El que gasta con billetera ajena gasta mucho y mal
(Por Tomás B. Castro*) A fin de mayo observamos atónitos las imágenes que provenían de Formosa. Detenerse en lo acontecido ese día sería repetitivo. Ya mucho se ha escrito acerca de ello: las palabras del presidente, la falta de barbijos, los abrazos entre funcionarios.

“Venimos con Gildo a poner en pie a Formosa” fue la frase destacada del discurso presidencial: esperanzadora para algunos, ridícula para muchos otros. Insfrán gobierna Formosa desde el año 1995. La pregunta que surge en consecuencia es evidente: ¿Por qué Formosa aún no pudo ponerse de pie?
El gobierno de Insfrán es causa y consecuencia de un sistema con incentivos perversos. La consolidación de un autoritarismo subnacional es síntoma de un problema mayúsculo que se reproduce en muchas otras regiones del país.
En Argentina las provincias dictan su propia constitución, se dan sus propias instituciones y eligen sus autoridades; sin embargo, a la hora de la recaudar, los gobernadores se muestran increíblemente dependientes de las finanzas nacionales.
Así, durante décadas han decidido descansar en los fondos que reciben de Nación. Nunca se dedicaron a desarrollar esquemas impositivos sólidos y atractivos para la actividad privada. Prefirieron en cambio ampliar sus aparatos estatales y con ello su poder político. Mientras Formosa compone sus recursos en un 84% de transferencias nacionales, Santiago del Estero lo hace en un 82%, La Rioja en un 79%, Catamarca en un 78%, y la lista sigue. Únicamente seis distritos financian sus gastos en mayor medida con recursos obtenidos localmente.
Las consecuencias están a la vista: un incremento exponencial e irresponsable en el gasto, y un desincentivo a mejorar y eficientizar sus propias recaudaciones. Hay seis provincias en Argentina cuya dotación de empleados públicos es mayor a la de los privados: en Catamarca, por ejemplo, por cada diez empleados en el sector privado, hay diecisiete que se desempeñan en el público. Enormes estructuras de empleo público y clientelismo garantizan la permanencia de unos en la pobreza y de otros en el cargo.
La autonomía de las provincias no es más que un mito, una ilusión en la práctica. Donde el Estado Nacional financia las tres cuartas partes del presupuesto, no sólo se carece de autonomía, sino también de incentivos básicos.
Décadas de fracasos deben invitarnos a replantear políticas obsoletas. Es necesaria una reforma del régimen de coparticipación federal de impuestos orientada a una mayor correspondencia fiscal. Se trata de volver a vincular la potestad de gastar con la responsabilidad de recaudar, porque quien gasta con billetera ajena, gasta mucho y mal.
*Politólogo