El avance de la ultraderecha en Europa se hace cada vez más evidente. ¿Cuáles son las razones detrás de este ascenso? ¿Qué implicaciones tiene para el futuro de la Unión Europea? Tras las elecciones del domingo, uno de cada cuatro eurodiputados serán de extrema derecha.
Durante el pasado 7, 8 y 9 de junio, se llevaron adelante las elecciones para el Parlamento Europeo en todo el territorio de la Unión Europea (UE). Más de 360 millones de personas en 27 países estaban habilitadas para acudir a las urnas con el objetivo de elegir entre los más de 15 mil candidatos de las 569 listas que intentan ingresar a los 720 escaños del Parlamento. Se trata de la segunda cita democrática más multitudinaria del mundo, después de la India ―que también celebró elecciones estos días― y, esta vez, la expectativa era aún mayor debido al crecimiento de los partidos de extrema derecha.
Los resultados iniciales de las elecciones parlamentarias de la Unión Europea pueden apuntar a una llegada definitiva para estos partidos. En todo el continente, y especialmente en algunos de sus países más grandes, los partidos de extrema derecha obtuvieron resultados sólidos o récord. Sus logros no son un boleto al poder (una coalición de partidos europeos de centroderecha sigue siendo el grupo más grande en el Parlamento y puede colaborar con la centroizquierda), pero resaltan la tendencia profunda.
La votación es una lectura desalentadora para incondicionales centristas como el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz. Según las encuestas a boca de urna, los socialdemócratas de este último terminarían en un humillante tercer lugar detrás de sus principales rivales de centroderecha y el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, o AfD.
El primero vio a su partido derrotado por el de la líder de extrema derecha Marine Le Pen, un castigo tan terrible que Macron disolvió la Asamblea Nacional francesa y programó elecciones parlamentarias anticipadas. En Alemania, los ultras de Alternative Für Deustchland (AfD) ―Alternativa por Alemania― alcanzaron el 16%, quedando debajo de la oficialista Democracia Cristiana, que logró 30%. Aunque no ganaron, es particularmente paradigmático debido a lo que significa esto para Alemania y para Europa. Se trata de la mejor elección de la ultraderecha alemana desde 1933. En un contexto donde, según parece, aún tienen cierto margen de crecimiento frente a un Olaf Shölz que no logra levantar su imagen, tiroteado por problemas como la inmigración, la guerra en Ucrania y la larga sombra de Angela Merkel.
El presidente español, Pedro Sánchez -acérrimo rival de Javier Milei durante los últimos meses- puede presumir de ser el único europeo en ponerle un freno real al avance de la ultraderecha. En España, hubo una gran elección del tradicional Partido Popular (PP), que logró capear el huracán de la derecha. Vox no logró levantar y apenas logra poco más del 9% de los votos, frente al 34,2% del PP y el 30,2% del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Las elecciones europeas confirmaron la derechización de la zona euro y el crecimiento de los movimientos de ultraderecha en el Parlamento.
De acuerdo con proyecciones, estos partidos extremistas tendrán 130 eurodiputados, es decir, doce más de los que tenían hasta ahora. Aunque esto sin contar a los alemanes de AfD y al húngaro Fidezs, de Viktor Orbán, que, por ahora, juegan por fuera del bloque parlamentario de ultraderecha.
En Bélgica, las consecuencias de las elecciones no se hicieron esperar. El partido ultraderechista Vlaams Belang fue la fuerza más votada con el 13,9% de los votos, con apenas unas décimas de diferencia. Los malos resultados llevaron al primer ministro belga, el liberal Alexander De Croo, a renunciar.
Austria es otro de los países en los que la ultraderecha ha ganado las europeas. Con un 25,7%, el Partido de la Libertad (FPÖ) obtuvo, según las proyecciones, diez puntos y tres escaños más que en 2019 y se sitúa como el partido más votado, todo ello con un discurso ultraconservador y antiinmigración.
La líder ultraderechista Giorgia Meloni también ha ganado las elecciones en Italia, donde los sondeos apuntan a una holgada victoria con el 28,6% de los votos y 14 escaños más. La también ultraderechista Lega, de Matteo Salvini, ha perdido 14 escaños, aunque sigue captando el 8,8% de los votos.
En los Países Bajos, la extrema derecha del Partido por la Libertad (PVV), de Geert Wilders, ha crecido en seis escaños y ocupa el segundo lugar con el 17,7% de los votos. Desde este mayo, con la promesa de aprobar “la ley de migración más dura de todos los tiempos”, este partido ultranacionalista gobernará.
Polonia es uno de los países de la UE donde no ha crecido el voto ultra. La formación Ley y Justicia (PiS), que ha perdido recientemente el Gobierno, también ha perdido cinco escaños y es el segundo partido más votado aunque obtiene 20 escaños como el partido KO del primer ministro Donald Tusk. Es la primera vez en diez años que no gana las elecciones europeas.
La derechización de la Unión Europea también se constata en el aumento de votos recabados por el PPE. La líder de este grupo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no ha descartado pactar con el grupo de extrema derecha capitaneado por Meloni. No se trata solo del poder creciente de la ultraderecha en las instituciones europeas sino también de su poder para normalizar demandas belicistas, racistas, xenófobas y que niegan la emergencia climática, que encuentran cada vez más eco en los partidos conservadores y también, cada vez más, en los socialdemócratas.
Por otro lado, los liberales caen de 102 a 82 representantes en el Parlamento europeo, mientras que los verdes también retroceden de 71 a 53. Además, para que la actual titular, Ursula Von der Leyen, pueda reelegir al frente de la presidencia necesita 361 votos a favor. No está muy claro si tiene los números.
¿Quiénes son los votantes de extrema derecha en Europa?
Aunque varían, en su mayoría, son hombres entre los 30 y 64 años, de la clase trabajadora que tienen posturas cada vez más críticas hacia la Unión Europea, la zona euro y la integración multilateral. Rechazan enérgicamente la inmigración, especialmente la procedente de África y del mundo musulmán, así como la intervención en Ucrania a través de asistencias económicas. A pesar de no alcanzar mayorías de un día para otro, el avance de estos partidos parece inevitable, como lo demuestra el levantamiento del «cordón sanitario» por parte de los centristas del Partido Popular Europeo. Otro aspecto relevante de los votantes de extrema derecha es su preocupación por la falta de protección a los sectores productivos, especialmente la agricultura y las industrias. Como Francia, que se refleja en las propuestas de Le Pen para un Estado más intervencionista en la protección de los trabajadores, mientras que Macron enfrenta desafíos en la gestión de protestas y demandas laborales.
El ascenso de la extrema derecha en Europa es diferente de acuerdo con el país, pero si hay algo que los une a todos es que, en las últimas décadas, los partidos de centro, de centroizquierda y de centroderecha mantienen posturas extremadamente similares en asuntos como la economía.
Es entonces cuando aparecen movimientos disruptivos. Son movimientos que están enojados y conectan con los enojados, que cada vez son más.