Si en un sano ejercicio de reflexión se cerrara la sesión en las redes sociales, se apagara la TV y se acallaran las chicanas, insultos y dardos políticos, se podría escuchar otro sonido.
Tenue todavía, pero contundente. Como un silbido que llega por debajo de todas las demás voces y se prolongara como un agudo llamado de atención.
No, no es un tsunami ni un huracán. Es viento. Aire que traen ideas nuevas y que anoche, en el veredicto de las urnas, anticipó su intención de barrer las hojas secas de ideas ya vetustas, que se endiosaron en un sinfín de frases hechas, pero que fracasaron en la práctica.
Anoche, por primera vez en 30 años, se sintió el fresco de la libertad. Ese aire que renueva las ideas, que permite anticipar nuevas experiencias, ese que dan ganas de abrir la ventana para dejar que el tufo se evapore y entre aire nuevo.
La adhesión a nuevas ideas (aunque enfocada en la región del AMBA, es cierto) anoche abrió esa ventana. En la cabeza de Javier Milei, Ricardo López Murphy y José Luis Espert se inició una nueva era para el liberalismo argentino. En un país cercenado por las políticas populistas de los últimos gobiernos, es un giro importante y valiente.
Javier Milei, el “viento” más ciclónico de todos, avisó que él llegó para despertar leones. Lo votaron 238.522 porteños, sobre todo jóvenes que no se “comen una” de los discursos populistas que agobian las redes.
Si bien los leones aún están somnolientos, estas PASO anticiparon un escenario más favorable para las legislativas del que ellos mismos se imaginaron.
José Luis Espert “pescó” casi 400.000 votos de los votos en las cenagosas aguas del conurbano, donde el populismo –en todas sus variantes- tiene fortificado el territorio. De hecho, en la suma de todo el Gran Buenos Aires, el oficialismo superó apenas por dos puntos a Juntos por el Cambio, en una elección repartida entre uno y otros, como un péndulo que no se puede detener. En ese “juego” entró Espert, en una misión difícil: hacer oír la libertad en un territorio donde ruge la voz del Estado dadivoso, alentando políticas socialistas que no solo no sacaron sino que profundizaron la pobreza. Pero el cambio de paradigma es un proceso demasiado lento que ayer Espert, en una campaña ciclópea, ayudó a subir varios casilleros.
Y Ricardo López Murphy, la voz de la experiencia y el referente liberal de una generación que está más ajena a las redes y más cerca de la memoria, demostró cuántos pares son tres botas al sacar casi 200 mil votos de la interna de Juntos por el Cambio. Con este resultado, tiene asegurada su banca en el Congreso, ya que ocupará el cuarto lugar en la lista definitiva que se presentará en noviembre.
Un parlamento con el exministro de Economía, Milei y Espert será un Congreso diferente. Si cumplen lo que prometen, pondrán a debatir las ideas del libre mercado, la dolarización de la economía, la baja de impuestos, la reforma laboral y todos los temas que “molestan” a la casta política y que ahora dejaron desbalanceada la grieta.
Un dato más: Solo el 67% del padrón fue a votar y el COVID es una excusa tibia que no alcanza a justificar la cifra más baja de la historia. Hay que despertar el entusiasmo cívico en una población anestesiada por peleas de una grieta imaginaria, donde los reproches siempre son para el otro y donde no hay capacidad alguna para la autocrítica.
El camino a noviembre es corto. Es un salto que no puede ser al vacío. Solo hay que dejar que el viento libertario continúe soplando. Que barra las hojas viejas. Y abra un nuevo capítulo en la historia argentina.