En la recta final, la COP-30 en Belém do Pará avanza fracturada entre dos planos que conviven: la fuerza amazónica que marca el pulso en las calles y la fragilidad diplomática, que impone ritmos y significados muy distintos.

El afuera: la fuerza amazónica
El escenario es vibrante. El verdadero protagonismo lo marcan los pueblos originarios amazónicos, desde la forma en que llegaron desde sus territorios hasta cómo hicieron oír sus reclamos y ocuparon el espacio público con autoridad y convicción.
Llegaron navegando los ríos en barcazas que ofrecieron una de las imágenes más poderosas de esta COP: la Amazonía entrando en Belém con su propia legitimidad. El pasado sábado 8 realizaron el funeral de los combustibles fósiles para simbolizar el fin de una era y dar paso al nacimiento de un nuevo ciclo de justicia climática. Fue uno de los momentos más significativos de esta conferencia.
Todo esto sucede en un contexto particular: después de tres años de ser realizada en países poco amigables con las protestas públicas, era de esperar que esta edición de la COP estuviera marcada por manifestaciones, sobre todo porque en Brasil viven 1,7 millones de indígenas, es decir, el 0,83 % de la población total. Aquí la sociedad puede manifestarse con plena libertad, algo que potencia la voz amazónica en un territorio donde la protección de la selva es una causa vital.

El adentro: la fragilidad diplomática
La cumbre comenzó con una agenda debilitada, marcada por la exclusión de un tema crítico como es el financiamiento climático. Junto con él también quedaron fuera de la agenda las NDC (actualización de los planes climáticos nacionales), los informes bienales de transparencia y las medidas unilaterales de comercio; lo que dejó asuntos de alto peso político sin espacio formal de negociación.
Sin embargo, el financiamiento concentró las conversaciones internas, es decir, la implementación del Artículo 9.1 del Acuerdo de París de 2015. Este artículo establece que los países desarrollados deben proporcionar recursos financieros para ayudar a los países en desarrollo a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático.
En la COP29 de Bakú, la financiación climática se fijó en 300.000 millones de dólares anuales, una cifra insuficiente. Los presidentes de la COP30 y la COP29 trabajan en estos días en la hoja de ruta “De Bakú a Belem”, que proyecta escalar el financiamiento hacia 1,3 billones de dólares anuales, aunque no está claro que un compromiso de ese tamaño consiga consenso en esta conferencia.

Esta COP fue publicitada como la Cumbre de la adaptación, sin embargo, las negociaciones avanzan con dificultad. Sorprendió que el Grupo de Países Africanos solicitara que los indicadores que guiaran la implementación de la Meta Global se definan dentro de dos años, cuando la próxima cumbre se celebre en su continente. Otros países, en cambio, consideran que la prioridad inmediata debe ser cómo se financiará la adaptación climática, antes de postergar definiciones.
En el Programa de Trabajo de Transición Justa, las discusiones muestran algo más de movimiento. Se analiza la creación de un mecanismo para implementar una transición que sea más inclusiva en lo social y ambiental.
El Fondo para Pérdidas y Daños lanzó la primera convocatoria de solicitudes de financiamiento, pero con apenas 250 millones de dólares asignados para 2025-2026, continúa dramáticamente sub financiado.
El núcleo del actual estancamiento es el mismo de siempre: justicia y responsabilidad climática. Los países en desarrollo no pueden implementar sus planes climáticos sin una financiación real y predecible. Sin embargo, muchos países desarrollados siguen resistiéndose a un lenguaje que implica obligación.

La irrupción que desbordó los límites diplomáticos
Un grupo de manifestantes logró atravesar los controles de seguridad e ingresar a la “zona azul”, un hecho inédito en la historia de las COP, que expuso con claridad la tensión entre la urgencia territorial y los límites del espacio diplomático.
El reclamo apuntó a visibilizar los proyectos de alto impacto ambiental que avanzan en la Amazonía sin consulta previa y denuncian la paralización de la demarcación de tierras. Adquirió un sentido aún más profundo porque la COP se realiza en Belém precisamente para subrayar la importancia vital de la Amazonía en el sistema climático global: la región que esta cumbre busca poner en el centro.
Esa tensión se proyecta ahora dentro del programa de trabajo de esta segunda semana, donde la agenda incorpora debates sobre la protección de los bosques, los derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, el fortalecimiento de las soluciones basadas en la naturaleza y el rol de la gobernanza indígena en los mecanismos emergentes de financiamiento climático.
En otras palabras, los temas que se expresaron en las calles encuentran su correlato en las discusiones formales que comienzan a desarrollarse puertas adentro.

La hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles
En la COP-28, realizada en Dubái, los países acordaron —por primera vez en la historia— dejar atrás los combustibles fósiles, el llamado Transitioning Away from Fossil Fuels.
En lugar de implementar ese compromiso, dos años después, se abre la discusión sobre cómo elaborar una hoja de ruta global, un movimiento que muchos leen como una nueva forma de dilatar la aplicación de lo ya asumido.
Esto expone que en este tiempo no se avanzó de manera efectiva en cumplir lo acordado. La transición energética debería estar reflejada en las NDCs, es decir, en los compromisos y planes nacionales que cada país debe presentar este año y actualizar de acuerdo con sus circunstancias y capacidades.
Para finales de este mes (noviembre de 2025) la ONU elaboraría el informe final de las NDCs presentadas, lo cual seguramente mostrara lo distante que estamos el objetivo del Acuerdo de Paris de limitar el aumento de la temperatura global debajo de los 1,5 grados. Las estimaciones preliminares indican que podría ubicarse alrededor de los 2,5 grados, es decir, muy lejos de lograr la meta.
Brasil, como país anfitrión, ha priorizado el marco de transición justa, abogando por políticas transparentes. Fundamental para este esfuerzo es la propuesta del Mecanismo de Acción de Belem, que tiene como objetivo coordinar el financiamiento climático y expandir el espacio fiscal para garantizar un cambio justo e inclusivo de los combustibles fósiles.
Si bien Brasil había manifestado su deseo de pasar de la negociación a la implementación de los objetivos; esto dista mucho de suceder en un momento donde EE.UU. anunció su retiro del Acuerdo de Paris y donde las guerras continúan, por lo cual el mundo esta menos involucrado con la lucha contra el cambio climático.

Se acabó la época de la diplomacia simbólica
Así lo declaró el jefe de la ONU para el cambio climático, Simon Stiell, en el discurso inaugural de la segunda semana de la actual conferencia.
El proceso se adentra en su fase más exigente: los ministros deberán resolver el estancamiento de la agenda de forma transparente y sin relegar el debate sobre la financiación. Deben abordar directamente el déficit financiero —especialmente en lo que respecta a la financiación para la adaptación y las obligaciones del Artículo 9.1— y demostrar que la implementación no es un eslogan, sino un compromiso real.
Hacer justicia climática ahora depende de la puesta en marcha del Mecanismo de Acción de Belém propuesto, la vía más clara hacia un marco de Transición Justa basado en el consenso global. También será clave proteger —y no debilitar— la integridad del mercado de carbono; reconocer la justicia comercial como componente integral de la justicia climática; y proporcionar una orientación significativa sobre la eliminación gradual de los combustibles fósiles.
La COP-30 podría hacer historia al acordar hojas de ruta tanto para la transición hacia energías renovables como para combatir la deforestación. También debe abordar la brecha de emisiones en los planes climáticos nacionales y avanzar en materia de financiación, incluso para apoyar a los países más vulnerables en su adaptación al cambio climático.
Se conmemora el décimo aniversario del Acuerdo de París. Esta fecha exige proyectar una prosperidad futura para todos.



