22/10/2025

De “ejemplo” a “posible fracaso”: el Financial Times le suelta la mano al modelo Milei

Javier Milei promete romper el ciclo de declive económico con un shock liberal y anclaje al dólar, pero el Financial Times advierte que su plan repite errores históricos: sin fundamentos institucionales, con reservas agotadas y crecientes costos sociales, Argentina enfrenta el riesgo de tropezar nuevamente con la misma piedra.


Desde que asumió la presidencia, Javier Milei planteó un desafío monumental: revertir décadas de declive económico, hiperinflación, deuda crónica y estancamiento. Sin embargo, tal como lo señala la columna de opinión del Financial Times —“President Milei is not the first leader to try to pull Argentina out of its long-term economic decline. Moreover, just like his many predecessors in this role, he now finds himself on the brink of failure.— lo que parece una novedad en realidad es un déjà-vu histórico argentino: la fórmula del “shock” liberal, el ajuste drástico, la apuesta al dólar o al tipo de cambio externo, la promesa de reactivación rápida… y el desastre social que deriva.

Milei aterrizó con la promesa de romper con el “populismo” y reinsertar a la Argentina en el mundo del libre mercado, reducir al mínimo el Estado, eliminar subsidios, liberalizar el tipo de cambio y controlar la inflación vía una especie de “fijación” cambiaria o “anclaje” al dólar. Pero aquí surge uno de los problemas más gordos: según el análisis del FT, su plan de desinflación basada en tipos de cambio (“exchange-rate-based disinflation plan”) tiene pocas probabilidades de éxito porque Argentina carece de los fundamentos institucionales y estructurales para sostenerlo.

¿Por qué se queda corto el modelo? Primero, porque Argentina arrastra un historial de políticas que han cambiado de signo abruptamente, generando desconfianza, fuga de capitales y reservas menguantes. Ya en diversas notas del mismo medio se documenta el agotamiento de reservas y la retirada de dólares por parte de operadores cambiarios que anticipan la devaluación inminente. En segundo lugar, el grueso de la economía permanece dolarizado de facto, la inflación no desaparece con decretos y el peso sigue siendo moneda débil, lo que debilita cualquier anclaje cambiario sostenible.

Milei además encendió las alarmas al prometer medidas radicales: liquidar al banco central, dolarizar la economía, eliminar controles de cambio, reducir impuestos casi a cero, achicar el Estado como nunca antes. Es un salto al vacío que quizás entusiasma a algunos mercados, pero que introduce una serie de riesgos sociales y estructurales que resultan difíciles de calibrar. Su gobierno apuesta a que la “cura será dolorosa” pero rápida; el problema es que la dolencia se está prolongando sin signos de la recuperación que la población esperaba.

Porque el ajuste ya empezó a mostrar sus costos. Las sanas intenciones de bajar inflación o controlar el gasto se topan con una recesión tibia, un consumo deprimido, salarios que no alcanzan, desempleo que crece y una pobreza que vuelve a dispararse. El diagnóstico del FT es claro: muchos líderes anteriores asumieron con la misma retórica —“ya basta de inflación, vamos al dólar, recuperemos el crecimiento”— y terminaron atravesando el mismo callejón. Argentina parece condenada a tropezar en la misma piedra.

Asimismo, la apelación a fórmulas cambiarias como salida mágica ignora un dato clave: sin reformas más profundas (mercado laboral rígido, gasto público elevado, estado de derecho frágil, deuda externa enorme) el tipo de cambio pierde su poder estabilizador. Es lo que se denomina política de “anclaje cambiario” sin respaldo: parece prometedora, pero en ausencia de disciplina fiscal y reservas robustas, salta en cuanto emerge una crisis de confianza.

El contexto político agrava aún más el panorama. Una política de ajuste severo requiere respaldo social y político; en Argentina, la polarización es frontal, los sindicatos y sectores medios están extenuados, y el margen de maniobra es limitado. Si la economía no responde, el desgaste de Milei será rápido. Los expertos advierten que si su coalición no logra asegurar estabilidad parlamentaria o consenso mínimo, el “plan libertario” puede quedar en agua de borrajas.

El artículo del Financial Times funciona como una crónica de advertencia: no estamos ante un experimento pasajero, sino ante una tercera o cuarta (o quinta) vuelta a una receta que ya se usó muchas veces en Argentina con resultados decepcionantes. En ese sentido, la novedad de Milei no radica tanto en su órdeno o su estética mediática, sino en que está repitiendo errores conocidos: apuesta al dólar, promete crecimiento inmediato, minimiza el costo social y exige sacrificios con la promesa de prosperidad futura. Pero la prosperidad no se ve por ahora.

Para peor, antes de las elecciones, en Córdoba, Milei juntó 2.500 personas y no cayó ni un papelito desde los balcones

La población lo percibe. Aunque puedan alinearse ciertos indicadores macroeconómicos, el alivio real en el bolsillo de la gente es escaso: inflación persistente, salarios rezagados, tarifas elevadas y expectativa negativa. Cuando los resultados tardan, el desgaste se acelera. Y en Argentina el tiempo juega en contra del gobierno. Recordemos: este país es experto en ciclos de ilusión y frustración.

Por último, vale recordar que la crítica no es meramente conceptual: se trata de lo que está sucediendo ahora. Reserva decreciente, peso volátil, déficit estructural, Estado menguado y sociedad con heridas. Si Milei falla, la factura recaerá sobre los que siempre pagan: los trabajadores, las clases medias y los vulnerables. Esa es la carga ética que el artículo del FT pone sobre la mesa: no es solo si va a fracasar, sino quién pagará el costo.

La conclusión es sencilla: Javier Milei tiene una ventana de oportunidad estrecha. El margen de error es mínimo y el contexto no perdona. Está haciendo muchas apuestas arriesgadas con poca red de seguridad, y repite —esta vez con mayor énfasis mediático— lo que otros ya intentaron y no pudieron sostener. Si el experimento colapsa, no será por la originalidad del plan, sino por su ingenuidad ante la dureza de la realidad argentina. Y eso no es una crítica menor: es una advertencia urgente.

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