19/10/2025

¿Cómo hará el Presidente Milei para eludir la Ley de Talión que impuso al mundo su “amigo” de doble filo Donald Trump?

Trump anunció una nueva política comercial por la que Estados Unidos aplicará a un centenar de países aranceles espejo – 10% para la Argentina – algo que, en un extremo, amenaza con desatar una ola de represalias, incrementar las presiones inflacionarias y causar una recesión internacional. Eso es lo último que necesita la economía de MIlei en el presente estado de necesidad y emergencia. Y el sueño de Milei de cerrar un tratado de libre comercio con su “amigo” Donald se ve cada vez más lejano. ¿Un nuevo mundo se abre ante nuestros ojos?
Javier Milei y Donald Trump.

Con información de Letra P. Donald Trump anunció una nueva política comercial por la que Estados Unidos aplicará a un centenar de países aranceles espejo –10% para la Argentina –, algo que, en un extremo, amenaza con desatar una ola de represalias y una guerra comercial de escala global, incrementar las presiones inflacionarias, reorientar bruscamente los flujos de capital financiero y causar una recesión internacional.

A fin de cuentas, una pésima noticia para su “amigo” Javier Milei. El estadounidense impone una suerte de Ley del Talión global: “Si los demás nos lo hacen a nosotros, nosotros se lo haremos a ellos”, prometió.

Ese escenario llega en un momento delicado para la Argentina: el impacto comercial podría arrojar daños de importancia –sobre todo por los saldos exportables que abundarán en todos lados y por la contracara de una suba del dólar: la baja de las materias primas–, pero lo más delicado –e inmediato– remite al plano financiero.

Milei y Toto Caputo esperan y desesperan por definiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), necesitados de que el rescate del organismo sea percibido como suficiente por el mercado y que eso ponga coto –al menos hasta las elecciones legislativas de octubre– a la corrida contra el peso. Este jueves hay que prestar especial atención a las repercusiones financieras internacionales y a sus efectos locales.

Fiel a su estilo, Milei compartió una entrevista de la CNN y se prepara para viajar a Estados Unidos.

La Bolsa de Nueva York operó con un moderado optimismo durante la rueda de este miércoles, antes del anuncio del “día de la liberación” trumpista, definido por el jefe de la Casa Blanca –casi un peronista– como el de la “independencia económica”. Después del discurso, los futuros de Wall Street perdieron ese optimismo y pasaron a negociarse en rojo muy intenso, anticipo de una rueda que hoy probablemente sea difícil.

Eso es lo último que necesita la economía de MIlei en el presente estado de necesidad y emergencia.

Los antecedentes cercanos invitan a cierta cautela. Es posible que lo revelado por el republicano sea modificado, en general o caso por caso, como ha ocurrido en las últimas semanas con anuncios similares respecto de México y Canadá. Sin embargo, aunque de modo menos dramático, en ese caso el mundo iniciaría una nueva era en la que Washington se jugaría el todo por el todo en su afán de no perder su estatus de potencia hegemónica.

¿El riesgo? Aislarse, dejar de ser percibido como un socio confiable por la Unión Europea (UE) y otros jugadores clave y alterar profundamente el reparto de alianzas en favor de la ascendente China, la gran obsesión y en buena medida eje de todo el embrollo.

La posibilidad de que, en el largo plazo, el tiro salga por la culata queda plenamente instalada.

En concreto, Estados Unidos aplicará un gravamen del 25% a la importación de autos. Además, los “aranceles recíprocos” generales tendrán una base mínima del 10% y en la mayoría de los casos serán de la mitad de lo que los técnicos de Trump ponderan –sin precisiones ni bases firmes– como barreras arancelarias y no arancelarias que afectan a los productos estadounidenses. En teoría, podría recaudar 700.000 millones de dólares anuales en ese concepto, ¿pero qué asegura que el comercio siga siendo el que era?

A China se le aplicará un arancel del 34%, afirmó el presidente, aunque fuentes oficiales elevaron luego el número al 54%En tanto, a la Unión Europea UE le aplicará 20%, a Japón 24%, a India 26%, a Corea del Sur 25%, a Tailandia 36%, a Indonesia 32% y a Vietnam 46%, por caso. No habría piedad: hasta Taiwán, cuyo estatus de cuasi-Estado depende de las garantías norteamericanas contra las amenazas chinas de invasión a un territorio que considera una “provincia rebelde”, recibirá un 32%. Tampoco zafaron los aliados más tradicionales, aunque con el daño menor de la alícuota base: 10% para el Reino Unido y Australia.

Lo mismo se aplicará a Brasil, Chile y Colombia.

¿Argentina? Acusada de comercio injusto, también sufrirá un 10%, igual que los países de los “comunistas” Luiz Inácio Lula da Silva, Gabriel Boric y Gustavo Petro. ¿Dónde están los frutos del alineamiento?

¿Cómo haría Javier el Cándido para eludir la “traición” –que, por avisada, no sería tal– de su amigo de doble filo, demostración de que la política es, como decía Lady Macbeth, “sonrisas y cuchillos”? ¿Cómo podría ceder en la protección de la industria nacional sin arreglar una postura común en el Mercosur? ¿Volverá el Presidente a abrazarse a la idea de que el bloque es más una cárcel que una oportunidad y a amenazar con su abandono?

El T-MEC, acuerdo de libre comercio con México y Canadá –sancionados anteriormente y fuera del listado nuevo–, está prácticamente muerto, aunque el mismo Trump haya renegociado durante su primer mandato el original, el NAFTA, que calificó como “el peor de la historia”.

Javier el Cándido tal vez ya no sueñe con un tratado de libre comercio con un socio que no es tal y que deplora esos instrumentos. Su desazón será mayúscula cuando, al llegar a Estados Unidos para recibir un premio junto a su peculiar amigo, se entere de que el escándalo $LIBRA amenaza con generarle allí una migraña judicial muy fuerte. Igual, las usinas de la propaganda oficial indican que Trump le hizo precio de amigo –precio de “comunista”– y él afirma que “todo marcha acorde al plan”. Parece un plan medio raro…

¿Cuál es la lógica que subyace a la decisión del presidente estadounidense? Básicamente, rediseñar las reglas de juego del comercio global y de la división internacional del trabajo. Menudo desafío.

En el primer caso, forzando a diversos países y bloques a reducir drásticamente sus barreras a los productos estadounidenses, “mal menor” ante la posibilidad de un cierre abrupto del mayor mercado mundial. En el segundo, obligando a empresas de todo tipo que producen fuera de Estados Unidos partes, insumos o bienes finales a relocalizar en ese país sus plantas de producción, único camino para no perder acceso al mismo.

El primero de los posibles efectos mencionados, la eventual decisión de otros países de desgravar su comercio con Estados Unidos, sería más veloz que el segundo, la relocalización de industrias. En cualquier caso, Trump busca privilegiar a una parte importante de su base política: los trabajadores industriales afectados o desplazados por la competencia de países como China, México y los asiáticos emergentes.

Antes eran demócratas, ahora no tanto.

La motosierra que Elon Musk recibió de Milei, destinada a terminar con el déficit fiscal, complementa el plan; ese sería el camino a una rebaja de impuestos que compense en alguna medida el costo salarial estadounidense. Por ahora se trata apenas de una idea, más cuando el hombre más rico del mundo parece encaminarse a la salida del gobierno debido a los problemas que su figuración causó a sus empresas, a los desastres políticos que provoca cada día con su cuenta de X y a los recelos de buena parte del gabinete.

Milei, acaso confundido por el hecho de que la utilidad de su alineamiento canino resulte menor que la calculada, no gusta de admitir que Trump y él representan cepas diferentes de las ideologías de extrema derecha, y atribuye ese proteccionismo sólo a un intento del norteamericano de forzar alineamientos geopolíticos. Algo de eso hay, pero sería una necedad negar sus componentes comercial, económico, político y electoral.

Nada será como hasta ahora aunque el escenario extremo de represalias en cadena no se concrete y comience en su lugar un largo proceso de marchas y contramarchas, lobbies, negociaciones y eventuales suspensiones temporarias del aumento de las tarifas. Aunque Trump vuelva atrás, Estados Unidos podría dejar de ser considerado un socio confiable por países relevantes de la escena internacional. Ya es evidente que allí irrumpió, de modo duradero, una ultraderecha ultranacionalista y aislacionista, que no sólo restableció a Trump, sino que además tiene raíces profundas y posible recambio con el vice J. D. Vance y otras figuras.

Dos de las potencias sancionadas, Japón y China, son el primer y segundo tenedor mundial de Bonos del Tesoro; el potencial de daño recíproco, y de rebote a todo el mundo, es enorme.

Si Trump pone a Estados Unidos contra el mundo, es esperable que el mundo actúe en consecuencia, dando lugar a amistades hasta hace poco impensables. Si la apuesta le saliera mal, China se fortalecería en lugar de debilitarse, y la influencia que podría ejercer sobre los países en desarrollo, multiplicarse desde el nivel actual. Algo así podría esperarse, incluso, en la relación con no pocos países europeos.

Canadá busca en el Commonwealth y en Europa un nuevo futuro. En Europa, Alemania acaba de dar de baja los dogmas del estricto equilibrio fiscal, el no endeudamiento y la baja intensidad en materia de gasto de defensa –resabios del colapso de Weimar, el ascenso del nazismo, y la derrota y división del país en 1945–, y Francia, única potencia nuclear de la UE, le ofrece su protección a todo el bloque. Esto, de concretarse, sería la contracara de la ruptura de la OTAN y de la eyección de las bases militares estadounidenses en ese continente.

Demasiado para asimilar, sobre todo cuando todo es tan provisional. Se desvela ante nuestros ojos un mundo nuevo. Habrá que abrirlos bien.

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