Siegfried Herzog es optimista. Es la primera impresión que provoca este economista alemán que vive en México y recorre América Latina esparciendo las semillas liberales para que se consoliden en cada ciudad y cada territorio donde llega la Fundación Friedrich Naumann.
Como Director Regional «ve» el mundo con todos los sentidos. Analiza Asia, se detiene en la guerra Rusia-Ucrania, vuelve a China, pasa por Europa -y especialmente por su terruño, Alemania- y vuela a Africa para llegar a América Latina. Su trabajo es pensar el mundo. Hilvanar los hilos de la historia, de la geopolítica, de la estrategia militar y de las relaciones internacionales. Exhaustivamente estudia el movimiento de los mercados, a quien recuerda que hay que observar más que a los empresarios.

«Hay respuestas liberales para los temas que hoy parecen patrimonio de la izquierda: medio ambiente, paridad de género, inmigración. Es más: el liberalismo clásico alemán lo planteó en 1950, cuando el mundo todavía ni hablaba de esta agenda.»
Y en ese análisis fino de la realidad internacional, surge un optimismo casi ideal. Dice, en conversación con Visión Liberal-, que «hay razones para creer que la guerra de Ucrania terminará con el fracaso de Rusia». Y enumera: «La debilidad del ejército ruso es muy grande, ya no vemos su capacidad industrial para mantener la producción de armas , China no está dispuesta a salvar a Rusia con armas y el ejército de Ucrania peleó más eficazmente y con mayor profesionalidad. Además, Ucrania recibe el apoyo de las democracias del mundo con mas unidad y energía».
Para Herzog, la derrota de Rusia significará el fin del sistema Putin. Y ahí, la esperanza se irradia a otros países: «Vamos a tener un mundo diferente. La derrota de Putin forzará a las dictaduras del mundo como Nicaragua, Cuba o Venezuela a arreglarse con los demás países. Y China también -probablemente- repensará su estrategia para arreglarse con el resto del mundo de una manera más cooperativa».
Ese nuevo mundo es probable. «No tengo la bola de cristal, pero apuesto a 100 euros que esta idea puede prosperar», dijo, con humor.
Además del nuevo mundo que surgiría tras la derrota de Putin en Ucrania, Herzog predica liberalismo con la convicción de que todos los cambios que propone el planeta tienen su fundamento único en la libertad. Por eso se lamenta que haya una «falta de estrategia» para hablar de temas sensibles como ecología, inmigración, paridad de género. «Hay respuestas liberales para estos temas. El ordoliberalismo alemán lo dijo hace 70 años cuando estos temas no estaban en el centro de la discusión: si somos liberales tenemos que tener orden». Eso incluye respetar el medio ambiente y cuidarlo porque el aire «no es libre si se contamina» y sostiene que esos daños tienen que ser incorporados como costos para las empresas.

El mecanismo de precio de mercado hay que usarlo para combatir la contaminación. Ese es un concepto liberal. En 1950, ya el liberalismo hablaba de esto y por eso creo que fuimos un poco tontos al olvidarnos que tenemos conceptos liberales para combatir estos problemas.
Esto sucedió porque olvidamos que tenemos que cuidar al mercado no al empresario.
Y acá Herzog se pone «futbolero», a tono con el clima que vive la Argentina que salió campeón y da un ejemplo que ilustra claramente lo que quiere decir con «cuidar el mercado».
«A veces los liberales, sobre todo los liberales económicos en EE.UU. tienen miedo a las regulaciones del Estado y no se dieron cuenta que para manejar los mercados abiertos necesitan un Estado que actúe de referente. No puedes jugar fútbol sin un referente pero tampoco necesitamos un referente que tenga interés en uno de los dos equipos o que piense que porque un equipo es más pobre hay que regalarle un gol extra. No funciona así», dice.

«La izquierda quiere un referente que de golazos adicionales a los que tienen desventaja, los liberales quieren jugar sin referente. Cada persona que juega al fútbol sabe que no es posible ninguna de las dos cosas.
Como liberales clásicos necesitamos ponernos un poquito más al centro de este debate. Necesitamos un Estado fuerte, un referente que tenga respeto, que tenga el poder de imponer decisiones pero tienen que ser decisiones que manejen el juego, no los jugadores. La competencia, el resultado mejor».
Donde el optimismo afloja un poco es cuando Visión Liberal le pregunta cómo encuentra a la Argentina. Excusándose en su carácter de «visita», ve la herida que todos ven: un país golpeado por la inflación. Imposible de ocultar, el fenómeno de los «tres dígitos» inflacionarios es un tema recurrente que ya casi define a la Argentina en el resto del mundo. Por eso Herzog hace una salvedad: «No es solamente una falla de este gobierno sino que es una debilidad institucional», aclara.

Analizar los números de la economía desde las decisiones políticas actuales es parte del árbol que tapa el bosque. «Hay que cambiar el rumbo de la política monetaria y dejar de usar al Banco Central para sacar dinero. Como el del endeudamiento crónico, cada 15 años la Argentina tiene que ir al FMI para salvar al país de la bancarrota»
El latiguillo suena y resuena pero la fórmula se hace rogar en un país que insiste en caminar el sendero del populismo. «Es un problema de «generosidad» del Estado a algunos grupos preferidos. Un indicador es el tamaño del sector público, que crece de una manera insostenible alimentado por clientelismo político. Estos son temas estructurales, no son temas nuevos»

Argentina tiene que ver por qué tiene este déficit estructural, de gastar más dinero que el que la economía genera en impuestos.
Por eso el futuro no cambia por la explotación de litio, Vaca Muerta o shock de petróleo. La solución únicamente será posible cuando existan cambios estructurales.
«Tampoco dolarizar es la solución. El problema es de políticas pública y de disposición de las elites políticas. Si no hay un cambio fundamental de pensamiento de esas elites y de la gente que las vota, cualquier solución es difícil de pensar».
Por la experiencia vivida y por su concepción profunda del liberalismo, algunas de esas reformas tienen que ver con la independencia del Banco Central, siempre y cuando se haga con consenso.
«En la mayoría de los países del mundo hay consenso entre las elites de diferentes colores políticos de no tocar el Banco Central, de aceptar una autonomía monetaria para construir estabilidad macroeconómica. Eso es un ingrediente importante en Asia, o en México donde vivo también hicieron este cambio. Aunque ahora tiene inflación, es la del promedio del mundo»