No solo el río de La Plata separa a la Argentina de Uruguay. La frontera marca también una grieta entre dos miradas y dos estilos de gobierno, de institucionalidad y de políticas. Los primeros meses de gestión del presidente Alberto Fernández y los priemeros cien días de Luis Lacalle Pou revelaron con elocuencia esas diferencias entre ambos países que parece insalvable.
Los politólogos Constanza Mazzina (Arg) y Luis Pedro Permanyer (Uru) pasaron el cincel por esas diferencias en un debate que organizó Fundación Naumann. Ambos coincidieron que la pandemia fue el “enemigo” común que ambos tuvieron que enfrentar en el inicio de sus respectivas gestiones. Pero de ahí en adelante, todos son diferencias.
Según Mazzina, “la economía y las instituciones se erosionaron aún más desde que asumió Fernández”, ya que comenzó con una “pata floja” que es, nada más y nada menos, la duda sobre quién detenta el verdadero poder, si el presidente o la vicepresidente.
Mazzina dice que la llegada del coronavirus en marzo mutó ese dilema a otro: la batalla contra lo que el presidente llamó el enemigo invisible y la falsa dicotomía economía-salud. “Desde entonces, grafica Mazzina-, se gobernó por decreto. Se extendió la feria judicial, se pretende reformar la justicia para cumplir el plan de impunidad de Cristina Kirchner”.
“Nuestra cuarentena es más larga que la de Wuhan y no ha servido para contener la pandemia”, concluye la especialista.
No hay bisagra que atenúe el análisis de Mazzina. La política exterior es otra política fallida del presidente Fernández, que admite a Evo Morales como asilado y no termina de definir su postura frente a la dictadura de Venezuela.
“Como ciudadanos estamos hartos del encierro y por otro lado, hay vaciamiento de poderes y avasallamiento del federalismo”. El diagnóstico es lapidario y Mazzina lo completa con un repaso exhaustivo de frases, medidas y cifras de esta cuarentena y sus repercusiones en el ámbito privado y público.
El modelo argentino, otra vez alineado con el populismo que corroe la institucionalidad desde hace 70 años se choca de frente con el modelo uruguayo, encarnado por Luis Lacalle Pou.
“En Uruguay hablamos mas de instituciones que de economía, eso explica la diferencia a la hora de llevar adelante políticas públicas o enfrentar momentos difíciles. Hay trayectoria de respeto institucional y nuestro presidente es muy fiel a su condición de liberal y ha llevado por ese camino estos primeros 100 dias de gobierno”. Así comienza su alocución Permanyer, marcando una diferencia sustancial: lo institucional prevale sobre la coyuntura y la economía.

Cuenta el politólogo que seis de cada diez uruguayos aprueban la gestión de Lacalle Pou. La coalición que actúa con el poder central también es garantía de institucionalidad.
Pero no sólo eso marca las antípodas con el poder argentino. El manejo de la pandemia demostró que la libertad es un bien que uno defiende más que otro. Mientras el gobierno argentino fogoneó hasta el hartazgo el “quedate en casa”, Lacalle Pou dijo: “no se puede meter preso al que trata de ganarse un peso” y no estableció cuarentena obligatoria (y menos coercitiva). Convencido de que “la visión paternalista no conduce al bien común”
Aprobacion de Lacalle Pou tanto desde el manejo institucional y el manejo de la coalición garantiza una institucionalidad e incorpora voces diferentes en los procesos de tomas de decisiones. Tambien en su sintonía con la población, la aprobación pública, sobre todo su gestión. 6 de cada 10 uruguayos aprueban la gestión y menos de 2 la desaprueban.
“No se puede meter preso al que trata de ganarse un peso”, lacalle pou frente al que quiere trabajar. “La visión paternalista no conduce al bien común, Lacalle Pou “demostró un altísimo nivel de empatía con sus gobernados”.
El comité de emergencia de Uruguay incorporó voces de todos los ámbitos y se escucharon diferentes opiniones. “El presidente demostró humildad para trabajar en equipo y madurez para respetar la institucionalidad”, concluyó Permanyer. “Esta coalición se llamó Multicolor y es una coalición electoral que se consolida como de gobierno porque todos los representantes están en el poder ejecutivo. Funciona bien, aunque tiene tensiones que alienta a interpretaciones que van a durar poco, considero que es un error, porque las tensiones son buenas: favorecen las discusiones e incorpora distintas voces”.
