28/03/24

Un adulterio, un crimen y una lección para entender dónde llega la cultura misógina

Una víctima de la cultura misógina

Hay una advertencia muy desgarradora en la historia que voy a contarte: analiza tus peores impulsos hacia la gente sobre la que tengas prejuicios, y te muestra de qué manera esa opinión preconcebida y casi siempre negativa se alimenta de rumiaciones y pensamientos obsesivos que despiertan tus peores sentimientos y emociones: envidia, enojo, celos, miedo, culpa, frustración, impotencia, soledad, ira y resentimiento.

No hace falta describirlas, ¿O hay alguien que no las haya vivido? Hay emociones que anidan como roedores en los laberintos de la mente y otras son como inquilinas temporales: se instalan un tiempo, buscan una presa, hacen su daño y después se van. En cualquier caso, si has llegado hasta este párrafo es porque algo de esto tiene que ver con vos -o quizás no te funcionaron las barreras de la negación- que es una poderosa herramienta de autoengaño y de blindaje contra ciertas verdades.

Estás a tiempo de huir -lo que viene va a ser muy duro- sobre todo si tu sentido de la moral está ligado o formado por la cultura de la cancelación.

Si disfrutás del linchamiento virtual y público de una persona -tan de moda en las redes sociales- si tu goce un tanto sádico se satisface declarando culpables a todos los que piensan o hacen cosas diferentes, esta nota no es para vos, aunque está inspirada en la necesidad de protagonismo, en la intolerancia, en los miedos, en el narcisismo humano, demasiado humano en un siglo donde gran parte de la humanidad considera estas conductas como un canibalismo moderno y busca evolucionar como especie, transitando otros caminos, principalmente el del autoconocimiento.

Cancelación, hace 100 años

Edith Thompson

Edith Thompson fue literalmente cancelada hace 100 años por los prejuicios de una sociedad y de un jurado que dictaminó su condena a muerte por un asesinato que nunca cometió. No solo no lo cometió ni hubo evidencias, sino que el verdadero asesino -el amante de Edith- declaró su plena autoría en el hecho: lo mató en la calle, cuando el señor Thompson y ella salían del teatro. A partir de allí se distorsionaron las pruebas, desestimaron a los testigos y la parte acusadora manipuló lo que ella había escrito en las cartas, creando narrativas falsas.

Edith no se ajustaba a los convencionalismos de aquella época, era bella, trabajadora, independiente y culta, y además tenía un amante, lo que la hacía temible y envidiable para la encorsetada sociedad del Reino Unido. ¿Qué sentimientos despertaba Edith? ¿Qué marea de emociones negativas se generaron en torno a ella?

Tras la Primera Guerra Mundial, la mayoría de las mujeres inglesas habían quedado viudas (soledad), sin dinero (envidia), en una clase social donde estaba mal visto que la mujer trabajara (impotencia, frustración). En tanto Edith había logrado ascender en el trabajo y comprar una casa (celos), aunque el título de propiedad debía figurar a nombre del esposo.

Era una joven inteligente y ambiciosa, que quería una vida diferente a la de una trabajadora de clase obrera. Había llegado a ganar más que su marido, lo cual habría sido la razón de los malos tratos recibidos de él.

Cada una de las mujeres sentenciadas a muerte en la década previa a la ejecución de Edith había sido indultada, pero todas las súplicas por ella fueron rechazadas. En cambio se hizo una petición para librar de la pena de muerte a Freddy, su amante, que consiguió más de un millón de firmas. Edith, en cambio, no generó ningún tipo de empatía. Ni siquiera de parte de las feministas.

La gente llegó a admirarlo a él y a tener una intensa aversión contra Edith, por considerarla culpable de haber desencadenando todos aquellos infortunios que resultaron en la muerte de un hombre y en condena de otro. Hubo mujeres que, tras su ejecución, le escribieron al ministro del Interior, William Bridgeman, agradeciéndole no haberle conmutado la sentencia, defendiendo así el honor de su género. Tiempo después se hizo una subasta con los objetos que había en la casa de Edith. Esto atrajo tanto interés que la casa quedó prácticamente vacía, «porque la gente quería contarle a sus amigos que poseían algo de la casa», dijo uno de los que trabajaron en la subasta.

Las figuras de cera de Edith y Freddy fueron durante años la mayor atracción en la Cámara de los Horrores del museo de Madame Tussauds, en Londres.

Laura Thompson, autora del libro que detalla esta historia, cree que el adulterio de Edith fue visto como un «ataque a la moral», el tipo de comportamiento que ponía en riesgo «la institución del matrimonio y podía destruir todo lo que era bueno». La narrativa fue que Reino Unido estaba lleno de viudas de la guerra y que aquí había una joven mujer engreída y egoísta, de familia humilde, pero que tenía de todo, buena apariencia, una casa preciosa, dinero, un buen marido, cenas, bailes, teatros. Y miren lo que hizo. Un buen hombre no fue suficiente para ella». Una narrativa cargada de resentimiento que remarca las «posesiones» de Edith: lo que tiene, lo que aparenta, lo que disfruta y lo que le sobra.

Edith fue ahorcada por los prejuicios de una sociedad intolerante y desinformada, de la misma manera que hoy, en pleno siglo XXI, no solo en Salta también en el país y en el mundo, los agravios corren detrás de los mensajes de odio, la misoginia y las noticias falsas. Menos sangriento pero igualmente lapidario. ¿Qué es lo que motiva el escrache, las fake news, el cyberbullying? ¿Qué tipo de sentimientos o resentimientos albergan los haters? ¿Qué fantasmas habitan la mente enferma de un francotirador cibernético? ¿Estamos emocionalmente igual o peor que hace 100 años?

La inteligencia artificial vuela, mientras la inteligencia emocional anda en carreta. Si no nos ocupamos de lo humano, un celular nos convierte en un mono con navaja. Y lo peor del caso es que Darwin sigue teniendo razón.

Artículo publicado en El Tribuno, Salta

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