
Eleonora Pereyra es una de las productoras generales del ciclo TABA 2025 que comenzó ayer – jueves 13- y parte del equipo de Timbre 4, uno de los espacios de teatro más convocantes de la Ciudad por fuera del circuito comercial de las grandes salas. Desde ese doble rol ella explica el fenómeno “democratizador” del teatro (es capaz de convocar tanto a simpatizantes libertarios, como del PRO, peronistas, radicales o de izquierda sin distinción de banderías políticas) y la importancia de esta edición número 13 del TABA, con la presencia de obras y actores españoles.
Visión Liberal: El teatro “democratiza”. Te coloca en un lugar distinto, en un lugar donde pueden estar los liberales, los peronistas, o los del PRO, y la izquierda. Y más en una ciudad como Buenos Aires. ¿Coincidís con esto?
Eleonora Pereyra: El teatro es una práctica escénica, está dentro de los lenguajes artísticos. No tiene por qué tener una cuestión moral, porque el arte no es moral, es inmoral, en esencia. Si es verdad que, después, habla de temáticas que hacen referencia a la actualidad, toca fibras que pueden tener que ver con problemas, con necesidades sociales, políticas, económicas. Eso es lo que lo hace más importante o que trascienda, pero no solamente en la escena sucede esto. También en el arte plástico, en las visuales, en la música.
La gran particularidad de las artes escénicas es que es un hecho vivo y solamente tiene existencia en la medida que haya un público que lo esté mirando. Si no, pasas a hacer (y ser) otra cosa. Por eso es un arte tan particular y diferente y antiguo, que va a seguir existiendo independientemente de los partidos políticos.
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VL: A eso le sumamos la particularidad de que suceda en Buenos Aires…
EP: Tengo casi cincuenta años, no conozco del todo la realidad del resto del país, aunque creo conocer más que mucha otra gente porque trabajé varios años en Cultura, en organismos federales. El teatro tiene distintas expresiones. Quizás acá (en CABA), como vos decís, tiene una particularidad por el volumen, por tantas salas, por ser más compartido. Y porque en Buenos Aires, finalmente, no deja de ser la caja de resonancia de la Argentina. El teatro está hecho por la gente, por las personas mismas que vivimos acá, que nacemos acá, que nos criamos acá. Y así en cada lugar.
VL: Hay algo que ocurre con Buenos Aires que es que mucha gente tiene la intención, las ganas y la motivación de estudiar, de consumir o de ir a ver teatro.
EP: Es cierto. Hay mucho público que no se vincula con la práctica, pero le encanta ir. Como que es aficionado a ir a ver teatro. Mucha gente que le gusta hacer encuentros donde opinan, critican, como una especie de análisis de la crítica y la investigación teatral. Y bueno, hacedores también hay un montón.
¡Y la cantidad de gente que tiene salas y que se atreve a utilizarlas para hacer teatro, para mí es una osadía total!

VL: ¿Es una osadía, en el término exacto de la palabra, o es una rebelión ante muchas cosas que la gente ve?
EP: Bueno, digo que es muy osado tener un espacio escénico. Decidir abrir una sala autogestionada es realmente un compromiso con la actividad y un amor muy grande. Con un riesgo, donde se sabe que las variables comerciales, económicas son siempre, no digo hostiles, pero muy cambiantes. Las variables del mercado no son aplicables a una sala de teatro. Vos sí podés determinar cómo sustentar la sala, cómo financiarte, cómo hacer accesible una entrada y un montón de cosas. Es muy difícil eso. Por eso digo que es muy osado tener una sala.
Así que hay una pulsión de querer ser rebelde o querer usar una práctica artística para decir, hablar o discutir cosas que quizás no se encuentran en otro lugar, porque uno no tiene ese lugar. Puede ser que haya una cierta rebeldía. Para mí hay más un compromiso también, un compromiso de amor.
VL: En especial si lo comparamos con el fútbol o los recitales de música, que ahí sí entra a jugar la variable del mercado, entra a jugar la variable de las ganancias, entra a jugar la variable de la popularidad. Un futbolista o un artista que canta tienen un reconocimiento social que efectivamente cuesta muchísimo lograr en el teatro.
EP: Sí, hay mucho tiempo detrás del teatro. Hay una temática que se habla en la serie Envidiosa (Netflix), que hay muchos actores y actrices, muchos en esa serie, que todos, o los que tenemos un poco más de recorrido en lo teatral, las hemos visto en decenas de obras de teatro. Y ya las vimos brillar y las recontra conocemos y para nosotros son re famosos, pero antes no los conocía nadie. Para mí es muy lindo ver que una serie termina siendo en el fondo exitosa por ese ensamble de artistas con mucho oficio y que les dieron una estructura y que lo único que hicieron es hacer lo mejor que saben hacer, actuar. Con años de entrenamiento, de práctica, de oficio, de escenario. Veo ahí una analogía con el deporte, de cuánta gente es virtuosa y se entrena y que tiene un montón de talento, pero bueno, de ahí a que a veces se le dé, son pocos.

VL: ¿Sería un buen camino buscar esta conjunción entre nuevas plataformas, el streaming y el teatro?
EP: Cuando apareció un poco más después de la pandemia o mismo en la pandemia, muchos artistas que solamente trabajaban en lo teatral empezaron a incursionar. Una de las cosas sí que ha democratizado, por lo menos los discursos o los lenguajes o las voces, ha sido la transmisión online. Internet tiene un carácter mucho más horizontal y democratizante. Ahora, de ahí a que todos tengamos acceso es otra cosa, porque tenés que desarrollar algunas herramientas o tenés que aprender a usar algunas cosas para poder acceder.
La que más ha revolucionado a nivel industrial, por lo que dicen los que saben, yo no estoy tan metida en el tema, es la música. Ha roto mucho las estructuras de la verticalidad, de que el manager, el productor, no sé qué. Ahora, como alguien la puede pagar, sacan tres temas, los suben a Spotify, se pagan un poco de pauta publicitaria y se arma una campaña. Antes eso era imposible. Quizás en el teatro eso todavía no se nota tanto esa diferencia, pero sí es cierto que muchos artistas, que ya son de mucho oficio, tienen un espacio, o sea, pueden transmitir su talento a través de alguna plataforma sin que sea un mega programa de televisión.
Quizás por eso hayamos conocido y hayamos empezado a ver a otras personas.
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VL: Sí, el rol de los productores en teatro siempre fue muy fuerte, de hecho hay una gran película de hace muchísimos años que se llamaba Los productores. ¿Qué pasa con ellos hoy? ¿Cómo se ubican en este nuevo contexto?
EP: Te puedo hablar del tema de modo general. Nosotros en Timbre 4, por un lado estamos en el circuito de lo que son las salas independientes, autogestionadas, alternativas, como querramos llamar, que son menos de 300 localidades. Tenemos una modalidad de gestión que no es la misma que la de las empresas que son dueñas de los teatros que son más grandes, o que administran teatros más grandes. De todas formas, somos una sala que gestionamos algunas cosas de manera híbrida. Somos bastante sustentables, producimos mucho, nosotros buscamos una programación donde venga el público y donde sea accesible y donde suceda la venta de entrada. Ese es el gran desafío de Timbre 4. Cada vez cuesta más gestionar fondos por fuera de lo que nosotros podemos generar.
Tenemos una programación amplia donde tratamos de que sean bastante atractivas o que trate cosas más populares, por decir una manera, y otras que tengan lenguajes más crípticos, que sean más de exploración, de investigación. Hay obras de teatro que son un poco, no digo más inentendibles, sino que no atrae tanto a la gente porque trata temas quizás menos interesantes o menos populares, o el lenguaje artístico es mucho más metafórico y también hay que investigar e indagar.
VL: No se puede hacer todo el tiempo la representación del costumbrismo en el teatro.
EP: Se puede hacer, pero hacer todo el tiempo eso a veces es medio aburrido. Por eso digo que Timbre 4 tiene esa mezcla que busca tener una programación un poco más popular, por llamar de alguna manera, o más cercana a gente.

VL: A los gustos o a los intereses de un público más masivo, digamos, para ponerle un rótulo.
EP: Exacto, lo buscamos para poder sustentarnos, porque si hacemos solamente una sala con 150 localidades, necesitamos mantenerla, ¿Y cómo hacemos?
VL: Y en este esquema ¿dónde se mete El TABA 2025?
EP: Esta es la decimotercera edición. Por un lado, sabemos que es una réplica de un festival que se hace en España, y se hace acá, en Buenos Aires, en Montevideo y en Lima.
VL: ¿De manera conjunta?
EP: No en simultáneo. Conceptualmente cuenta con una ayuda muy fuerte de España para que los elencos españoles o las compañías puedan salir de su país y presentarse en otra región. Esa es como el germen de El TABA. Lo que hace España es fomentar a partir del apoyo a compañías, el apoyo económico, literal, tipo pasaje, la comida y un cachet, para que puedan hacer circular sus obras. Y en ese plan se constituye El TABA en Buenos Aires, en Montevideo y en Lima. Nosotros acá, hace unos años que ya no tenemos otra programación internacional, básicamente por motivos de recursos, de logística para poder solventar eso, que ya es casi imposible. Acompañamos el festival con una programación más bien porteña, porque ni siquiera es nacional. En general son obras de la Ciudad de Buenos Aires, que no estuvieron en Timbre o que alguna vez estuvieron y después armamos capaz que otro tipo de programación.
Tenemos un vínculo fuerte con España porque gracias al apoyo de ellos pueden venir estas obras catalanas y después nosotros gestionamos lo mejor que podemos para que pueda haber una programación argentina. La particularidad de esta edición es que básicamente la tuvimos que pensar un poco a nivel de los precios de las entradas. Tenemos una entrada general más cara, una más económica y otras entradas con precios a la gorra, donde cada uno le ponga el precio que le parezca.
VL: En el caso de las dos primeras, ¿cómo están los precios medidos en euros o en dólares, que es un punto hoy crucial en la Argentina porque estamos con ese problema?
EP: No tenemos la referencia de la entrada, la verdad es que no lo hacemos. Solamente vemos como el parámetro o el abanico de los precios del contexto de la Ciudad de Buenos Aires. Las entradas generales para dos obras están 20.000 pesos, que es más o menos una entrada que puede estar en el Teatro Picadero, que hay varios teatros, como el Teatro del Pueblo, o en unos teatros referentes como el Camarín de las Musas, que son teatros así como familiares, más o menos tienen ese precio. Después tenemos la entrada festival que la pusimos a 10.000 pesos, que es la mitad, entonces hay varias obras, entre ellas las catalanas, que también podemos hacerlo porque ellas vienen con un apoyo y podemos ajustar ese precio para que sea más accesible para el público. Y después la entrada voluntaria, que cada uno le pone el precio que quiera.

VL: Sí, los precios son muy populares, muy accesibles, porque si uno piensa que una pizza está cerca de 20.000 pesos en cualquier lugar de la calle Corriente, y cuando salís de ver cualquier obra de teatro, te das cuenta que no es una locura.
EP: Sí, siempre cuando uno piensa en lo que es la actividad escénica, una obra de teatro, una obra de danza, un espectáculo de música, no se puede pensar ese hábito como solo la entrada. La persona que sale de su casa ya está gastando, invirtiendo en una salida, ya sea que vaya en colectivo o en auto o en taxi, Ni hablar si tengo que pagar un estacionamiento, pago una entrada, y siempre la gente hace algo después o antes, entonces es como que nunca se puede pensar la entrada como algo único.
Siempre hay otros gastos, por eso uno analiza siempre también el precio en ese contexto, sabiendo que la persona no solo invierte en comprar una entrada sino que además tiene otros gastos.
VL: ¿Qué sería una conclusión exitosa del Festival El TABA este año?
EP: Para nosotros y el equipo, siempre lo importante es que venga el público, que las salas estén, no te digo llenas, pero que venga la mayor cantidad de gente posible. Eso sería el éxito, porque la programación la pensamos muy variada, así que sabemos que vamos a atraer a diferentes intereses o edades. Y que se acerquen a Timbre 4, la gente va directamente a Boedo, es una sala que está un poco inserta en un barrio donde hay otro tipo de actividad también, pero está solo esa sala, entonces la gente va a Timbre. Así que sabemos que siempre el éxito es que la sala esté con público, que todas las funciones, venga la gente, más allá de que si le encanta o no lo que vio, que vuelva. Siempre hay algo que va a pasarla bien, así que ese sería nuestro éxito.
VL: Es un criterio muy “shakespeareano”, donde se buscaba que la gente fuera a ver teatro…
EP: Yo digo que ir al teatro es un acto de fe: Uno va a algo que no sabe que va a pasar, no tiene idea que sucede, entonces va creyendo que va a estar bueno, que le va a pasar bien, que va a ser algo entretenido, pero no sabés mucho, a veces ni siquiera sabés cuánto dura. Es un poco mágico lo que sucede. Así que asumimos el desafío y queremos que vengan. Hay distintas obras muy diferentes, siempre las obras españolas son un lenguaje nuevo y está bueno ver qué es lo que hacen también del otro lado del océano, o de qué temas les interesa hablar.