21/10/2025

“Hombres, los odio”: ¿la ira es una condición para ser feminista?

“Hombres, los odio” ¿El nuevo slogan del feminismo?

(I parte) La ira es indispensable para el feminismo. También la victimización frente a la crítica, el egocentrismo de su supuesto intelectualismo que según este grupo se debe imponer por la fuerza frente al racionamiento realmente diverso del conocimiento crítico y autocrítico y la deslegitimación hacia cualquier postura nacida desde los heterosexuales. Desde su enfoque fanático los heterosexuales (hombres y mujeres) nos debemos quedar calladitos mientras estos grupos sectarios cada día van convirtiéndose más en una expresión viva de la alienación de las extremas. Debemos decir: Oye, sí claro, está bien que nos odien y fomenten apologías de violencia en sus manifestaciones, canciones difamadoras y escritos sin rigor científico o metodológico.

Enfrentar a estos grupos, los cuales ahora se amparan en la impunidad de género de lo políticamente correcto y de organizaciones que tildan cualquier cuestionamiento como misoginia, machismo y violencia de género y “mansplaining”, es todo un reto. En lo personal, no me gusta que ningún grupo fanático, ya sean feministas, fascistas, comunistas, antivacunas, neonazis o cualquiera grupo ligado a la ofensiva de los enajenados, que estos tiempos se sienten con el derecho de venir a exponer todo su odio con total impunidad, vengan a decirme como pensar, como actuar y colgarme un adjetivo desde su ignorancia y fanatismo.  Eso sí, un machista misógino de extrema derecha si escribiera un libro diciendo “Mujeres, las odio”, sería inmediatamente condenado al ostracismo y con toda razón. No obstante…  

Si creías que las líricas llenas de generalizaciones de “un violador en tu camino”, himno de odio creado por una célula extremista llamada Las Tesis contra los hombres, acusándolos a todos de violadores y, por ende, de delincuentes, eran incómodas y de alto contenido de misandria, pues prepárate que llega la fresa en el pastel.  Cabalgando como una amazona feminista lesbo-bi, surge de las profundidades del fanatismo ideológico:  Paulin Harmange.   

Pero antes de abordar los comentarios vertidos a diversos medios sobre su visión sobre los hombres de tan ilustre personaje del fanatismo feminista actual, debo contar unas pequeñas experiencias relacionada al tema.

  1. Porque eres hombre
https://visionliberal.com.ar/modo-victima-y-el-riesgo-del-feminismo-corporativo/

Solo recuerdo el año. Era 2018.  Caminaba por la avenida Pedro de Valdivia y antes de llegar a avenida Grecia, vi unas sillas apiladas en un portón. Me encantan las imágenes de Santiago, cuando surge algo con atractivo visual lo fotografío. Continué por la vereda y pude observar que era una “toma” feminista. Un instituto de estudios había sido tomado por un grupo de supuestas estudiantes y eso significa que ningún otro estudiante puede entrar a las instalaciones, y menos los funcionarios. Seguí sacando fotos a las pancartas con frases que generalizan como “Peligro acosadores” y, en eso, alguien me toma por el hombro.

Era una activista feminista que tenían vigilando la zona de guerra, pensé. Con el pelo pintado de rojo, botas militares y una estrella roja en su chaqueta, me recordó a un punk o cualquier moda anarquista de los ochenta. Ella me dijo: “No puedes tomar fotos”. Me sorprendió la prohibición y más cuando no viene de un cuerpo represivo del Estado ¿Por qué no puedo?, pregunté. Porque eres hombre, me gritó y salió caminando con rapidez hacia otro lado. En verdad el chiste se cuenta solo y parece que la intolerancia se disfraza de cualquier ideología en estos tiempos.

Pensé ponerme a discutir con esta persona intolerante y recordé a Voltaire “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”. Y como no estoy acostumbrado a recibir órdenes de nadie que no tenga el monopolio legítimo del uso de la violencia -pensando en Max Weber- tomé todas las fotos que me dio la regalada gana.

Posteriormente, reflexioné que para bien o para mal, durante la vida se da la oportunidad de conocer a diferentes personas en diversos entornos sociales. Se nos dice que hay que ser tolerante con las visiones de mundo, que en muchos casos solo tiene relación con soportar una conversación hueca, pero necesaria por la paciencia hacia el otro que sin querer nos quiere destruir con sus discursos nada evolucionados.  Temas nada profundos, pues la vida no siempre tiene que ver con grandes debates internos existenciales para nuestra tortura personal.

Pero llega un punto, un cisma, un momento de quiebre que nos muestra que en Sodoma y Gomorra de la lucha de clases no hay ningún” hombre bueno”. Y para esta activista queda claro que ser hombre es sinónimo de un criminal de género.

Por alguna razón, en medio de esta idiotez social, uno se da cuenta, para nuestra mala suerte y por obra de una iluminación, que todos esos momentos que se fingen con la tolerancia sobre lo vano, el embuste barato, las emociones básicas y los discursos clichés de gente que está obviamente equivocada; no es lo correcto. Termina dando una disimulada risa y, al mismo tiempo, la náusea respectiva. No es bueno estar acostumbrado a una sociedad profundamente enferma, reflexionó Krishnamurti. Tenía razón.

Tener esta aburrida experiencia con una reaccionaria feminista me dio más lástima que rabia por querer limitar mi derecho a fotografiar en un lugar público. La gran obra de este movimiento de fachada del partido comunista chileno y otros sectores radicalizados de la izquierda es la muestra palpable que la estupidez puede pasar a la locura fanática. Más allá de cualquier reflexión sobre demandas justas, o no, la sangre que corre por estos grupos es de la desesperación de un porcentaje de sus integrantes por desear ser algo en una sociedad enferma donde son marginadas socialmente y por sus preferencias sexuales diversas. Vivimos en tiempos más tolerantes con los gustos sexuales y convertir un movimiento en la Gestapo nazi para promover la misandria parece muy contradictorio con la igualdad que promulgan los grupos feministas moderados – las que protestan en marchas, sin llamar a matar hombres o córtales los testículos –.

Desde ese día, tuve que usar otras calles en mis caminatas para evitar tener que encontrarme de nuevo con los rostros de la policía del pensamiento y la intolerancia de estas radicales, ya que tienen a un sector de la opinión pública y medios de comunicación a su favor y enfrentarlas es casi seguro tener una acusación falsa por redes sociales como acosador o misógino.    

  • El machista que hablaba de “feminazis”.

Un día cualquiera de aquellos que uno no quiere acordase mucho tuve una conversación con un sujeto extremadamente de derecha. Estábamos viajando por la zona fronteriza de México y Guatemala a principios del 2001. Perdí el bus para la frontera con México y me tuve que quedar solo en un pueblo llamado Retalhuleu. Dicho lugar no se le puede apreciar por ser muy pacífico. Peleas callejeras entre borrachos se miraban a menudo y muchos de los hombres portan pistolas a la vista. Es decir que había que ser muy respetuoso en un ambiente así y más como foráneo. Decidí entrar a un restaurante donde me senté en la barra para comer algo. Ahí comencé una conversación con un hombre. No recuerdo bien el nombre, pero lo escuché pues el tipo andaba con una escuadra 9 milímetros en su cinturón y con olor a cerveza. No tenía opción.

El tema que prestamente salió en la conversación fue el aborto. En lo personal, me es aburrido hablar del aborto pues es algo que enciende fanatismos estúpidos.  Me miró y me dijo que yo tenía todo el tipo de ser un “pendejo” extranjero que apoyaba a las abortistas. – Usted crearé que yo crío vacas y que soy un “indio” cerote que no sabe nada. No amigo. Escuche bien.  Yo viajo y leo y puede explicar mi opinión si usted me lo permite- me dijo.

Afirmó que él apoyaba el aborto. Le pregunté la razón y me respondió que la mayoría de mujeres que querían abortar eran comunistas y feminazis- palabra despectiva usada contra las feministas radicales-, así que era mejor que no tuvieran hijos pues no serían buenas madres.  Me argumentó – al preguntarle sobre el término “feminazi” – que los nazis usaban el aborto como un método de perfeccionamiento de asesinatos masivos de bebes judíos y gitanos y para experimentos. Para él era igual al aborto en estos tiempos.  “Solo que lo adornaban con palabras bonitas y de falsos derechos humanos”, afirmó.

Así que el término no le parecía ofensivo en absoluto. “Para las feminazis, los que no están de acuerdo con ellas son de extrema derecha o fascistas ¡Qué aborten si quieren!”. De ahí me interrogó que cuándo había visto a mujeres violadas o en peligro de muerte por un embarazo en las famosas marchas donde gritan por “el derecho de matar bebes”, concluyó y tomó otra cerveza.  Terminé cansado y aburrido de la charla, pero cuando se viaja solo por las fronteras entre Guatemala y México se conoce gente de todo tipo y no es bueno debatir con desconocidos en un barsucho y más con una escuadra en la mesa.

Continuará….

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