El pasado 8 de mayo, se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Friedrich A. Hayek (1899 – 1992), quien produjo en el campo de la economía, la filosofía política, la psicología y el derecho, una obra tan extensa y variada como lo fuera su propia vida, transcurrida entre su Viena natal, Nueva York, Londres, Chicago y finalmente la Friburgo alemana.
Habiendo estudiado derecho y ciencias políticas en Viena con el objeto de seguir una carrera como servidor público y luego estadística en Nueva York, sus primeros años se caracterizaron por la investigación de los ciclos económicos, tanto en el seminario dirigido por su mentor, el economista Ludwig Von Mises, como en el instituto de investigaciones a cuyo cargo -por padrinazgo de este último- había sido designado. Tras su partida a Londres, a fin de integrarse a la London School of Economics and Political Science por invitación de Lionel Robbins, le sucedió en la dirección de aquel instituto quien fuera su compañero de estudios en referido seminario de Mises, Oskar Morgenstern. Por ello, no debería resultar sorprendente encontrar resonancias de teoría de los juegos en el célebre ensayo que Hayek publicara en 1937, “Economics and Knowledge”, luego reunido en la colección “Individualism and Economic Order” (1948), donde se recopilan también sus trabajos sobre la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo. Fue justamente en virtud de aquellos estudios sobre el rol de la transmisión de la información en la economía que a Hayek, en 1974, le fue otorgado el Premio Nobel de Economía.
Sus años como economista se caracterizaron también por sus disputas con la Escuela de Cambridge y particularmente con Piero Straffa (1898-1983) y John Maynard Keynes (1883-1946), con quien, además de polemizar académicamente, mantenía una auténtica amistad.
Fue Keynes quien recomendó a Hayek, en plena Segunda Guerra Mundial, para integrarse a trabajar dentro del gobierno del Reino Unido en un programa de financiamiento de la deuda pública contraída como consecuencia de la guerra. Fue en tales circunstancias, asimismo, que Friedrich Hayek se convirtió en ciudadano británico. Habiéndole concedido la Universidad de Londres el doctorado en economía por su obra The Pure Theory of Capital (1941), Hayek pone en riesgo todo su prestigio académico con la publicación de The Road to Serfdom (Camino de Servidumbre) (1944), libro en el que advierte sobre los riesgos de que la planificación central de la economía por parte de gobiernos democráticos pueda derivar en experiencias totalitarias, como había sido el caso de Alemania, que transitó de la República de Weimar al nacional socialismo. Junto con determinadas circunstancias personales -su divorcio, por ejemplo-, tal libro le valió el reproche de su círculo de amigos y colegas de Londres. Fue en aquellos años de zozobra personal en los que Hayek desempolvó sus inquietudes por la psicología teórica que le había inculcado su viejo maestro vienés Ernst Mach y publica The Sensory Order (1952). Entre tanto, sin que nadie lo hubiera podido prever, una versión resumida de The Road to Serfdom gozó del elogio de sus lectores en los Estados Unidos.
Fue allí, donde debía emigrar; luego de realizar una gira de conferencias, un empresario norteamericano solventaría su sueldo en la Universidad de Chicago, quien lo contrataría como profesor de teoría política. Su nuevo rol lo llevará a incursionar en los terrenos de historia de las ideas, filosofía de la ciencia y en las relaciones entre el derecho y la política. Además, de los numerosos ensayos compilados en diversos libros -como Studies… (1967), Frieburgen Studien (1969), New Studies… (1978)- se destacan de dicho período The Constitution of Liberty (1960) y Law, Legislation and Liberty, publicado en tres tomos sucesivos (1973,1976 y 1979). También en esta etapa encontramos prolíficos trabajos sobre teoría económica, como Three Elucidations on Ricardo Effect (1969), A Tiger by the Tail (1972) y el célebre, aunque también discutido, The Denationalization of Money (1976).
Hayek, fue conocido en su juventud como un agudo economista y transcurrió la segunda parte de su vida como pensador sobre temas eminentemente políticos, habiendo recibido tanto elogios entusiasmados como severas críticas. Sin embargo, la vigencia de su obra tiene mucho del concepto de evolución que él mismo preconizaba, basado en el legado de los filósofos y pensadores de la ilustración escocesa: Adam Ferguson, David Hume y Adam Smith, entre otros. Su evolucionismo no era el del historicismo hegeliano según el cual el mundo sigue un determinado curso de transformaciones de acuerdo a una ley histórica. Por el contrario, el evolucionismo que cultivaba Friedrich Hayek tenía una mayor afinidad al carácter adaptativo a los cambios impredecibles de circunstancias en la naturaleza (algo que probablemente también habría aprendido de su padre, que era botánico). No existe -o sería imposible, o al menos incognoscible- un plan de dirección central de la realidad, tanto natural como social, sino que cada entidad va desarrollando sus propias virtualidades a los fines de adaptarse a los cambios que percibe de acuerdo a la información -fragmentaria- que le llega de su entorno.
De la coordinación simbiótica de los diferentes agentes que buscan mejorar su adaptación al medio es que emerge un orden espontáneo -también por él llamado abstracto-, a veces enunciado en normas morales y jurídicas, otras veces latente y pendiente de enunciación -como las consecuencias no intentadas de Bernard Mandeville.
El Hayek del Siglo XX se destacaba por sus observaciones en el terreno de la economía política. Hoy seguramente hay que buscarlo en sus nociones sobre la filosofía de la libertad y el estado de derecho. En The Constitution of Liberty, Hayek definía a la libertad individual como “ausencia de coerción arbitraria”. Así, al concepto de libertad negativa de Isaiah Berlin le agregaba el elemento de la ausencia de arbitrariedad y con él introducía el estudio del derecho en su teoría política, trabajo que habría de continuar en el ya citado Law, Legislation and Liberty. Sin embargo, ya todos estos temas se encontraban implicados, de una manera u otra, en The Road to Serfdom y es allí donde seguramente deba buscarse su principal legado, abundante en citas, como la siguiente: “Nada distingue más claramente las condiciones de un país libre de aquéllas en un país bajo un gobierno arbitrario que la observancia en el primero de los grandes principios conocidos como el gobierno de las leyes [the Rule of Law]. Despojado de todo tecnicismo, éste significa que el gobierno en todas sus acciones debe estar limitado por reglas fijas y anunciadas de antemano -reglas que hacen posible predecir con una razonable certeza cómo la autoridad habrá de emplear sus poderes coercitivos en las circunstancias dadas, lo que le permitirá a cada individuo planificar, sobre la base de tal información, sus propios asuntos.”