En un escenario que recuerda al universo distópico de Mad Max, Bolivia enfrenta una crisis sistémica marcada por la escasez de combustibles, la falta de divisas y un colapso institucional. La gasolina, como el “oro negro”, se ha convertido en una herramienta de poder, generando tensiones sociales, filas interminables y corrupción en las estaciones de servicio. El sistema judicial, en prórroga y sin legitimidad, y la fragmentación política del MAS agravan la anarquía. La informalidad, el contrabando y los poderes paralelos dominan, reflejando una sociedad al borde del colapso. En esta primera entrega, Lourdes Nadia Romero Lara, lìder de Ladies of Liberty Alliance Bolivia, propone algunos ejes centrales para salir de ese “mundo desolado” de la mano del liberalismo.

En Mad Max, la icónica saga distópica dirigida por George Miller, el mundo ha colapsado: la gasolina vale más que la vida, las instituciones han desaparecido y la violencia marca la ley. Aunque parezca exagerado, Bolivia en 2025 empieza a mostrar paralelismos inquietantes con ese escenario: escasez de combustibles, caos institucional, ausencia de divisas, bandas informales de poder, economía sumergida y un Estado que ha perdido el control del orden. La pregunta ya no es si estamos camino al colapso, sino cuán cerca estamos de cruzar el umbral hacia una distopía social autogestionada por mafias de gasolina y burócratas sin legitimidad.
ORO POR GASOLINA: EL COMBUSTIBLE COMO NUEVO PODER
En el universo de Mad Max, el oro negro (la gasolina) es el núcleo del conflicto. En Bolivia lo vivimos con crudeza: YPFB reconoció dificultades para importar combustibles debido a la escasez de divisas. Ante esta crisis, el gobierno ha recurrido a propuestas de pago con oro, acuerdos opacos con Irán y trueques con Venezuela, en una suerte de economía postmoderna de subsistencia estatal.
Las estaciones de servicio se han convertido en puntos de tensión social, donde largas filas, episodios de violencia y corrupción menor —como la venta “por debajo” del cupo oficial— marcan la nueva normalidad.
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Como en Mad Max, el combustible dejó de ser un insumo económico para transformarse en una herramienta de poder. La escasez de carburantes afecta la producción de alimentos, interrumpe la cadena de suministros y contribuye al alza de los precios en productos básicos, generando un efecto dominó en toda la economía nacional.
DÓLARES DESAPARECIDOS: LA MONEDA ROTA DEL MUNDO MODERNO
En la distopía de Miller, la moneda ha perdido todo valor. En Bolivia, el dólar —símbolo global de estabilidad— ha sido absorbido por el Estado mediante controles rígidos, y hoy solo se consigue en mercados paralelos a tasas que duplican el valor oficial. El tipo de cambio se mantiene congelado artificialmente en Bs. 6,96, mientras el paralelo supera los Bs. 11, generando una brecha del 60%.
La imposición de un tipo de cambio fijo y las restricciones a la compra de divisas han generado un mercado negro nacionalizado, donde sobrevivir requiere contactos, privilegios o directamente ilegalidad. Como lo reporta Alternative Press Agency, este tipo de economía sumergida es hoy la norma para el comercio exterior. Además, la reciente devaluación inducida y la irrupción de mercados digitales y criptoactivos han multiplicado la volatilidad cambiaria y la incertidumbre para empresas y familias.

Sin precios reales, sin moneda funcional, sin mecanismos de ahorro o crédito, el ciudadano promedio queda atrapado en la improvisación y el trueque moderno.
UN ESTADO COLAPSADO Y UNA JUSTICIA EN PRÓRROGA
La esencia de cualquier distopía es la ausencia de instituciones funcionales. Bolivia no es la excepción. El poder judicial se encuentra en “prórroga” —una figura anticonstitucional— debido a que la Asamblea Legislativa no ha logrado consensuar la renovación de magistrados. La lentitud, la corrupción y la presión política sobre jueces y magistrados han profundizado la crisis de legitimidad y acceso a la justicia.
El expresidente Evo Morales, inhabilitado para postularse, ha desatado una ofensiva callejera exigiendo su “derecho natural” a ser candidato, mientras el MAS se fragmenta entre facciones tribalizadas. La legalidad ha dejado de ser un principio universal para convertirse en un arma útil al servicio del poder que logre capturarla.
En Mad Max, la ausencia de justicia da paso a la ley del más fuerte. En Bolivia, esa frontera ya se ha desdibujado peligrosamente
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LA SOCIEDAD PARALELA: INFORMALIDAD, BANDAS Y MINI- ESTADOS
Al igual que en la película, Bolivia está creando estructuras paralelas de poder: cooperativas mineras que operan con autonomía absoluta, redes de contrabando que controlan la distribución de gasolina, sindicatos que bloquean rutas con total impunidad y un sistema político que ha perdido el monopolio legítimo de la fuerza. La informalidad económica, que representa más del 70% del empleo urbano según el INE, es hoy el único refugio ante la falta de oportunidades reales. Esta descentralización no responde a una lógica liberal de competencia ni a un federalismo funcional, sino a una anarquía de facto donde cada sector impone su ley y protege su feudo.
¿LIBERALISMO PARA SALIR DEL DESIERTO?
Quienes recuerdan Mad Max sabrán que, incluso en ese mundo desolado, había una posibilidad de reconstrucción. En Bolivia, esa esperanza solo puede surgir mediante una ruptura radical con el modelo estatista y clientelar que nos trajo hasta aquí.

Desde el liberalismo proponemos:
● Liberalización cambiaria: transición hacia una flotación administrada con metas de inflación.
● Apertura comercial: tratados con la Alianza del Pacífico y la Unión Europea.
● Descentralización real: devolver poder a las regiones con autonomía fiscal y política.
● Privatización estratégica: salir del monopolio estatal en sectores ineficientes como hidrocarburos y energía.
● Reforma judicial profunda: independencia, meritocracia y control ciudadano sobre el sistema judicial.
No estamos condenados a ser Mad Max. Pero si no recuperamos el Estado de Derecho, el libre mercado y el respeto a la propiedad privada, el colapso dejará de ser una metáfora cinematográfica y se convertirá en nuestra realidad diaria.
Bolivia vive una crisis sistémica que ha puesto en jaque su economía, su democracia y su cohesión social. Mientras la élite política se debate por candidaturas internas, la población hace filas por combustible, opera en mercados paralelos y sobrevive bajo un sistema informal sin reglas claras.
Mad Max no es solo una película. Es una advertencia.
Y Bolivia, si no despierta, corre el riesgo de ser su próxima secuela.