19/10/2025

“Con la mía, no”: el discurso real tras el cruce entre Donda y Mendoza

Victoria Donda es la regla del socialismo


El artista Flavio Mendoza y la titular del INADI Victoria Donda protagonizaron el cruce más comentado del pasado fin de semana en PH, Podemos Hablar, el ciclo conducido por Andy Kusnetzoff en Telefé.

Vale repetir aquí la transcripción aportada por Infobae (en su web también puede verse el video) para tomar real dimensión de la tela para cortar que dejó el intercambio:
Flavio Mendoza: —Siento que en este país, a los que damos trabajo, somos honestos y pagamos nuestros impuestos, un poco se nos castiga porque después a un okupa le dan 50 mil pesos y cobran el IFE y digo: ‘¿Cómo puede ser?’” 
Victoria Donda: —Los que dan trabajo, que son muchos, hoy están cobrando el ATP y hay algunos planes.
Flavio Mendoza: —No es mi caso.
Victoria Donda: —Nadie pensaba que íbamos a estar en una pandemia, y quiero decir que esto es en el mundo. A veces se dice ‘nos vamos de la Argentina’. ¿A dónde? Francia volvió a cerrar, los contagios son monumentales en todos los países. En el mundo, el rebrote parece ser más crudo que la propia peste.
Flavio Mendoza: —Es muy fácil hablar cuando uno cobra un sueldo.
Victoria Donda: —Siento que no alcanza lo que hace el Gobierno pero veo gente que trabaja todos los días para que vos y todos sigamos vivos. Hoy tenemos casi 30 mil muertes. Lo que hay que entender es que no hay vacuna todavía. Si en algún momento existe la vacuna, vamos a vivir en otro mundo.
Flavio: —No podés hablar de esa forma. De verdad te lo digo. Yo no estoy hablando del gobierno porque soy apolítico pero vos cobrás un sueldo y podés seguir pagando tus impuestos. Hay mucha gente que no puede pagar los impuestos.
Donda: —Yo cobro un sueldo pero lo hablo de esta forma porque entiendo que estamos trabajando desde el Gobierno para que todos y todas estemos mejor. Pero también entiendo que hay gente, como vos, que no cobra un sueldo…
Flavio: —Y yo pago sueldos.
Donda: —Vos tenés la posibilidad de seguir pagando tus sueldos y seguir comiendo. Imaginate esa mujer que trabaja por hora y que le discontinuaron y no le pagan más las horas.

Flavio: —No hay que desviar la atención. Entiendo lo que decís y está buenísimo y lo
comprendo, pero creo que en este momento, cuando se abrió todo en el país, deberíamos
estar trabajando todos.
Donda: —No se abrió todo.
Flavio: —Decime qué político se bajó el sueldo.

Donda: —A Ginés (González García) no lo quiero con menos sueldo. Lo quiero con más sueldo para que trabaje más horas.
Flavio: —Quiero con más sueldo a un médico.
Donda: —Los médicos merecen todo nuestro respeto y estamos en un país donde los discriminaban. Entonces, necesitás gente que trabaje para que no los discriminen. (…) [El Gobierno también en otros rubros] está tratando de que todos la pasen un poco mejor con el ATP y la Asignación Universal por Hijo.
Flavio Mendoza: — ¿Por qué no nos sacan los impuestos a las personas que no podemos trabajar?
Donda: —Hay un montón de medidas que se podrían analizar, no solo sacar los impuestos.
Flavio: —Bueno, mandámelas, por favor, porque no me han mandado nada en siete meses.
Donda: —Pero no solo bajar los impuestos, porque así financiás al Estado y hoy nos hemos dado cuenta de que necesitamos un Estado fuerte.
Flavio: —Hay 120 circos en la Argentina, donde se están literalmente cagando de hambre, vendiendo pastelitos y churros para poder subsistir. Esa gente no recibe nada. Hablamos de mucha gente que no la está recibiendo.
Donda: —Esa gente forma parte de los que no tienen para comer. Por eso, ellos, que son artistas, pueden aplicar a los subsidios que se van a otorgar desde el Ministerio de Cultura.
Flavio: —Cuando venga algún subsidio mostrámelo y te voy a decir que tenés razón. Pero en siete meses (de cuarentena) te digo que hay bailarines que están haciendo albañilería porque no tienen para comer. Consiguen para hacer un pequeño muro y van.
Donda: —[La albañilería tampoco está liberada absolutamente si no es para tareas urgentes]. Si no es urgente, vale más la vida.
Flavio: —¡Por favor! La vida vale si hay un respeto en todo. Porque si no tenés para comer también te morís.

A continuación, pasamos al análisis de lo conversado.
El planteo de Mendoza es razonable. A la persona de bien, productiva, que trabaja y da trabajo, que cumple con las obligaciones fiscales, se la castiga. Al delincuente, que viola derechos, se lo premia. Así de sencillo.
La respuesta de Donda consiste en evadir el subsidio a la delincuencia e informar sobre otros subsidios, programas y planes disponibles para los que trabajan. Esto se verá reiterado a lo largo de todo el diálogo. Donda es de las personas que creen que, con subsidios y planes, léase con el reparto de plata ajena, se soluciona todo. ¿Hay un problema? Subsídiese. Cero soluciones de fondo. Mucha dedicación a emparchar una economía destruida y en vías de extinción.
Enseguida, Donda le habla a quienes no habían sido citados: los hipotéticos emigrantes de la Argentina. Sugiere que no hay otro lugar adonde ir porque el resto del mundo está en crisis y con contagios en aumento. Dos puntos aquí: primero, criticar a los que quieren irse o pedirles que se queden es parte de la estrategia discursiva del gobierno, y el suyo se suma a pronunciamientos previos de Alberto Fernández y Máximo Kirchner, entre otros. Se ponen nerviosos los políticos cuando la gente con capacidad contributiva comienza a pensar que es posible dejar de financiarlos.

Segundo, el “rebrote” es parte de la estrategia de sembrar pánico que los interesados en tener gente sometida se están encargando de vociferar. Desde que se conoce, el virus siempre ha estado y va a seguir estando, y los contagios seguirán (hasta que se logre una vacuna efectiva, un tratamiento acorde, o la inmunidad de rebaño, incluso después esto se lo dejo a los especialistas en el tema), pero flamear una “segunda ola de contagios”
produce el miedo necesario para que los súbditos acepten nuevos encierros y clausuras. Puede ser que haya más contagios en proporción, pero nunca dejó de haberlos, y ello no necesariamente quiere decir que deban conducir nuevamente a la cuarentena total para todos.
A continuación, Donda defiende lo actuado por el gobierno, e intenta alertar sobre las 30 mil muertes. No repara en que la inutilidad del gobierno, a la que debe sumarse su mala fe, es lo que ha contribuido para el número de muertos mencionado. Encerraron sin mayor plan a la población, violaron sus propias cuarentenas para reuniones de amigos políticos, fundieron la economía, no testearon lo suficiente, no pusieron a punto el vergonzoso sistema de salud.
Mintieron mucho, sembraron pánico, y mientras, siguieron robando plata con licitaciones y removiendo jueces para garantizarse impunidad en causas previas. Los siguientes dos planteos de Mendoza también son razonables. Compara la situación de los que no pueden trabajar con los que cobran un sueldo (le faltó destacar que lo fundamental es el carácter público del origen salarial de Donda), y advierte que todos podrían haber trabajado
cuando se suavizaron las cuarentenas.
Donda justifica su sueldo en el presunto trabajo que desempeña el gobierno supuestamente para el bienestar general, y niega que todas las actividades hayan empezado a funcionar con normalidad. Respecto de lo primero, y como también comprobaremos a continuación, Donda no se mueve un ápice, ni atina a una mínima autocrítica respecto del dinero quitado a los contribuyentes y que ella embolsa con tanta alegría mes a mes independientemente de los pobres que aumentan día a día. Acerca de lo segundo, se limita a describir que no toda actividad abrió sus puertas, pero ello no explica en nada la precaria situación de artistas a la que, entre otras. alude Mendoza. ¿Por qué se prohibieron teatros y circos, pero no comités políticos y reuniones políticas donde funcionarios y militantes no respetaban el distanciamiento social y se sacaban fotos aglutinándose sin barbijo con sonrisas incompatibles con el decoro y la empatía?
A su vez, increíblemente, Donda intenta suavizar la situación de Mendoza que puede seguir comiendo en comparación con otra mujer que no cobra y no tiene qué comer, lo cual lejos de absolverla complica más su posición, ya que la situación de dicha mujer es consecuencia del manejo sanitario y económico del gobierno al cual ella como funcionaria representa.

Mendoza continúa con argumentos atendibles: los políticos no se bajaron el sueldo, podrían haberle pagado mejor a los médicos, y haberle quitado impuestos a la gente que no puede trabajar.

Las respuestas de Donda son una más miserable que la otra. Sigue inamovible en el tema del sueldo de los políticos. Les gusta tener mucha plata sin producirla en el sector privado. Les gusta tener la fija, mes a mes, depositada sin sobresaltos. La de ellos no se toca. La de ellos no puede faltar nunca porque quieren mantener el estilo de vida de gratuidad injustificada,
ostentación inadecuada y abundancia no ganada al que el sistema los tiene (mal) acostumbrados. Es más, Donda redobla la apuesta: quiere más plata para los políticos para que trabajen más horas.

Esto quiere decir que los políticos ricos, millonarios, y de buen pasar, tienen que ganar más dinero extirpado de los pobres y harapientos pagadores de impuestos, tienen que tener más poder regulatorio sobre la vida de los subordinados, y tiene que haber un nexo causal entre más plata y más trabajo ya que no les sale a los políticos trabajar más sin necesariamente cobrar más, puesto que el discurso de la solidaridad y la justicia social es
solamente para dominio de ovejas.

Donda se presenta como abanderada de los necesitados. Y aquí la tienen. Cero empatía. Cero remordimiento. Cero planteamiento “Che, ¿me llevo más plata ajena a mi bolsillo o le aflojo un poco al abultamiento a costa del hambre?”.

Tampoco brinda un posicionamiento positivo firme respecto de los médicos. Se limita a evocar vagamente un pasado de discriminación (del cual al parecer ni ella ni su fuerza política formaron parte) y ahora quiere gente trabajando para que no los discriminen. Habría que ver cómo encaja el trabajo de no discriminación cuando compara los sueldos de cientos de miles de pesos de los políticos y las migajas de los profesionales de la salud, y cuando se le espeta que su gobierno propone pagar más en subsidios a delincuentes usurpadores que a quienes ponen el pecho en los hospitales para salvar vidas.

Luego deja en claro que no se debe dejar de pagar impuestos para no desfinanciar al estado, es decir, para que ella y sus cómplices no dejen de cobrar la fija (fija en cuanto que siempre cobrarán, pero en cantidad no es fija, ya que se aumentan los sueldos cada vez que tienen ganas de burlarse de nosotros). Es capaz de escuchar relatos de la miseria, es capaz de citar
ella misma una mujer sumida en crisis, pero los impuestos están fuera de discusión para
mantener al ente que le paga a ella vía expoliación. Mientras ella cobra cientos de miles de
manera inamovible, sigue ofreciendo planes de diez mil, caramelos, bollitos de pan, leche en
polvo y polenta a los demás. Ofrece a través del estado, obvio. De la propia mejor no hablar.
Reconoce que podría pensarse en otras medidas que no tengan que ver con, ni siquiera
eliminación, sino recortes de impuestos, pero prefiere olvidar que el país lleva más de ocho
meses en la situación anormal, al parecer tiempo insuficiente para que se le ocurran esas
aliviadoras medidas.
Encima, de todo esto Donda saca la conclusión que se necesita un “estado fuerte”. El estado
fuerte en su lenguaje es aquel del cual ella misma ya forma parte: funcionarios intocables de
elevados sueldos, y amplio poder discrecional para hacer y deshacer sobre los derechos
constitucionales con el potencial de fundir a todas las familias del país.
Por último, viene la coronación de la miseria. La miseria de los que cobrando de arriba son
desinteresados, la miseria de los que viven en otra sintonía mientras quienes los sostienen
quiebran y mueren. La miseria de los estatistas. La miseria de los socialistas. La miseria de los
kirchneristas. Mendoza describe que quienes no pueden trabajar de lo suyo por la cuarentena
se la rebuscan trabajando de otra cosa porque no tienen para llevar el plato de comida a la
casa. En este caso, albañilería. ¿Qué se le ocurre decir a Donda como botona, irracional,
insensible, y de manera innecesaria? Que la albañilería no es una actividad completamente
permitida, y que si no es urgente vale más la vida.

¿Para qué responde eso? ¿Qué necesidad
tiene de sacar chapa de autoritarismo hablando de lo prohibido en una situación así? ¿Para
qué critica lo que otros hacen para comer, sin que le den nombre y apellido, como si estuviera
frente a un juez y sintiera que debe botonearlos para que los censuren?

Que no se haga si no es urgente dice, cuando le han explicado que no tienen para comer. Vale más la vida dice,
como si quienes están fundidos sin poder trabajar estuvieran viviendo la misma vida que ella y
se pudieran dar el lujo de renunciar a las pocas posibilidades de ganarse el sustento en
cuarentena. ¿O no se da cuenta Donda que la suya es una vida de privilegios con todas las necesidades cubiertas, mientras los obligados a financiarla están sufriendo todos los días?

Mendoza responde bien que si no tenés comida, también te morís. Pero eso no entra dentro
del cálculo de Donda, que con tal de no relegar poder y sueldo, calculadora y látigo en mano
sigue sometiendo gente, aunque la comida falte.
Imaginemos una situación soviética, ya que Donda admira al socialismo. Una persona
muriendo de hambre dice: “Estoy tratando de escaparme del gulag porque necesito algo de
comer…”. ¿Qué le respondería otra persona según la lógica de Victoria Donda? “Salir del gulag
está prohibido. No es una actividad liberada. Así que si no es urgente…”. ¿Argentina es la
Unión Soviética y tiene gulags? No. Pero tiene socialistas en el poder, prisioneros sin delitos
cometidos, servidumbres, e impuestos confiscatorios que duelen como expropiaciones. Y una
funcionaria buchona que de repente rota de la defensa a delincuentes al abrazo del
positivismo, y si la ley lo dice, el súbdito obedece.
Antes de pasar al comentario final, una observación sobre la posición de Mendoza. Yo haría un
llamado de atención para encaminar a la Argentina hacia las soluciones de fondo:
eliminaciones masivas de impuestos, libertad para trabajar, libertad para comerciar. Se
entiende la situación, pero más allá de lo concreto, restringir pedidos al subsidio de
determinados sectores no solucionará a largo plazo el problema estructural. Más subsidios
seguirán la lógica del parche, implicarán mayor estatismo, mayor cobro de impuestos, mayor
emisión monetaria. Los políticos elegirán esas vías y no el recorte del propio sueldo para
poderlos vehiculizar.
Ahora sí, comentario final.
No hay inocencia en Donda. Hay maldad. Hay perversidad. Y no caigamos en errores que
absuelven a estatistas de su calaña. Por un lado, hablemos de hipocresía, y por otro, de lo
común.
Lo de Victoria Donda es hipocresía pura. Se hace la defensora de pobres y necesitados, pero no
es capaz de relegar un centavo mientras sus supuestos representados están cada vez peor.
Donda quiere acumular toda la plata que pueda a costa de la enfermedad y muerte de sus
conciudadanos. Prefiere que la gente se funda y se muera antes que dejar de cobrar una
ínfima parte de su sueldo pagado por los fundidos y moribundos. A veces su discurso disimula
sus intenciones; pero aquí está claro que no quiere ceder.
Y en el estatismo, socialismo y kirchnerismo, a lo que Donda adhiere, su proyecto es lo común.
Victoria Donda es la regla, no la excepción. No es que los suyos de verdad son buenos y
mantienen coherencia entre discurso y acción resignando sueldo de origen público y poder
estatal para que la ciudadanía pueda levantar cabeza. Son lo mismo que Victoria Donda.
Primero la muerte de los pagadores de impuestos, antes que la resignación al sueldo público.
Por supuesto hay límites, no se puede hacer que se mueran o se escapen todos porque se
necesita de productividad y trabajo esclavo para que se siga generando la riqueza de la cual se
servirán los políticos. Pero hasta que esas estadísticas no resulten alarmantes y lleguen al
límite de la completa desintegración social, Victoria Donda y los suyos seguirán tirando de la
cuerda a ver hasta dónde pueden llegar con la máquina expoliadora.

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