02/12/2025

Bolsonaro se inmola y le hace un favor a un Brasil cansado de la grieta

La torpe tentativa de Jair Bolsonaro de violar su tobillera electrónica no solo lo llevó a la cárcel común, sino que expuso hasta el ridículo la doble vara de la polarización: lo que en Lula habría sido “delito flagrante” se minimizó en el ex capitán como “desesperación” o “efecto de medicamentos”. En un país agotado de trincheras, el gran ganador podría ser… el centro que, todavía, nadie representa.

Uno de los efectos más visibles de la polarización política es la complacencia que existe hacia los aliados ideológicos. Es como si existieran dos mundos: en uno, cualquier acción es criticada; en el otro, todo puede pasarse por alto. En cuanto a la detención de Jair Bolsonaro, por ejemplo, hubo una notable revuelta en muchos sectores de la derecha por el encarcelamiento del expresidente. En cuanto al intento de violación de su tobillera electrónica, por ejemplo, se intentó minimizar el episodio, alegando que el expresidente actuó así durante un acto de desesperación, un episodio psicótico, los efectos de una medicación fuerte o algo similar.

Se entiende que Bolsonaro está psicológicamente afectado y ha atravesado un período con graves problemas de salud. Pero imaginemos un escenario alternativo, recordando lo que le ocurrió al presidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2018, cuando el entonces juez Sergio Moro ordenó su arresto. Imaginemos, entonces, que Lula hubiera sido encarcelado en su domicilio, en lugar de ser llevado a la cárcel de la Policía Federal en Curitiba. ¿Y si, en ese proceso, Lula hubiera intentado quemar su tobillera electrónica y lo hubiera admitido en una grabación de video? En estas circunstancias, ¿tendrían la misma indulgencia quienes pasan por alto la actitud de Bolsonaro con el miembro del Partido de los Trabajadores? Difícilmente.

Sin embargo, los partidarios del expresidente argumentan que hace seis meses, al expresidente Fernando Collor de Mello —quien se encuentra bajo arresto domiciliario— se le desactivó el grillete electrónico durante 36 horas y no fue trasladado a una unidad penitenciaria, como ocurrió con Bolsonaro. La similitud entre ambos casos radica en que el relator del proceso es el mismo: el ministro Alexandre de Moraes. Aún no hay más detalles sobre lo sucedido con Collor. Pero un error no justifica el otro. Si hubo intención por parte del controlador de Gazeta de Alagoas, debería haber sido sancionado, al igual que el capitán retirado.

Los acontecimientos de este fin de semana tendrán un impacto directo en la dinámica de las elecciones de Brasil durante 2026. A pesar de celebrar el arresto de su oponente, el PT (Partido de los Trabajadores) no se beneficia necesariamente del destino de Jair Bolsonaro. Es muy posible que el bolsonarismo se reduzca con la destitución de su líder, lo que reducirá significativamente el clima de polarización en el país.

El problema es que Lula necesita mantener viva la llama del antagonismo para mantener una fuerte posibilidad en 2026. Con el encarcelamiento de Bolsonaro, los enfrentamientos ideológicos pierden fuerza y ​​el presidente podría verse perjudicado por el potencial interés de los votantes centristas en otro candidato.

El senador Flávio Bolsonaro, considerado para reemplazar a su padre en la boleta presidencial, también salió perjudicado tras el incidente del fin de semana. Su convocatoria a una vigilia frente a la casa de Bolsonaro fue interpretada por el juez Alexandre de Moraes como un intento de incitar disturbios que podrían provocar la huida del expresidente.

El Tribunal Supremo ha mostrado tolerancia cero ante cualquier asunto relacionado con la familia Bolsonaro, especialmente tras verse afectado por la Ley Magnitsky. Sorprende que el senador Flávio no imaginara la reacción de Moraes ante semejante iniciativa. Si el arresto de Bolsonaro hubiera estado motivado únicamente por esto, habríamos tenido la posibilidad de un debate legal muy acalorado, ya que los motivos de Moraes podrían ser debatidos. Pero el intento de violación del dispositivo de rastreo en el tobillo relegó todo eso a un segundo plano, a pesar de los intentos de los abogados defensores del expresidente de utilizar la vigilancia como justificación para ordenar el arresto.

Es difícil comprender las acciones de Bolsonaro y su hijo. Si no se hubiera convocado la vigilia y no se hubiera usado el “hierro candente” en el grillete electrónico, Bolsonaro probablemente seguiría en casa. Por lo tanto, solo queda una interpretación (dejando de lado la conclusión que muchos sostienen de que el expresidente padece de inestabilidad mental): la familia Bolsonaro decidió arriesgarse y provocar un arresto inesperado para influir en la opinión pública. Esto incluso tendría sentido, aunque la lógica es enrevesada. El problema es que el video que muestra el grillete electrónico destruido y la voz arrastrada de Bolsonaro de fondo desvirtúan considerablemente la conducta del expresidente.

El episodio expone claramente cómo la polarización política moldea las percepciones y los juicios. La complacencia selectiva hacia los aliados y las críticas incesantes contra los adversarios crean un entorno donde se pierde la coherencia y la narrativa eclipsa los hechos. El intento de violar el monitor electrónico de tobillo no solo debilitó la defensa del expresidente, sino que también reveló la dificultad de la familia Bolsonaro para lidiar con los límites impuestos por el sistema de justicia.

Al mismo tiempo, la destitución de Bolsonaro abre el camino a una reconfiguración del panorama político, reduciendo la intensidad de la polarización y poniendo en peligro la estrategia de Lula de mantener el antagonismo que sustenta su fuerza electoral. El resultado es una situación de incertidumbre, en la que tanto la derecha como la izquierda deben replantearse cómo atraer a los votantes que buscan alternativas fuera de este entorno polarizado.

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