordar la salud mental desde una perspectiva integral, que contemple la protección y el desarrollo autónomo de los individuos, para construir una sociedad más equilibrada y saludable.

En este artículo, se abordará la problemática de Padres con dependencia emocional, rasgos, estrategias de manipulación y las secuelas en los hijos hasta en edad adulta.

Padres sobreprotectores

La sobreprotección es un patrón de comportamiento en que los padres, cuidadores u otras figuras de autoridad, intentan excesivamente proteger a un niño, de dificultades o riesgos, controlando e interviniendo constantemente sus acciones, evitando que enfrente desafíos o tome responsabilidades.

Desde el punto de vista de las consecuencias a nivel psíquico, se considera que tanto la sobreprotección como la desprotección, pueden llevar a resultados similares en términos de inseguridad, baja autoestima, temor a las decisiones, ansiedad, depresión y problemas interpersonales, ya que ambos extremos impiden el desarrollo de una personalidad más equilibrada, autónoma y resiliente.

Todo empieza con la dependencia emocional de los padres hacia sus hijos: un tipo de relación caracterizada por un apego excesivo que tiene consecuencias directas y duraderas en el desarrollo psico – social de los niños hasta en la vida adulta.

Dichas secuelas no solo afectan el plano individual; a nivel social, crea generaciones de individuos menos preparados para enfrentar desafíos, debilitando así la capacidad colectiva para adaptarse a cambios y resolver problemas.

Padres dependientes: ¿A qué le temen?

Los padres emocionalmente dependientes suelen mostrar un perfil psicológico marcado por una profunda inseguridad y un miedo intenso a la soledad y al abandono. Estos padres pueden haber experimentado situaciones de desapego o carencia emocional en su propia infancia, lo que los lleva a buscar en sus hijos el afecto y la validación que no recibieron. La necesidad de control y de mantener a los hijos cerca se convierte en un mecanismo de defensa para no enfrentarse a sus propios miedos internos.

Además, estos padres pueden tener baja autoestima y una pobre sensación de autoeficacia, lo que les dificulta encontrar satisfacción y seguridad en otras áreas de sus vidas.

Como resultado, depositan en sus hijos la responsabilidad de llenar esos vacíos emocionales, generando una relación de codependencia que puede ser tóxica y limitante.

Estrategias de manipulación

Proyectan en los hijos sus deseos incumplidos y utilizan una serie de estrategias manipulativas para mantenerlos cerca y bajo su control. Entre las más comunes se encuentran:


  1. Victimización y chantaje emocional: Los padres pueden adoptar el rol de víctimas, haciéndose ver como frágiles o indefensos para generar culpa en sus hijos y hacer que se sientan responsables de su bienestar emocional, o el uso de frases como “si te vas, no sé qué haré “ o “después de todo lo que he hecho por vos” buscan manipular las decisiones de los hijos y mantenerlos cerca.
  2. Exageración de enfermedades o problemas: En algunos casos, los padres pueden exagerar o hasta inventar problemas de salud o dificultades para atraer la atención de sus hijos y evitar que se alejen.
  3. Control sutil: Este tipo de control puede manifestarse a través de consejos insistentes, críticas constantes o expectativas desmesuradas, todo con el fin de mantener a los hijos dependientes y bajo el control parental.

Efectos psicológicos en los hijos

Los hijos de padres emocionalmente dependientes suelen enfrentar una serie de desafíos psicológicos que pueden afectar su desarrollo personal y emocional:


  1. Culpa y ansiedad: La manipulación emocional genera una profunda sensación de culpa en los hijos, quienes sienten que tienen una obligación constante de cuidar y complacer a sus padres. Esto puede derivar en altos niveles de ansiedad y estrés.
  2. Dificultades para establecer límites: a menudo tienen dificultades para establecer límites saludables, tanto en la relación con sus padres como en otras relaciones personales, parejas, amigos o laborales.
  3. Baja autoestima: La constante presión y control parental pueden socavar la autoestima de los hijos, haciéndoles sentir que no son lo suficientemente buenos si no cumplen con las expectativas.
  4. Miedo a la autonomía: Estos hijos pueden desarrollar un temor a la independencia, sintiendo que no tienen la capacidad para valerse por sí mismos o tomar decisiones sin la aprobación de sus padres.

Liberarse de la dependencia emocional de los padres puede ser un proceso desafiante, pero es fundamental para el crecimiento personal y la autonomía. Algunas estrategias incluyen:


  1. Reconocer el problema: El primer paso es reconocer la existencia de una dependencia emocional y los patrones manipulativos que se han establecido en la relación.
  2. Establecer límites: Es crucial aprender a establecer límites claros y firmes con los padres. Esto puede incluir decir “no” a demandas irrazonables y priorizar las propias necesidades y deseos.
  3. Buscar apoyo: Ya sea de amigos, parejas o un terapeuta puede ser esencial para procesar las emociones y tomar decisiones más objetivas y saludables.

Si bien la dependencia emocional de los padres hacia los hijos puede generar un entorno familiar disfuncional, limitando el desarrollo personal y emocional, con las estrategias adecuadas y el apoyo necesario, es posible romper con estos patrones y construir relaciones más saludables y equilibradas.

En ambos casos es necesario realizar un proceso terapéutico no solo para aliviar los síntomas inmediatos, sino para promover cambios duraderos en la estructura psíquica de cada individuo. Al trabajar en la resolución de los conflictos internos y en la comprensión de patrones de comportamiento, tanto padres como hijos pueden liberarse de las dinámicas disfuncionales y construir relaciones más saludables y equilibradas.

Individuo y sociedad

Cuando hablamos de Salud Mental y buscamos comprender las causas de los comportamientos que tanto afligen a los argentinos: consumos problemáticos, enfermedades psicosomáticas, fracaso escolar, conductas violentas, ideaciones suicidas, entre otras graves sintomatologías, habría que poner el foco de la investigación y el análisis, en éste vínculo de protección – y su contracara, la desprotección – ejercidas no sólo en el ámbito familiar: también el Estado manipula a los más vulnerables con políticas públicas que fomentan la dependencia, el clientelismo y la servidumbre social, socavando la fortaleza mental de los individuos y de la sociedad, limitando así el crecimiento y la capacidad humana de contribuir a la prosperidad en un entorno dinámico y en constante evolución.

Necesitamos volver a creer en el talento humano, fomentar desde la infancia una sana confianza en sí mismos, fomentar la autonomía, incentivar el aprendizaje, diseñar políticas de apoyo y asegurarnos que las familias tengan acceso a los programas.

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