Gustavo Petro invoca la frase final de Cien años de soledad para legitimar su gobierno, pero su gestión reproduce los mismos patrones de poder mal gestionado y encierro intelectual que García Márquez advirtió. Colombia, bajo su liderazgo, no escapa de Macondo: se transforma en él.

Por Javier Cabrera. En varios discursos, Petro ha citado la frase final de Cien años de soledad, legitimando su causa: “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Lo hace como si Gabriel García Márquez hubiera escrito esa obra para justificar su gobierno.
Personalmente, creo que García Márquez no escribió Cien años de soledad con esa intención. La escribió para despertarnos. Para advertirnos que el poder sin corrección, sin escucha y sin límites condena a los pueblos al olvido. Macondo no se extingue por falta de revolución: se desintegra por el exceso de poder mal gestionado y por el encierro intelectual y emocional de sus líderes. Algo parecido a lo que estamos viendo en el gobierno actual.
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Ahí radica la contradicción de Petro: al gobernar, en lugar de romper la maldición que tanto invoca, reproduce sus patrones más peligrosos. En apenas tres años de mandato ha activado un ‘Macondianismo institucional’. Atacando las cortes, el Congreso, las instituciones de nuestra democracia; ha sembrado discordias donde se necesitaba unidad, minado la confianza en los pilares del Estado.
Bajo su liderazgo, Colombia no se está alejando del Macondo literario: se está convirtiendo en él.
Cien años de soledad enseña que la historia está condenada a repetirse en un ciclo infinito de errores si estos persisten. La familia Buendía repite nombres, destinos y tragedias porque es incapaz de aprender. Lo mismo ocurre cuando los pueblos se entregan a líderes que prometen salvación, pero repiten el guion. Petro, que se presentó como el cambio, hoy representa la continuidad de un mal ciclo.

Cien años de soledad no termina con una redención. Termina con una revelación trágica: el manuscrito de Melquíades —ese texto mítico que solo puede ser leído cuando ya es demasiado tarde— es una metáfora poderosa que nos advierte que las sociedades que no aprenden de su historia están condenadas a repetirla. Y que el poder que no escucha termina cumpliendo su propio final.
Al citar esa frase, Petro se presenta como el lector de Melquíades, como el hombre que ha descifrado el manuscrito de la historia colombiana. Pero actúa como uno de sus personajes: atrapado en su propio relato, sordo ante el país real, obsesionado con sus imposiciones. Mientras promete romper el ciclo, lo está acelerando.
🇧🇴 [Llallagua bajo asedio: violencia, bloqueos y víctimas fatales por demandas de Evo Morales] 🇧🇴
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‼ Los partidarios de Evo Morales, exigiendo su candidatura presidencial, han aislado Llallagua, al norte de Potosí, desatando una crisis de desabastecimiento y violencia.
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Hoy más que nunca, no se trata de estar contra Petro: se trata de evitar que Colombia se convierta en el Macondo que él ya empezó a escribir. Basta con ver la corrupción creciente en su gobierno y la violencia que estamos viviendo para entender lo dicho.



