UN PEQUEÑO ANÁLISIS DEL POPULISMO
Si les digo que no piensen en un elefante rosa, ¿qué es lo primero que se les viene a la cabeza? Posiblemente sea ese animal en un color extraño. Ahora, ¿cuando pensamos en el liberalismo tenemos ese “pink elephant”? Seguro a muchos, incluyéndome, se les viene a la mente la palabra libertad y pensamos: ¿Cómo a alguien no le va a gustar la libertad? La realidad es que es un concepto muy abstracto y difícil de poner en términos de elefante rosa y todavía no nos hemos dado cuenta. Quizás es por eso, o por lo que Donald Trump denomina como “lazy liberals”, que el populismo ha crecido en todo el mundo durante estos últimos años. Se ven manifestaciones populistas tanto de derecha como de izquierda, pero lo cierto es que han podido surgir independientemente de las instituciones, junto con el éxito de la democracia liberal. Con democracia liberal no me refiero a elegir nuestros gobernantes cada cuatro años. Si bien esto es parte del concepto, la democracia liberal que el mundo ha sabido conseguir se basa también en la igualdad ante la ley junto con el respeto a los derechos humanos para de tal modo poder evitar la “tiranía de las masas”. Claramente hemos dejado un espacio vacío donde el populismo, en sus diferentes manifestaciones, ha crecido lentamente, y sin lugar a duda ha desarrollado una excelente retórica con capacidades discursivas excepcionales por parte de sus líderes. Sin embargo, si nosotros, liberales, queremos definir qué es el populismo para así saber cómo combatirlo, ¿por dónde empezamos?

Al momento de hacer una clasificación de los diferentes movimientos políticos, caracterizar al populismo se torna un poco difícil debido a su complejidad. Quizás éste puede ser incluido en el grupo de los movimientos comunitaristas. Sin embargo, no creo que sea su mejor clasificación. El sentido de comunidad juega un fuerte papel en el populismo debido a una de sus características que luego expondré, no obstante encuentro en el populismo una gran influencia del nacionalismo. A priori, podríamos incluir al populismo dentro de los movimientos nacionalistas, compartiendo tal grupo con el fascismo y el racismo.
Al momento de reconocer la influencia del nacionalismo dentro de populismo se deja entrever una de sus características, junto a quizás su mejor mecanismo de captación. Tomémonos un segundo para recordar la campera de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Era una bandera venezolana. Al desarrollar y disparar tales sentimientos en las personas vía “identity policies” o políticas de identidad se comienza a destruir uno de los pilares del liberalismo: la pluralidad. La aceptación de las diferencias o pluralismo surge de pregonar el individualismo, el cual trae aparejado diferencias entre las personas totalmente aceptadas por nosotros. De este modo podríamos decir que el populismo es antipluralismo. El populista no cree en la diversidad ni en la capacidad de cada individuo, sólo pretende crear un sentido colectivista en la sociedad para así poder dar paso su segunda característica: el moralismo.

El populismo es moralista, es decir, en ese movimiento colectivo que ha creado intenta disparar emociones introduciendo el concepto de lo que está bien y lo que está mal.
A partir del uso de ciertos símbolos junto con su excelente oratoria logró determinar qué es lo moralmente correcto en la sociedad. Moralmente correcto para su éxito y prosperidad, digamos. De tal modo se comienza a perder el pensamiento crítico en la sociedad, que a mi entender es una de las peores consecuencias del populismo porque, indudablemente, al perder la capacidad crítica ahora no tenemos la capacidad para distinguir si lo que el líder populista dice es realmente beneficioso para nosotros. Así comienza la fuerte adulación hacia ellos por parte del pueblo que hoy en día podemos apreciar. Tenemos dos murales de Evita sobre el Ministerio de Desarrollo Social en plena 9 de Julio. ¿Acaso queda alguna duda de la sumisión de nuestro pueblo para con los líderes populistas? Parecemos ovejas yendo detrás de un rebaño. Ahora, por suerte, no toda la gente cae dentro de las manos del populista pero lamentablemente ellos lo entendieron muy bien y supieron potenciarse creando una división en la sociedad entre “ellos y nosotros”, “los buenos y los malos”

Aquellos que se cuestionan lo que pasa, caen dentro de esa división entre el bien y el mal que el líder populista hace. Dicha división en la sociedad alimenta al movimiento a partir del significado que le brinda ser parte de él. Se etiqueta a la gente que apoya al líder como un compañero de lucha mientras que al resto se lo denomina como el enemigo. Pueden ser tanto los medios, otro país o incluso los mismos ciudadanos que piensan diferente. De tal modo, los alienados por el líder populista se inclinan hacia él dándole una gran importancia. El líder toma el papel de “caretaker”, es decir, comienza a desarrollar un sentido de paternalismo entre sus seguidores.
Así se divisa otra de las características del populismo, el enfoque en el líder.
Al jugar este papel paternal, da la sensación de que el populista se encuentra cerca de la gente, que lucha por la gente. Se puede escuchar en sus discursos que está haciendo cosas por el pueblo, lo que el pueblo realmente quiere, nombrando a los “olvidados”, los “descamisados” o los “marginados”. El populismo usa muy bien el argumento de la mayoría silenciosa, pero ahora, si esta es silenciosa, ¿cómo él logra escucharla? Hemos caído otra vez en el juego populista.
Último pero no menos importante, si nos ponemos a analizar la forma en la cual el populista se maneja dentro del Estado podemos notar que, dependiendo de cada estilo, se van deshaciendo de las instituciones. Son antiestablishment, en el sentido de que van disolviendo mecanismos burocráticos para lograr obtener más poder. Por supuesto que esto es diferente en cada país. Afortunadamente, muchas veces lo encuentran más difícil en países donde las instituciones ya son fuertes e independientes, pero otras veces, mayoritariamente en América Latina, es relativamente fácil pasar por sobre ellas. Solamente basta con recordar los abusos del gobierno K en nuestro país. Tomaron tanto el INDEC como la ANSeS y ni hablar del sesgo de la Justicia a la hora de actuar o de la inexistente independencia del Banco Central.

Finalmente, he puesto en algunas líneas una breve caracterización a mi entender del populismo. Creo sumamente necesario poder conocerlo a fondo, especialmente su manera de actuar para así poder combatirlo porque siento que todavía como sociedad no logramos dilucidar su verdadero accionar. Sin embargo, me surge la siguiente duda: Nosotros, los liberales, ¿debemos volvernos populares o populistas? Creo profundamente que un “liberal populista” es una fuerte contradicción. No obstante, y a modo de autocrítica, deberíamos poner los pies en la tierra en el sentido de terminar con los argumentos complejos (que por cierto a mí me encantan) y contar de una buena vez y de forma simple nuestras grandes victorias. Derechos humanos, democracia, empoderamiento y también más y mejor vida (por no decir crecimiento económico que suena muy abstracto) son y serán siempre nuestras grandes victorias. Queda en nosotros aprender a contarlas.
Publicado en el blog Grupo Joven Fundación Libertad